Entrerríos, a siete metros del oro

Entrerríos, a siete metros del oro

MAESTROS EN TOKIO

Entrerríos, a siete metros del oro

Raúl Entrerríos (12-2-1981, Gijón) cierra en los Juegos de Tokio una carrera memorable. Con más de 270 partidos internacionales, un Mundial, dos Europeos y un bronce olímpico en el bolsillo, persigue la gesta final, el oro.

Barcelona 92 y una televisión pequeña que compartía con su hermano Alberto en su Gijón natal. Ese es el primer recuerdo olímpico de Raúl Entrerríos (12-2-1981), que superados los 40 años cerrará en Tokio una carrera gigantesca a la que ha empezado a poner la guinda en el Barça este curso con la temporada perfecta (61 victorias en 61 partidos y seis títulos de seis posibles: Champions, Liga Asobal, Copa del Rey, Supercopa, Copa Asobal y Supercopa de Catalunya); y que tendría un cierre inolvidable si se cuelga su segundo metal en unos Juegos, 13 años después del bronce de Pekín. "Si se llegara a ganar algo tan grande, sobre la marcha haría algo, no os preocupéis", improvisa cuando se le pregunta qué locura haría por ganar el oro.

No es fácil sacarle una sonrisa a Entrerríos, que acude a la cita con As en los alrededores del Palau, donde se ha convertido en leyenda y donde su imagen se estampa en la puerta de autoridades al lado de un tal Pau Gasol...

"Ver los Juegos de Barcelona por la tele con mi hermano Alberto me marcó"

El camino de Entrerríos terminará en Tokio. Hasta ahí ha llegado desde que empezó a jugar el balonmano en la escuela pública. En el barrio de Contrueces, en el colegio Noega. Su primera copa la ganó de portero... "No pensaba mucho en qué quería ser, sólo pasarlo bien con mis amigos, jugar a balonmano. Ya era alto cuando era pequeño, así que al principio decidieron ponerme en la portería, pero el entrenador decidió cambiarme de posición rápido... No debía ser muy bueno", sonríe.

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TrayectoriaSer competitivo a los 40

Un asterisco marcó al inicio la carrera de Raúl. Antes que él, fue su hermano Alberto. El mismo apellido, pero dos caracteres distintos, una misma pasión. "Quienes me empujaron al balonmano fueron mis amigos. Mi hermano era un adolescente más movido que yo, que he sido más tranquilo. Pero cuando íbamos avanzando en nuestras carreras, hemos tenido muchas cosas en común a la hora de entender el juego. Ha sido una enorme suerte tenerlo delante y como espejo. Él ha tenido una trayectoria muy buena, pero muy sensata. Dio pasos con paciencia, evolucionando como jugador. Creció a todos los niveles y lo vi transformarse en un gran jugador de equipo". Estos días, Raúl sigue mirando a Alberto. Sus pasos, como los de su hermano, podrían dirigirse a los banquillos cuando acabe su ruta en Tokio. "Voy más o menos en este camino. Tengo el título de entrenador, he terminado Ciencias del Deporte y siempre he pensado que mi futuro estaría orientado al balonmano".

Jugar con 40 años al balonmano no resulta sencillo. Raúl Entrerríos ha tenido que estirar un año más su carrera, extremando además los cuidados por las peculiaridades de la pandemia. "Hay cosas que no puedo hacer tanto por edad, así que adapto a las necesidades del equipo. Soy un jugador agresivo individualmente, pero puedo hacer otras cosas. Ahora debo prestar más atención a los días de descanso, o a lo que hago después de entrenamientos duros. El tiempo de recuperación es mayor. Cuando eres joven, puedes tener campeonatos con partidos seguidos y no notas el desgaste. Cuando eres veterano, sí. Pero siempre he sido un jugador al que va la marcha. Siempre me ha mantenido muy activo y bien físicamente. No soy un jugador de 19 años y llevo bien este ritmo", explica sobre el proceso en una reivindicación a las cosas que todavía puede aportar en el torneo olímpico.

"Hay cosas que no puedo hacer a esta edad, pero me adapto"

Futbolero de crío, admirador del Barça de fútbol y balonmano que empezó a ganar Copas de Europa a principios de los noventa, enamorado como tantos cuarentones de ahora del Michael Jordanque dominó con mano de hierro aquella con los seis anillos en seis finales ante cinco rivales distintos, Entrerríos es la imagen del jugador hecho a sí mismo, que por las necesidades de la élite del balonmano tuvo que salir pronto de casa. Aunque eso, explica, no supuso un desarraigo inmediato: "Siempre me sentí un privilegiado. Además, yo tuve una ventaja y es que al principio, que es cuando más puede costar más porque te vas fuera e inicias una vida solo, la transición fue sencilla. Mi primer equipo fue el Ademar y ahí sí iba a ver a los míos. Fue relativamente fácil. Luego, una vez empiezas esa dinámica, te acostumbras. Estás viviendo la vida que quieres y es lo más importante que tienes entre mano. Luego cambias de ciudad, de equipos, pero vas viviendo grandes experiencias. Se trata de aprovechar una carrera deportiva".

Entrerríos ha vivido con normalidad imágenes impactantes. Pasar de jugar con el Dujshebaev padre (Talant), a hacerlo con sus hijos (Daniel y Alex). Compartir habitación en la Selección con su hermano Alberto y verlo en el banquillo del Nantes como rival durante la Final Four de Colonia. "Me doy cuenta de esas situaciones y te pones en la perspectiva de la edad que tienes. No sólo me pasa con los Dujshebaev, sino con otros jóvenes. Piensas que has jugado con sus padres, o los ves entrenando en la banda. Me hace sentir bien porque me demuestra que todavía soy competitivo. Mi etapa deportiva está llegando a su fin y es ley de vida, pero lo haré compitiendo hasta el final".

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Los JuegosEl día a día en Tokio

Dirá adiós a la Selección con casi 300 partidos. Palabras mayores, que le sitúan al nivel de los deportistas más grandes, longevos y con más internacionalidades de España: Laia Palau, Marta Mangué, Juan Carlos Navarro, Sergio Ramos. Raúl superó nada menos que a David Barrufet, su jefe durante todos estos años en el Barça y una leyenda mundial del balonmano. "Siento el cariño de la gente en general. No me he parado a pensarlo, pero el balonmano es un deporte que siempre ha intentado luchar por tener un reconocimiento, y estos últimos años creo que la gente está valorando el trabajo que estamos haciendo Jugar tantos partidos es increíble, especial, y me siento privilegiado por ello. El reconocimiento lo miro desde el punto de vista de jugadores y entrenadores de este deporte, que son los que me han acompañado en el camino. No creo que tenga que tener más reconocimiento porque hacemos lo que nos gusta y las gracias las tengo que dar yo".

Pero hablemos de balonmano. Pongámonos en Tokio. Vayamos al torneo. Para eso ha aguantado Raúl y negoció un año de prórroga en su contrato con el Barça con el mismo David Barrufet, despedido por cierto de manera sorprendente y con malas formas por Laporta en los últimos. Para eso ha aguantado Raúl. Para irse levantando una Champions. Para colgarse una medalla. Por el camino, bombas: Francia, Noruega, Alemania. El grupo de la muerte, incluidas las inquietantes Brasil y Argentina. Tal vez con la ventaja de un cruce más sencillo... "No me he parado a pensar mucho en lo que pueda pasar con los cruces. Siempre he pensado que cualquier campeonato hay que afrontarlo desde el día a día; si no te estás equivocando. Por supuesto que el grupo es complicado, con equipos muy potentes. Estamos en unos Juegos y los equipos no europeos han dado un paso adelante en los últimos campeonatos. Cada partido va a ser una final y a ver dónde coloca la competición al equipo. Intentaremos llegar a los cuartos con las máximas garantías y posibilidades para avanzar. Y entrar en la lucha de las medallas...".

"Hay muy buen feeling desde hace muchos años en el vestuario"

Para eso, será importante la química del vestuario. Pero por eso, en principio, no hay que sufrir. Dice Jordi Ribera, seleccionador nacional, que no había visto un grupo humano así en toda su carrera en los banquillos, que ya es bien dilatada. El capitán comparte la opinión: "Es fundamental que, dentro de un equipo, el ambiente sea óptimo. Hemos tenido muy buen feeling desde hace mucho tiempo. Creo que es una parte del trabajo fundamental de los veteranos que hagamos hincapié en esto. Que cualquier jugador joven que llega al equipo sepa lo importante que es trabajar duro y meterse en nuestra dinámica. Lo importante es trabajar nuestros roles e ir todos a una. Y cuando esto lo aplicamos en el día a día, luego todo fluye solo. Podemos estar orgullosos del campeonato de Europa, del bronce mundial, pero hay que estar más orgulloso de cómo lo hemos hecho. Hemos transmitido la imagen de un grupo unido, una familia, y no hay nadie que vaya al margen de esa familia".

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PandemiaUna prueba de los valores

El vestuario funciona, los rivales son conocidos y hay ganas por competir. ¿Pero cómo será vivir en los Juegos de la pandemia? La Selección de balonmano siempre ha sido una de las grandes animadoras de las Villas. En Juegos Olímpicos, pero también en Juegos del Mediterráneo como aquellos de 2005 en Almería, con el maravilloso final ante Croacia. Siempre ha formado un grupo homogéneo que ha hecho incluso de aglutinador con otros deportistas. Generador de buen rollo, hincha en eventos de otros deportistas españoles. Todo eso está en riesgo en los Juegos, donde no podrán acudir a animar a sus compatriotas. Entrerríos ya se ha mentalizado: "Estoy concienciado, no tengo temor. Sabemos que tenemos que adaptarnos a las circunstancias si queremos que se celebren. Es una lástima, porque unos Juegos Olímpicos son para vivirlos. En la convivencia con otros deportistas. Ir al comedor y encontrarte con gente, entrenar, la última fiesta si ha ido bien la cosa... Pero es lo que hay y, a estas alturas, todos estamos felices ante la posibilidad que disputarlos, que es lo realmente importante. Ojalá podamos estar con el equipo. Será diferente, pero unos Juegos son unos Juegos".

Ahora que Tokio está a la vuelta de la esquina, Entrerríos admite que ha vivido en tensión pero con cintura un año difícil. Porque quería despedirse en Tokio pero la situación era complicadísima, hasta el punto de que los Juegos han corrido peligro hasta los últimos meses, con protestas incluso en Japón. "Estoy viviendo con esa incertidumbre desde principios de temporada, pero si algo nos ha enseñado la pandemia es vivir al día a día. Teníamos que ver cómo evolucionaba todo por las competiciones. Pero siempre soy positivo y estaba pensando que todo iría a mejor y que todo saldría bien. Siempre sabiendo que nos tenemos que cuidar", reflexiona.

Así que 29 años después de ver al Dream Team en aquella pequeña televisión de Gijón en los Juegos de Barcelona, la llama aún arde en Raúl Entrerríos. Persiguió sus sueños. Fue olímpico y medallista. Pero el maestro Raúl se quiere ir a lo grande de Tokio.

ReportajeEntrerríos, a siete metros del oro
  • TextoAlberto Martínez/Juan Jiménez
  • FotografíaJoan Monfort
  • VideoAZKT
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