El atleta, a sus 51 años, se despedirá en Tokio después de competir en sus octavos Juegos y superar el récord de Merlene Ottey.
En 1969 Neil Armstrong se convertía en el primer hombre en pisar la Luna, Estados Unidos iniciaba la Guerra del Vietnam, Eddy Merckx ganaba su primer Tour de Francia y nacía Jesús Ángel García Bragado. En concreto, lo hizo un 17 de octubre, la misma fecha en la que Willard S. Boyle y George Smith inventaron una tecnología que, 30 años después, permitiría que se comercializaran las primeras cámaras digitales. Ahora, con 51 primaveras, García Bragado almacena en su teléfono fotografías de sus viajes y de sus competiciones con la semilla que plantaron esos dos inventores el mismo día que el nació en Madrid. "Hace poco me preguntaban con asombro mis compañeros si había vivido el golpe de Estado de Tejero… Y otros si había estado en Barcelona 92".
"Al inicio me sentía desubicado, ahora es diferente. Es como estar con mis hijas, hay afinidad, es una relación paternal"
En la entrevista, García Bragado repite una y otra vez "si mi carrera hubiera sido normal, me habría retirado…". Pero todo lo que le rodea desprende un aroma distópico, incluso en las relaciones humanas con sus compañeros. "Al comienzo, choqué con una generación en la que me sentía desubicado. Pensaba que estaría más a gusto con los entrenadores, que eran de mí de edad, pero en cambio yo me sentaba a la mesa de los atletas. Ahora todo es diferente, es como estar con mis hijas, hay afinidad y la relación es paternal, como con María Vicente", detalla.
La historia de Bragado en el atletismo arranca en Barcelona, fluye por Atlanta, Sidney, Atenas, Pekín, Londres, Río de Janeiro y vivirá su epílogo en Tokio. Un viaje por los cuatro continentes en los que se han celebrado los Juegos, una vida entregada a los 50 kilómetros marcha, una prueba que, además, se despedirá con él. "Mi trayectoria es un reflejo de la vida, con victorias y fracasos. Quiero que me recuerden como un gran competidor", cuenta a modo de despedida, porque tiene claro que ya ha hecho demasiados esfuerzos para poder decir adiós en Tokio. "Mi objetivo era despedirme aquí, la última prueba de los 50 km marcha. El Comité Olímpico no quiere que haya competiciones que duren más de dos horas y media. Mis circunstancias, eso sí, no son las que deseo".
El Bragado de los años 70 criado en un Madrid en ebullición por los cambios políticos era un niño inquieto, que probó "muchos deportes". Llegó a jugar a balonmano, pero al contrario de lo habitual prefirió la actividad física individual. "Me aficioné a las carreras de verano del pueblo. En el año 1985 me apunté a una escuela de atletismo pero fue en mi colegio de Vallecas donde di el salto y me especializo en la marcha atlética". Así, con ese afán, el atleta logró la clasificación para Barcelona 92: "Los deportistas nos ilusionábamos con ser olímpicos cuando salió elegida Barcelona. Fue un impulso". Todo era nuevo para el marchador, que vio como Daniel Plaza conseguía una de las medallas en las calles de la ciudad condal: "Para estar más tranquilos, nos llevaron al CAR de Sant Cugat a concentrarnos durante los Juegos. Recuerdo ver por televisión la primera medalla de José Manuel Moreno en ciclismo en pista en la cafetería del centro, con una televisión de tubo. La villa era en cambio una fiesta continua".
"Antes era cuanto más entrenaras, mejor; ahora se entrena lo que hace falta, con complementos como el gimnasio o en mi caso la piscina"
Un año después, en Stuttgart, Bragado consiguió el mayor éxito de su carrera, proclamarse campeón mundial. "Me pilló joven y no lo supe saborear. Creía que era el comienzo de una racha victoriosa". Y el marchador actuó en consecuencia. "Pensaba que los de Atlanta serían mis Juegos. Con mi mujer, nos compramos una casa en Lleida y me puse a entrenar con Jordi Llopart (medallista en los Juegos de Moscú en 1980), incluso después de Atlanta me trasladé a Calella o a El Prat de Llobregat", explica. Los entrenamientos de la época eran distintos a los de ahora. "Antes era cuanto más, mejor", advierte, mientras que hoy en día, a su edad y con los avances en el área de las Ciencias del Deporte, "se entrena lo que hace falta, con complementos como el gimnasio o en mi caso la piscina".
En estos 30 años en la elite del atletismo, García Bragado es testigo también de la evolución de la Medicina en el deporte, lo que le ha ayudado a seguir compitiendo al máximo nivel. "Hasta los 35 años era irrompible", explica, "pero a partir de ahí ya empiezas a tener problemas". Antes de 2010 ya pasó en dos ocasiones por quirófano, una de ellas fue la que le ayudó a ganar su última medalla en un Mundial, la plata en Berlín 2009. "Las operaciones me han permitido prolongar la carrera deportiva. He competido más en el siglo XXI que en el XX".
De las amarguras de Atenas y Sidney, en 1996 y 2000, García Bragado pasó a acariciar los podios olímpicos en Atenas 2004 y Pekín 2008, sin duda sus mejores recuerdos olímpicos. En la ciudad que vio nacer los Juegos, bajo un calor sofocante, el marchador acabó quinto y reconoce que quiso asegurar el diploma olímpico. "No quise arriesgar por miedo a la descalificación, pero podía haberme enganchado al grupo de las medallas". Más cerca incluso se quedó cuatro años después en los Juegos que recuerda con más cariño, ese Pekín inolvidable para los atletas en la presentación al mundo de la nueva China.
"Mi recuerdo olímpico fue entrar en el Nido de Pájaro con 38 años. Fue espectacular y en aquel instante creí que ese era mi despedida". Bragado finalizó cuarto en una carrera en la que compitió con el dorsal al revés a causa de los nervios en la salida, pero vivió otras experiencias en los primeros grandes Juegos de Usain Bolt, sin duda el atleta más relevante que ha conocido este deporte en las últimas décadas.
"Bolt era un atleta que solo estaba predestinada a ganar. Podía haber seguido, pero nadie quiere verlo quinto"
"Son fenómenos como los de Rafa Nadal en el tenis. La gente hace lo que sea para verlo. Supera lo deportivo. Para el atletismo internacional es un problema no poder tener un atleta que atraiga al gran público, es nuestra manera de competir con el fútbol, el tenis, el Tour… Bolt era un atleta que solo estaba predestinado a ganar. Podía haber seguido pero nadie quiere verlo quinto. Era su virtud", reflexiona con poso.
Después de Pekín, Bragado se implicó en política. Fue en Lleida cuando decidió afiliarse al Partido Popular porque "había situaciones que me desagradaban", pero fue en Sant Adrià de Besós, ciudad que le recuerda al barrio de Vallecas, donde llegó a formar parte de las listas y del ayuntamiento en 2011. No descarta en 2023 seguir, ya retirado como atleta profesional. "Mi proyecto futuro es recuperar mi profesión de podólogo, pero focalizado en el running".
La calma con la que Bragado analiza su vida y su carrera vira cuando se le pregunta por los Juegos de Tokio. Su mar interior se vuelve bravo. El madrileño se rebela, primero, a que el COI haya decidido suprimir los 50 kilómetros marcha. En este caso, por un vínculo emocional: "Esta distancia me lo ha dado todo. Debo aceptarlo, los tiempos van como van. En Barcelona 92 no había Facebook, ni Youtube ni otras plataformas… La gente joven quiere deportes nuevos, como el skate, el breakdance, el surf… Si unos entran, otros salen".
Pero se producirá otro sacrilegio. Tanto las pruebas de marcha como el maratón no se celebrarán en Tokio, sino en Sapporo, otra ciudad japonesa al norte del país, a 1160 kilómetros de la capital. Una aberración en toda regla. Bragado ya vio como en Londres 2012 su prueba no acababa en el estadio olímpico sino en el Palacio de Buckingham, incluso en Río de Janeiro junto a las playas de Copacabana. Pero lo de Tokio es "cambiar las reglas del juego".
"Kipchoge puede emular a Bikila. Llevar ese momento histórico a Sapporo no me parece acertado por parte del COI"
"Cuando solicitas hacer los Juegos es para organizarlos en tu ciudad, y ya sabemos las temperaturas. Nos alejarán del ambiente olímpico aunque sea distinto por la precaución de la pandemia. Un atleta como Kipchoge puede emular a Bikila, que ya ganó dos maratones olímpicos seguidos en Roma 60 y Tokio 64. Llevar ese momento histórico a Sapporo no me parece acertado. El comité organizador debió pelearlo más", explica con rabia, mientras no quiere aún valorar uno de los grandes récords que protagonizará el madrileño: superar los siete Juegos Olímpicos de la jamaicana Merlene Ottey, de Moscú 1980 a Atenas 2004: "Las lesiones te condicionan. Quiero ser prudente y valorarlo cuando todo acabe. Solo pienso en estar el 6 de agosto allí y poder acabar la prueba".
Si Bragado culmina su reto no solo pasará a la historia con su récord de participaciones, un legado que dejará en el atletismo mundial y en el deporte español, sino que seguramente se repetirán imágenes como las que ya vivió en atleta en Río y aún ahora le emociona: "Mis compañeros me estuvieron esperando en el comedor para hacerme un pasillo después de competir. Ya sabían que no iba a ganar medalla, pero estoy agradecido que la gente valore solo el hecho de seguir compitiendo. Eso es imborrable". Como su huella. La última marcha de Bragado será la Última Marcha.