Reportaje

Futbolistas y pluriempleados: así viven los españoles que juegan en Islandia

Cada año, decenas de jugadores de nuestro país emigran para perseguir su sueño de dedicarse al fútbol, alentados por unas condiciones salariales y laborales que nunca podrían encontrar en España fuera de las principales divisiones.

Blas Díaz
Blas Díaz
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La pasada temporada, más de una treintena de jugadores españoles compitieron en las tres primeras divisiones masculinas del fútbol islandés. Ni siquiera los países nórdicos pudieron igualar esa marca, y no es casualidad. Cada vez son más los futbolistas que ven en Islandia la oportunidad de vivir dedicándose al fútbol, un escenario difícil de cumplir aquí. Su sueldo es alto y los clubes les dan unas condiciones de vida inmejorables. A cambio, se les pide que sean las piezas que marquen la diferencia ante el estilo ‘rústico’ de los jugadores locales.

"No sabía dónde iba"

El fútbol en Islandia se desarrolla en los meses más cálidos del año. La competición, en las varias divisiones masculinas y femeninas, suele comenzar hacia mayo y terminar en septiembre. Por tanto, se abre una veda para que los futbolistas extranjeros acudan a competir allí en verano y regresen a sus países al terminar las ligas. Carla Martínez ha jugado tres temporadas en el Einherji, de la Segunda División femenina. Llegó a Islandia por primera vez gracias a un vídeo de sus mejores jugadas en YouTube. Su entrenador lo vio y quiso contratarla. Sus dos primeras campañas las enlazó con otro equipo universitario en Estados Unidos y posteriormente con el Lecce en Italia. “Se adaptaron a que yo llegara más tarde”, afirma. Todos sus meses eran en dinámica de competición, tanto en Islandia como fuera. Para esta tercera campaña, decidió quedarse el año entero en el país.

Carla Martínez en acción con el Einherji. Además, imágenes de ella en Islandia.
Carla Martínez en acción con el Einherji. Además, imágenes de ella en Islandia.

De una manera parecida llegó Vicente Valor al ÍBV Vestmannæyjar hace un año. A sus 22 se cansó de probar suerte en equipos de Tercera División y también se marchó a Estados Unidos con una beca universitaria. Jugó allí tres temporadas y, al graduarse, recibió la llamada del equipo islandés, recién descendido a la segunda categoría, para unas pruebas. Jugó dos amistosos en dos días y le acabaron firmando. “No sabía dónde iba. Simplemente fui a jugar dos partidos, volví a Estados Unidos a terminar la carrera y en febrero llegué a Islandia. A una islita pequeña con 4.000 habitantes”. Recaló en las Islas Vestmann, un rincón al sur que sólo está conectado con el resto del país por un ferry. De ahí surgió Heimir Hallgrímsson, el seleccionador que llevó a Islandia a los cuartos de final de la Eurocopa de 2016 formando tándem con el sueco Lars Lägerback y luego, ya en solitario, a clasificarse para el Mundial de 2018. Antes de su éxito, Hallgrímsson era dentista en las Vestmann. Vicente consiguió el ascenso a Primera con el ÍBV y se quedó en Islandia. Recibió una oferta del KR Reykjavík, el club más laureado del país, y se ha mudado a la capital con un contrato por tres temporadas. “Ahora mismo no pienso volver a España”, confiesa. Actualmente es uno de los jugadores extranjeros mejor valorados.

Los clubes ofrecen vivienda, transporte y segundo empleo

Los atractivos del fútbol islandés para los jugadores de fuera son sus facilidades. Hasta equipos de Tercera llegan a cubrir los gastos del transporte, ofrecer casa y un segundo trabajo que les permite ganar mucho más dinero que en sus respectivos países. Dependiendo del club, pueden dar incluso coche y comida. “Las condiciones están súper bien. Como para decir que no”, afirma Carla. Los trabajos suelen ser comunitarios, como cortar el césped o pintar bancos, o dentro del propio club. No suponen un gran esfuerzo y les ayuda a complementar su sueldo.

Borja López celebra el ascenso a 2ª en 2023 con el Dalvík/Reynir. Además, imágenes de él con sus alumnos y en su empresa de importación de fruta.
Borja López celebra el ascenso a 2ª en 2023 con el Dalvík/Reynir. Además, imágenes de él con sus alumnos y en su empresa de importación de fruta.

Borja López, canterano de Real Madrid y el Rayo Vallecano, y con paso en varios equipos de la Comunidad de Madrid como Pozuelo, Móstoles, Parla o Canillas, fichó por el Dalvík/Reynir de Tercera División en 2019. Empezó con estos trabajos comunitarios y entrenando a niñas y, como era graduado en Magisterio, acabó compaginando el ser futbolista con ser profesor en Dalvík, un pueblo de 2.000 habitantes al norte del país. “Me ayudó muchísimo, todos los niños te venían a ver al campo y luego estaba su jugador favorito dándoles clase. Me respetaban mucho”, narra. Después, Borja ha montado su propio negocio de importación de fruta desde España y sigue jugando en el mismo club, donde ya le consideran una leyenda. “Estaba pensando en dejar el fútbol, porque al final tengo muchas cosas que hacer con la empresa, pero no puedo. Al final vine por el fútbol y me es muy difícil dejarlo”.

“Las condiciones están súper bien. Como para decir que no”

Las facilidades no sólo son para los futbolistas, sino también para entrenadores y preparadores. Jaizkibel Roa fue portero reserva del Deportivo Alavés y el Mirandés pero no consiguió asentarse en el fútbol profesional. Conoció a su mujer, islandesa, en unas vacaciones en Benidorm y, cuando nació su primera hija, se mudó a Islandia. Había probado en el pasado en varios equipos y, cuando supieron que estaba viviendo en la isla, acabó como entrenador de porteros del Njarðvík en Segunda División. Empezó en las categorías inferiores y el club le costeó los gastos de la licencia para entrenar también a los porteros del primer equipo. “Cuando firmé les comenté que quería sacarme esto y me dijeron que me lo pagaban ellos y me lo ponían en el contrato”, cuenta. Su segundo trabajo es en el mantenimiento de una granja de pescado, pero aspira a dedicarse por completo al deporte.

Aunque en ocasiones el sueldo directo del fútbol puede dar para vivir, aceptan estos empleos para estar ocupados. “Es para mantenerte activa, para estar sin hacer nada en casa. Mi primer año estaba estudiando y no acepté nada”, relata Carla. Incluso, aunque el sueldo base sea suficiente, a los clubes les gusta que se involucren en estas actividades. “Ellos también quieren ver que te relacionas con la gente de la isla”, dice Vicente, que también entrena a un equipo de infantiles. “Como tienes todo el día, ¿por qué no vas a trabajar? Si es que no tienes nada que hacer. ¿Qué te cuesta ir a entrenar con los niños?”, añade.

Jaizkibel Roa entrenando a los porteros del Njardvík... y trabajando en la granja de peces.

Buscan en los españoles la calidad que falta en los jugadores locales

Los islandeses son vikingos para todo, incluido el fútbol. Según los jugadores, el nivel de la Besta, la Primera División, se encontraría en España entre la Primera y la Segunda RFEF. En cambio, el estilo de juego no tiene nada que ver. Tienen mucha influencia de la Premier, la liga que más siguen por televisión. Los partidos son un ida y vuelta constante en el que se impone el físico. Vicente corría el año pasado con el ÍBV entre 11 y 12 kilómetros por partido. “Acabábamos fundidos”. Los jugadores islandeses tienen un físico envidiable pero flaquean en lo técnico y, sobre todo, en lo táctico. Es precisamente por esto, según Carla, por lo que contratan a extranjeros. “Buscan ese punto de calidad, de pausa o de organización que sea diferente. Los suyos ya tienen el físico. Entonces, si quieres ir a competir y hacer más cosas, necesitas gente de fuera”.

Jaizkibel Roa entrenando a los porteros del Njardvík... y trabajando en la granja de peces.
Jaizkibel Roa entrenando a los porteros del Njardvík... y trabajando en la granja de peces.

Gran parte de esto se debe a dos factores. El principal es el modo de vida de los islandeses. La mayoría, sobre todo fuera de Primera, también tiene sus propios trabajos y luego, cuando no hay fútbol, practica otros deportes. Jaizkibel ha sido varias veces campeón de fútbol sala en Islandia y su equipo estaba un escalón por encima del resto porque era el único que se dedicaba al completo a esa disciplina. “Todos los demás equipos juegan a fútbol once en verano. Como no juegan en todo el año a fútbol sala, al final te los comes”, comenta.

La otra causa es el tiempo. Muchos equipos cuentan con pabellones indoor con césped artificial para entrenar, pero nadie puede escapar del frío. “No puedes parar el entrenamiento en pleno invierno, a menos cinco grados, y hacer un ejercicio táctico. Te mueres de frío”, lamenta Borja. Y aunque la competición se lleve a cabo en los meses de verano, sigue habiendo muchos días donde el clima hace acto de presencia con tormentas, nevadas y mucho viento. “Hubo un partido que jugamos en casa y cuando el portero chutaba el balón no salía del área por el viento. Increíble. Chutaba y se metía al córner. Era así todo el rato”, recuerda Vicente. Al final, los extranjeros se tienen que adaptar a que cada control, cada pase y cada disparo pueda no salir al 100% como planean.

Los jugadores islandeses tienen un físico envidiable pero flaquean en lo técnico y táctico.

Algo que destaca muy positivamente es que, pese a que el juego es muy físico, siempre hay respeto. Borja ha jugado con el Dalvík/Reynir muchos años en Tercera y Segunda y admite que “no se hace ‘teatro’ como en España” ante una entrada fuerte, una visión que Vicente, que también ha jugado en Segunda y ahora lo hará en Primera, comparte. “Aquí no hay maldad. Si te pegan un palo, te dan la mano. O si tú pegas un palo, le das la mano al rival, le levantas y seguís como si nada”. Esa fraternidad se traslada fuera del terreno de juego. Sobre todo en el fútbol femenino suelen hacer el ‘tercer tiempo’. “Si tú vas al campo de alguien, te invitan y coméis todas juntas”, cuenta Carla.

Vicente valor en acción en el KR Reykjavík, su actual equipo, y pasando frío en el duro invierno islandés.

Vivir en la isla todo el año es un reto

Islandia no es para cualquier futbolista, pero tampoco lo es para cualquier persona. Aunque muchos jugadores sólo pasen allí el verano, el ‘shock’ es muy grande y más en pueblos alejados de la capital, algo que se acentúa para quienes deciden quedarse a largo plazo. No lo es por el idioma, ya que los islandeses dominan el inglés, sino por las relaciones. Suele haber muchos momentos de soledad y para quienes llegan solos, como Vicente, hace falta mucha fortaleza mental para acostumbrarse. “Tienes que buscar algo que hacer. Si te quedas aquí sin hacer nada, encerrado entre las cuatro paredes, te mueres”.

Vicente valor en acción en el KR Reykjavík, su actual equipo, y pasando frío en el duro invierno islandés.
Vicente valor en acción en el KR Reykjavík, su actual equipo, y pasando frío en el duro invierno islandés.

Esto se nota más en los meses de invierno, cuando apenas hay horas de luz. A Vicente le ha coincidido, además, con las primeras semanas de pretemporada en su nuevo club y entrenando con una sensación térmica de –15 °C. “Aquí amanece a las once. Salgo de casa a entrenar a las diez y es de noche, no se ve ni pizca de luz. Y luego anochece a las cuatro. Se nota muchísimo”. Carla, de hecho, ha aprovechado que su equipo le ha dado cierta libertad para viajar a Estados Unidos y a España. “Lo vas notando internamente. Es muy difícil quedarte todo un año ahí”.

El sacrificio para jugar en Islandia y asentarse es enorme, pero su recompensa está más que a la altura. Este año se espera que, otra vez, muchos españoles hagan sus maletas y prueben fortuna en la isla. Algunos regresarán cuando acabe el verano, como Carla en sus primeras campañas, con unos buenos ahorros. Otros, como Vicente, intentarán quedarse y pasar los meses fríos para seguir persiguiendo su sueño. Y habrá quien, como Jaizkibel y Borja, logre construir una nueva vida. A este último, se lo avisan. “Todo el mundo nos dice a mí y a mi pareja que, cuando tengamos un hijo, ya no nos iremos”.

Coordinación:
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Redacción:
Blas Díaz.