En nuestro país, el delantero brasileño vistió las camisetas de Barcelona y Valencia. Varios excompañeros atienden a este diario para recordar la figura de un genio.
"De los jugadores te acuerdas de sus partidos, pero de los grandes rememoras hasta los entrenamientos", decía Miguel Ángel Nadal sobre Romario de Souza Faria (1966, Río de Janeiro, Brasil). Tal vez, no haya mejor forma de describir al astro brasileño. En un fútbol actual donde el físico y la táctica se imponen sobre el talento individual, 30 años atrás, Romario aterrizó en España como un regalo constante para la retina del espectador. En nuestro país vistió las camisetas de Barcelona y Valencia. Varios excompañeros atienden a Diario AS para recordar la figura de un genio.
En el verano del 93, cuando, una temporada antes, el Barça ya se había desquitado la ‘espinita’ de ser grande en el Viejo Continente tras ganar ante la Sampdoria su primera Copa de Europa, Romario apareció como la última pincelada de un equipo de museo: El 'Dream Team' de Johan Cruyff.
Después de erigirse en la gran estrella joven de Brasil en Vasco da Gama y brillar por encima del resto durante cinco temporadas en la Eredivisie con la camiseta del PSV, el técnico neerlandés le fichó para evolucionar el sistema, renunciar a la figura del falso 9 y fortalecer el trío formado por Koeman, Laudrup y Stoichkov. Aún con la regla de solo poder alinear a tres extranjeros en el once titular, holandés, danés, búlgaro, y brasileño lucharían por un puesto. Y si había dudas sobre la apuesta por un delantero de área, Romario se encargó de disiparlas con, posiblemente, el debut más impactante de siempre ante la Real Sociedad: “Llegó, dijo que haría treinta goles y cumplió”, recuerda Guillermo Amor.
“La noche siempre ha sido mi amiga. Cuando no salgo, no marco"
La magia en el verde se compaginaba con las salidas nocturnas y su bohemio estilo de vida. “La noche siempre ha sido mi amiga. Cuando no salgo, no marco", afirmó Romario en Valencia. En la Ciudad Condal, cuenta la leyenda que el club le puso un detective para controlar sus pasos. “Sé que te han puesto para seguirme. Esta ronda te la pago yo, que te va a costar un riñón la noche", le llegaría a decir el brasileño.
Pese a ello, cada mañana, cuando estaba el balón en juego en los entrenamientos, disfrutaba como cuando era niño en la favela de Jacarezinho: “Él sabía que era diferente y tenía cosas peculiares que la gente tenía que entender. Aún teniendo un gran físico, no le gustaba trabajar la parte física. A él le encantaba jugar”, comenta Miguel Ángel Nadal. “Creo que debió disfrutar mucho porque le encantaba estar en contacto con el balón y en nuestros entrenamientos el balón era el gran protagonista”, declara Amor.
En los entrenamientos, Cruyff impuso su modelo a través de los rondos y los partidos en espacio reducido. Ahí, O Baixinho era imparable: “Para él era muy fácil abusar en los partidillos. Cuando tenía el día era imparable, regateaba cuando quería y como quería. Era algo fuera de lo normal”, confirma Luis Cembranos.
“Regateaba cuando quería y como quería. Era algo fuera de lo normal”
Quizás, en la temporada 93/94 se vio al mejor Romario. El brasileño realizó 32 goles y dejó un sinfín de actuaciones y recursos para el recuerdo. Su exhibición ante el Atlético de Madrid, la vaselina a Osasuna a pase de cuchara de Laudrup o la remontada contra el Dinamo de Kiev, la “magnum opus” del 'Dream Team': “Nunca vi a un equipo jugar mejor”, certificó el de Río de Janeiro sobre el encuentro.
Pero ninguna tan icónica como la ‘cola de vaca’ frente al Real Madrid. El regate a Alkorta y la definición ante Paco Buyo conforman un conjunto artístico difícil de superar. Óleo sobre lienzo. “Todos tenemos esa jugada dentro del recuerdo. Fue un partido especial. Era el primer Clásico de Romario y marcó tres goles. Creó una jugada que no existía”, rememora Nadal.
En el choque de vuelta, en el Bernabéu, con el cuadro culé inmerso en pleno pulso por el liderato con el Deportivo de la Coruña, Romario firmó uno de sus partidos más grises con la elástica blaugrana debido al secuestro de su padre: “Habló con nosotros y demostró quién era Romario, afrontando grandes problemas y poniéndose al servicio del equipo en momentos tan complicados”, explica Guillermo Amor.
Romario y la Copa de Europa nunca se pudieron dar la mano
Aquella campaña, el delantero alzó al cielo de Barcelona el título de Liga y se coronó en la cima del planeta fútbol ganando el Mundial de 1994. El único pero, la debacle de Athenas contra el Milan. Romario y la Copa de Europa nunca se pudieron dar la mano.
En Grecia se acabó buena parte del Barça de Cruyff y de lo que fue el carioca para la entidad. La disciplina europea y la nostalgia hacia su país de origen provocó que forzase su marcha al Flamengo en enero del 95. La crónica de una muerte anunciada desde verano, cuando prolongó sus vacaciones más de lo permitido y el entrenador neerlandés le obligó a entrenarse en solitario por la montaña de Collserola. El castigo de Cruyff a un hijo que le había desobedecido. Aunque Romario ya se lo había advertido antes: “Tú no eres mi padre”.
El empeño de Paco Roig propició que su sueño de verle como valencianista se convirtiese en realidad. Romario dio una segunda oportunidad a España y recaló en Mestalla en 1996: “Fue una sorpresa y una alegría enorme tenerle en la plantilla”, asegura Fernando Gómez, el jugador con más encuentros disputados en la historia del club. “En los entrenamientos disfrutaba viéndole regatear y marcar goles. Cuando lo tenía en contra no quería hacerle ni falta. Hacía cosas que para nosotros eran las más difíciles del mundo. Era un jugador diferente, uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol. Está entre los cinco mejores jugadores que ha dado la liga brasileña”, manifesta Iván Campo.
“Por un Valencia campeón”, era el lema con el que Roig se ganó a la afición en las elecciones a la presidencia. El empresario quería competir de tú a tú con Real Madrid y Barcelona y la incorporación de Romario invitaba al optimismo.
“Quizás Luis no estaba contento con su rendimiento y tampoco sabíamos las demandas de Romario”
Sin embargo, la ilusión por su fichaje se fue desvaneciendo por sus continuos enfrentamientos con Luis Aragonés. El Sabio de Hortaleza nunca entendió la filosofía del brasileño. Para la historia quedarán el “Míreme a los ojitos” del técnico o el “O sigo yo, o él” del jugador. “Era una relación fluida. Luis tenía esa transparencia con todos. Lo que te tenía que decir a ti, se lo decía de la misma forma a Romario”, expone Iván. “Siempre esperas que se resuelva de la mejor manera posible. Quizás Luis no estaba contento con su rendimiento y tampoco sabíamos las demandas de Romario. Lo vivimos un poco al margen. Estábamos centrados en la competición”, asevera Gómez.
Jamás llegaron a comprenderse. Aquel pulso lo ganaría Luis. En octubre, Romario se marchó cedido al Flamengo para apagar el fuego y solucionar el conflicto: “Nosotros teníamos que continuar con lo que teníamos y si la mejor solución era esa…”, expresa Fernando.
En noviembre de 1996, Luis Aragonés abandonó el Valencia y su sustituto sería Jorge Valdano. El técnico argentino, quien había catalogado a O Baixinho como “un jugador de dibujos animados” cuando dirigía al Tenerife, pidió su vuelta. Romario encontró en Valdano un refugio para volver a brillar. En pretemporada, con el delantero implicado y marcando goles, todo parecía encajar. Hasta que llegó el partido contra el Flamengo en el Trofeo Naranja. Al intentar una chilena, se lesionó de gravedad. Nada volvería a ser igual.
Romario encontró en Valdano un refugio para volver a brillar
La recuperación fue el principio del fin. Romario se marchó a Río de Janeiro y en Valencia las cosas no iban bien. Tras dos derrotas en las dos primeras jornadas, la gota que colmó el vaso fue el error de Valdano en Santander al introducir en el campo a cuatro jugadores extracomunitarios.
El argentino fue destituido y el brasileño se quedó sin su principal valedor. El club apostó por Ranieri, un entrenador de perfil diferente y con un estilo de juego opuesto. “Romario era un jugador de área y nosotros jugábamos con el delantero bastante alejado. El estilo de juego no le acompañó”, explica Gómez. A Romario nunca le gustó el italiano. “Es de llorar. El Valencia está jugando fatal”, dijo. La situación era insostenible y el ariete volvió al Flamengo para poner fin a su trayectoria en España.
“Introvertido”, “tímido” y “peculiar” en el vestuario. Rebelde fuera de él. En el verde, no hay adjetivos para describirle. “La pregunta sería cómo pudo dejar tanta huella en tan poco tiempo. Y es porque tenía algo especial que atraía a la gente. Es la demostración de que era un grande, un futbolista estrella”, afirma Amor. “Romario hizo cosas que nosotros ni soñando hubiésemos podido hacer. Hay jugadores muy buenos y luego están los jugadores especiales. Romario está dentro de este grupo”, dice Nadal. “Era un jugador de otra galaxia”, declara Cembranos.
Para explicar su carrera, Romario suele decir: “Cuando nací, Dios apuntó con el dedo y dijo ‘ese es’". Puede que no haya mejor definición. Romario fue un elegido enviado para marcar una época. Su recuerdo es infinito.