Iribar, 80 años de la leyenda más grande del Athletic
Iribar, 80 años de la leyenda más grande del Athletic

EFEMÉRIDE

Iribar, 80 años de la leyenda más grande del Athletic

El mítico exguardameta sopla las velas hoy mientras su figura sigue agigantándose hasta el infinito

El Athletic podría debatirse entre dos cumpleaños. En este 2023 celebra el 125 aniversario de su fundación. Y hoy festeja por todo lo alto las 80 primaveras de la leyenda más grande que ha alumbrado la entidad. Iribar ocupa el primer peldaño de un podio en el que hay futbolistas que han dejado una huella imborrable, como el recientemente fallecido Txetxu Rojo, o Pichichi, Zarra, Gainza... Esta semana todos los porteros de Bizkaia vestirán de negro en homenaje al que consideran, seguro, su maestro. 

El mayor emblema de la extensa historia del club rojiblanco nació en Zarautz el 1 de marzo de 1943. Nadie ha llegado ni de lejos a sus 614 partidos como león, en 18 temporadas, con 667 tantos encajados. Rojo se quedó en 541. Iribar medía 1,84 y era muy bueno en el juego aéreo. Una de sus grandes virtudes fue la colocación, siempre perfecta. Vestía de riguroso negro, como si condenara a los delanteros antes de tiempo. El saque con la mano era su gran especialidad: ponía el balón casi hasta medio campo, lanzaba los contraataques como nadie. Lo suyo era la sobriedad, se lanzaba a la escuadra sin palomitas ni estridencias. Había que intentar batirle desde fuera del área, ya que dentro se hacía muy grande e imponía mucho respeto. Le encantaba blocar la pelota, nada de despejes.

La figura del Txopo trasciende a las décadas de los 60 y 70, en los que regaló al mundo un magisterio para la eternidad bajo los palos. Iribar es en la actualidad embajador del Athletic. Una estrella que paraliza los rincones por donde pasa, algo así como Di Stéfano en sus últimos años como presidente de honor en el Real Madrid. Anda renqueante: un problema de cadera le obliga a caminar ayudado por un bastón, algo que está dispuesto a solucionar con una prótesis. Sus ojos brillan pensando en que el equipo alcance un título de Copa 39 años después, porque es mucho, media vida para él, de desierto, de no poder zarpar la Gabarra.

Una pelota, su primer regalo

Nació el día del Santo Ángel de la Guarda y por eso se llamó José Ángel en lugar de José Benito, como su abuelo. Lo primero que le regalaron los Reyes fue una pelota y no se separaba de ella. El fútbol de antes se imaginaba, no llegaba a los hogares a través de mil plataformas televisivas como en la actualidad. Lo que más le gustaba a José Ángel era ir a la peluquería para leer todas las revistas deportivas que tenían. Y se quedaba clavado ante la radio con las narraciones de Matías Prats, fabulando mil historias con él de protagonista. Su padre era de familia tradicionalista y su madre, nacionalista. Así que en casa no se hablaba nada de política. Se juntaban muchos en la mesa, a veces diecisiete, y se organizaba entre todos el trabajo en el caserío.

En el tiempo que tenía libre echaba una mano en todas las labores. Sobre todo, en verano, en la recogida. Araba delante del caballo o el burro. Iba a los maizales, a las alubias... y trabajaba denodadamente con la azada. Segaba casi todas las tardes para recoger hierba y dársela a los animales. Hasta los catorce años, no paró. Y, mientras lo hacía, competía consigo mismo, por ejemplo, subiendo escaleras. Tenía que llevar sacos de patatas al desván y se proponía hacerlo en el menor tiempo posible subiendo los escalones de tres en tres. “Me encantaba hacerlo rápido, entre otras cosas, porque así tenía más tiempo para luego irme a jugar”, sostiene.

Era una vida muy lúdica. Por entonces había mucha necesidad, pero no faltaba un plato de comida en la mesa. Lo que se recogía en la tierra se vendía en la plaza y cuando mataban al ganado, era cuando más dinero entraba en casa. Les daba para vivir y su madre era una cocinera excelente. El propietario del caserío era un señor de Azpeitia que terminó regalándoles el inmueble y unos terrenos. Su abuelo le caía muy bien después de tantos años trabajando esas tierras, se las dejó en herencia.

Ese es el origen de la leyenda, en Zarautz, en el caserío Makatza, la casa solariega de los Iribar que ha servido de lugar de peregrinaje durante años de algunos devotos de El Txopo. Los clubes de fútbol solo podían realizar fichajes de este tipo con el permiso de la familia. Su abuelo decidió reunirles a todos en la cocina un buen día. El debate era claro: el mocetón debía terminar el curso de tornero o probar suerte en el fútbol. Una vez hizo una pieza con el torno, un día en el que estaba agobiado, y el dueño de la empresa le dijo que mejor que se dedicase al fútbol. Tenía cuatro hermanas. Sus tías se oponían a que se dedicara al deporte. Su madre y las hermanas no lo veían mal, aunque tampoco lo tenían claro, porque el muchacho era el primogénito, es decir, quien debía seguir adelante con las tareas del caserío. Sus tíos, más futboleros, le apoyaban. Al final decidieron que le daban un año, si no cuajaba, volvía a los estudios y a trabajar en el caserío.

Su llegada al Athletic y su debut

Ganó el fútbol en ese cónclave y ese paso quedará para la historia. El joven Iribar viajó por primera vez a Bizkaia, meses después de que la Real Sociedad le hiciera una prueba y descartara su fichaje. Estaba descargando hierba en Zarautz, le vio Salvador Etxabe, que era del Athletic y se encontraba cedido en el Basconia, por entonces en Segunda, y le dijo que si quería hacer una prueba. No lo hizo nada bien. Tenía un divieso infectado en el codo y no se podía tirar sin hacerse daño. No entusiasmó a los ojeadores. Entonces, Piru Gaínza, que estaba contratado como consejero, les dijo que lo cogieran. Le dijeron que no había hecho nada, pero a él le llamó la atención su saque, cómo ponía la pelota muy lejos con la mano. Luego otro Etxabe que había sido portero del Basconia le vio atrapar un balón elevado y, al verlo saltando con los brazos estirados, dijo: “¡Parece un chopo!”. Ahí se le quedó el mote.

Llegó en 1961 al Basconia, con 18 años, a cambio de ocho mil pesetas y una habitación en la pensión Ibarrondo de Basauri. Puso pie en tierra en la estación de Atxuri, tras viajar en tren. Todo el tiempo que permaneció en el club de Basauri lo pasó en ese alojamiento, al cuidado de Julián y Mertxe, con quien luego le uniría una gran amistad. Su día a día transcurría entre el campo y el humilde alojamiento. Cuando salía era únicamente para ir al cine. Incluso después de que le fichara el Athletic siguió en aquella pensión, hasta que se casó.

El club basauritarra tenía un convenio de colaboración con el Athletic. Sus actuaciones llamaron la atención del Barcelona, que le planteó una oferta. Kubala se lo quiso llevar por tres millones de pesetas. El presidente del Basconia, Juan Alonso, un chatarrero caracterizado como duro dirigente en las negociaciones, lanzó un órdago al equipo rojiblanco: "O pagáis un millón de pesetas, o se va al Barcelona". El Athletic cedió a la exigencia, pero rompió sus relaciones con el Basconia. Hoy en día ambas entidades se llevan muy bien.

El debut como león llegó muy pronto, mucho antes de lo esperado, el 23 de septiembre de 1962. Fue en la segunda jornada de Liga, por la lesión del guardameta titular Carmelo Cedrún. El Athletic viajó a Málaga para ese partido. Ángel Zubieta no tenía ninguna intención de darle la alternativa al Txopo, pero Cedrún se hizo una herida en la cabeza y tuvo que saltar al césped sin previo aviso. Se puso los guantes y durante los 29 minutos que faltaban para acabar, defendió por primera vez la portería rojiblanca. El Athletic perdía por 2-0 cuando Iribar apareció por el campo malagueño, y el marcador ya no se movería más.

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Zubieta no cambió de portero en la Liga hasta las dos últimas jornadas del campeonato contra Betis y Real Madrid, ambos partidos saldados con derrota. Cedrún seguía siendo el meta titular, mientras Iribar esperaba paciente y disciplinadamente su oportunidad. Lo que sí resultó una pena para él, algo que siempre ha llevado muy dentro, es que su padre no le pudo ver debutar como león.

Estuvo noventa días enfermo por unas fiebres tifoideas que a punto acaban con su vida

Pero esta leyenda pudo quedarse en nada desde su origen. Estuvo noventa días enfermo por unas fiebres tifoideas que a punto acaban con su vida. Le hicieron multitud de pruebas, pero no acertaban a diagnosticar la enfermedad. Así que hasta Zarautz se fueron los médicos del Athletic, Angulo y Barrallo. Ambos le examinaron y, preocupados, decidieron llevarle a Bilbao. Una ambulancia le trasladó de manera urgente al hospital de Basurto y allí sí recibió un diagnóstico. Finalmente pudo salir adelante. Acabó necesitando transfusiones de sangre. Hicieron donaciones empleados de El Corte Inglés. Pichichi murió por esta misma enfermedad. José Ángel perdió dieciocho kilos. También dio las gracias a los jesuitas que rezaron por él. “Me hicieron ir a darles un mitin en la iglesia”, suele bromear. Después de aquello cambió su mentalidad, vio la vida de otra manera, no se encerró tanto en el deporte.

One club man y su admiración por Yashin

Una vez que cogió la titularidad, nadie le desplazó. Todos los que vivieron a su sombra asumían su jerarquía, resultaba imposible estar a su altura. Víctor Marro fue uno de los eternos suplentes que le veían desde el banquillo: "Cuando yo iba por ahí y me presentaba a alguna persona conocida diciéndole que era Víctor Marro, siempre se quedaban con dudas. Le decía después que era el suplente de Iribar y exclamaba: ¡Ah, sí! Así que, para mí, ser suplente de Iribar, ha sido muy bonito. Siempre presumo de haberlo sido", relata ahora Marro.

José Ángel fue un portero que se mantuvo fiel a su club, aunque hubo cantos de sirena del Real Madrid. Uno de los momentos claves de su carrera llegó en 1964, con la victoria en la Eurocopa de 1964, el 21 de junio, ante la Unión Soviética. Lograron una prima que le dio para comprarse el Simca 1000 con el que se fue de viaje de novios a la isla de La Toja, en Galicia. Allí le conocían bien, puesto que había atrapado al Ourense nada menos que cuatro penaltis. En la final continental, disputada en el Bernabéu y decidida por Marcelino en el tramo final, el Txopo se enfrentó a su gran ídolo, Yashin, del que copió la vestimenta negra. 

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“Yashin venía con una fama tremenda, se vestía todo de negro, y era un muy buen portero, no estoy diciendo que no, pero no teníamos muchas referencias de él ni de su selección, porque no salían mucho a jugar al extranjero. Nos preguntábamos: cómo sería. Pero el mejor no era el de negro, era el nuestro, para mí, un portero mucho mejor que él”, presume Luis Suárez, el único Balón de Oro nacido en España.

“Sabíamos que, si marcábamos un gol, teníamos muchas posibilidades de ganar, porque atrás éramos muy buenos e Iribar nos daba enorme confianza”, añade el gallego. "Fue todo un acontecimiento, la política puso la final en primer plano, en la España de Franco ante los rusos y 100.000 personas en un estadio caliente. José Ángel dio todo lo que tenía, al igual que el resto del equipo. Fue un partido muy emocionante", agrega.

"No me atreví a pedirle la camiseta. Lo hizo Paquito"

Idolatraba a Yashin

El Txopo quería a toda costa la camiseta de su ídolo, de la Araña Negra. "No me atreví a pedírsela. Lo hizo Paquito. Fuera del campo yo era muy tímido, dentro me transformaba. Una vez en el césped, me entraban ganas de que empezase todo y de que llegasen los mejores a tirarme. Paquito fue suplente ese día y después del partido, me llevó a su vestuario a pedírsela”, explica. Yashin fue muy amable y le dio la camiseta, que era la del Dinamo, no la de la URSS. “Años después veía yo la camiseta y tenía dudas de qué me había dado, pero repasando las imágenes, sí que es verdad que jugó la final con la del Dinamo. Entonces era así. Yo también le entregué años después la mía a un portero griego que me la pidió, el del AEK de Atenas, y el tío jugó una eliminatoria de Copa de Ferias contra el Ajax con mi camiseta de la selección con el escudo del águila. No había tanta rigidez, solo tenía que ser una camiseta distinta y punto”, rememora.

Iribar disputó 49 partidos con la selección española. Debutó un 11 de marzo de 1964 en el Sánchez Pizjuán. Fue un duelo ante Irlanda. Eran los cuartos de final de la Eurocopa de 1964, entonces denominada la Copa de Europa de Naciones. Disputó los tres partidos del Mundial de Inglaterra de 1966, ante Argentina, Suiza y Alemania Federal, en los que recibió 4 goles. Por entonces se aficionó a Frank Sinatra, especialmente a la canción 'Extraños en la noche'. En aquella época los porteros todavía no usaban guantes. José Ángel empezó a usarlos con agua, se obsesionó con unos que había visto a Gordon Banks, verdes, muy ajustados y no cejó hasta comprarlos. Fue Kubala el que decidió que su etapa con la Roja llegara a su fin.

Llegó en 1969 contra el Elche. El Athletic llevaba once años sin conseguir ningún título y tenía muy recientes las finales perdidas en 1966 y 1967

Su primera Copa

La figura del exportero zarauztarra es tan grande que hasta parte de ella se forjó de una forma atípica, con una derrota. La primera vez que la afición coreó el célebre 'Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo, como Iribar no hay ninguno” fue tras una derrota, y lejos de Bilbao, en el Santiago Bernabéu. Ocurrió el 30 de junio de 1966, cuando el Athletic disputó la final de la Copa del Generalísimo ante el Zaragoza de los Cinco Magníficos. Santos, Villa, Lapetra, Marcelino y Canario formaban una delantera temible en el equipo aragonés, que partía como favorito. La tarde se presentaba aún más complicada para el Athletic, ya que Gainza, que estaba al frente como técnico, tenía una defensa de circunstancias, por la ausencia de tres titulares: Orue, Etxeberria y Txutxi Aranguren. Todos pronosticaban una goleada, pero el partido terminó 2-0 para el Zaragoza. Pese a tanta dosis de amargura, los 30.000 aficionados que se habían desplazado desde Bizkaia para presenciar el encuentro dedicaron cánticos al Txopo tras una tarde en la que protagonizó un recital de paradas. Lo blocó casi todo. Sus compañeros Txetxu Rojo, Argoitia, Koldo Agirre o Fidel Uriarte, le mantearon y le sacaron en volandas del estadio. Sus rivales le felicitaron. "Perdimos, pero a la gente le gustó mi actuación, y a falta de poder celebrar el triunfo, la tomaron conmigo y me sacaron a hombros", explicó años después el propio cancerbero.

Un año antes, en la plaza de toros de Pamplona, durante los Sanfermines, una gran actuación de Santiago Martín, el Viti, empujó a los mozos de las cuadrillas a inventarse una canción que rezaba: "¡El Viti, el Viti es cojonudo, como el Viti no hay ninguno!". Los seguidores del Athletic adaptaron esa canción el día en el que Iribar se doctoró en el coliseo del Madrid. El origen de un mito. “Iribar, Iribar, Iribar es...”.

"Es la leyenda del Athletic, incuestionablemente. Va a perdurar para toda la vida como símbolo del Athletic"

De la Fuente

Ese cántico se perpetuó durante toda su carrera y se escuchó por última vez en un estadio el 5 de junio de 2013. Fue el día de la despedida del viejo San Mamés, que antes de ser derribado acogió un amistoso entre el Athletic y un equipo compuesto por jugadores de Bizkaia. Aquella noche, los 40.000 espectadores que abarrotaron el campo vieron saltar a Iribar al verde, tocar el larguero de la portería, como hacía siempre cuando vestía de corto, y disputar los últimos minutos del encuentro con su mítica camiseta negra y el dorsal 1 a la espalda.

El Txopo ganó dos Copas, fue Zamora en una ocasión y estuvo presente en el inolvidable subcampeonato de la Copa de la UEFA en 1977. Le quedó la espina de no llevarse una Liga. La primera Copa llegó en 1969 contra el Elche. El Athletic llevaba once años sin conseguir ningún título y tenía muy recientes las finales perdidas en 1966 y 1967, ante Zaragoza y Valencia, respectivamente. El equipo rojiblanco nunca había padecido una sequía semejante. Para el portero de Zarautz era el tercer intento para lograr este título. Vencieron la final disputada en el Santiago Bernabéu por un gol a cero. El conjunto rojiblanco, entonces conocido como el Atlético de Bilbao por exigencias del guion político, hizo buenos los pronósticos. El Elche, por su parte, vivía en aquel momento el punto culminante de su edad dorada. Tras casi una década asentado en la Primera División, obtenía por primera vez el pase para una final de Copa, el mayor hito de su historia.

La final se disputó el 15 de junio de 1969. Al entrenado del Athletic, Rafa Iriondo, no le hacía mucha gracia eso de que señalaran al Athletic como favorito. Juan Manuel Asensi, el que posteriormente se hizo estrella en el Barça, militaba entonces en el equipo ilicitano. “Sabes que es una oportunidad histórica porque eres humilde. La derrota duele más porque es más difícil desquitarte el año siguiente o el otro. De hecho, el Elche nunca más ha vuelto a disputar una final”, recuerda el exinternacional. “Fue un partido precioso, porque nosotros jugábamos muy bien al fútbol de la mano de Máspoli y el Athletic era un equipazo y el rey de Copas. Era David contra Goliat, pero tuvimos nuestras opciones”, rememora el alicantino.

Otro pasaje histórico con Iribar tuvo como protagonismo una ikurriña. España vio con asombro cómo el 5 de diciembre de 1976 los capitanes de la Real Sociedad y el Athletic saltaron a Atotxa sosteniendo la bandera vasca antes de un derbi. La Transición aún no había comenzado cuando Kortabarria e Iribar encabezaron una imagen histórica y aquello se tomó casi como un desafío. "Se decía que la ikurriña no era una bandera legal, que solo representaba a un partido...  Incluso el director del periódico La Voz de España en San Sebastián organizó un concurso para dictaminar qué bandera tenía que adoptar el País Vasco", relata Iñaki Anasagasti, un histórico del PNV.

Y en ese contexto, Manuel Fraga, que era ministro de Gobernación, aludió desde Venezuela, done tenía programado un viaje oficial que "antes de permitir exhibir esa bandera (la ikurriña), pasarán por encima de mi cadáver". Casi medio siglo después, Kortabarria lanza un relato sobre los sucedido: "Después de la larga dictadura de Franco, todos estábamos para apoyar y hacer algo. Nosotros éramos parte del pueblo. Yo siempre me he sentido así, y nos veíamos en la obligación de aportar algo. Y fue lo de la ikurriña".

El excapitán de la Real en aquel 1976, recuerda que una de las claves de lo que hicieron fue la discreción. "Muchos compañeros ni lo sabían", reconoce. El personaje clave en el comienzo de esta historia es otro jugador de la Real, Josean De la Hoz Uranga. Su hermana confeccionó la bandera. Fue una odisea trasladarla hasta el campo, la tuvo que esconder atada al tubo de escape del coche. Así fue cómo De la Hoz la pudo llevar hasta Donostia, pero allí se encontró otro problema. La policía le paró cerca del estadio y registró su coche. Por suerte, no encontró la bandera. Así que el jugador siguió adelante, aparcó, se bajó del automóvil se acercó desde la calle a la ventana del vestuario local de Atotxa y la coló.

"Nos lo ofrecieron una hora y media antes del partido. Lo consultamos, a ver si era el momento bueno, y sí que había cierta sensibilidad en ese sentido. Si hubiera habido alguien que no estuviera de acuerdo, no lo habríamos hecho, pero decidimos todos que sí”, detalla Iribar.

El último escollo que les aguardaba era la salida al campo. Hablaron de cómo sacarla sin que se la quitaran antes, porque en Atotxa en el túnel de vestuarios hay que bajar unas escaleras, solo había sitio justito para salir y estaba todo lleno de grises. Ese día se hacía un homenaje a Gaztelu, había animadoras y de todo. “Teníamos miedo de que nos la quisiesen quitar al salir, entonces Uranga, que estaba lesionado, la cogió y se puso en la grada. Cuando aparecimos, saltó, nos la dio y salimos los capitanes con ella. Hubo una reacción de la gente impresionante”.

Poco tiempo después se legalizó la ikurriña. “Nuestro gesto fue un paso para que se abriera un poco la ventana”, destaca Kortabarria. En efecto, público recibió el gesto con empatía y un enorme aplauso y, aunque los futbolistas aún temían ser detenidos, no ocurrió. De la Hoz contó años después que llegó a enterarse de que sí se telefoneó al Gobernador Civil desde Atotxa para informarle de lo que estaban haciendo los dos capitanes, pero que este dio la orden de no actuar.

Once años después, en 1977, Iribar tuvo que lidiar con un curso casi dramático. Los títulos de Liga se resistían desde tiempo atrás al Athletic. Y en esas, apareció el equipo que dirigía el mago Koldo Aguirre con una excelente temporada, en la que los leones jugaron su primera final europea. Fue en la Copa de la UEFA, contra la Juventus, y el equipo cedió por el valor doble de los goles conseguidos en campo contrario. Ganaron los italianos en la ida 1-0 con gol de Tardelli y en la vuelta el triunfo parcial fue para los bilbaínos: 2-1 con tantos locales de Churruca y Carlos ante la Vecchia Signora, que se había adelantado con gol de Bettega. Futbolistas y aficionados todavía recuerdan el polémico arbitraje de Linemayr.

Un mes después el Athletic volvió a perder otra final, en este caso la de Copa. El título se les escurrió de la mano en la tanda de penaltis. En una larga tanda acabaron tirando los porteros. Y Esnaola (Betis), se lo paró a Iribar. No fue el único que detuvo.

Últimos años de su carrera

El cancerbero rojiblanco perdió la titularidad por problemas de salud. El amargo adiós oficial llegó el 12 de diciembre de 1979, en un partido de Copa ante el CD Getxo, que se llevaron los leones por 7-1. El último en batir al mito fue Lequerica, en el minuto 40. Después Senekowitsch fue dando el relevo a Peio Agirreoa, aunque Iribar estaba en las convocatorias. Una transición hacia una nueva era que provocó tormentas de nostalgia. Agirreoa ni se acuerda del gol. "Si te digo la verdad, no tengo ni idea, ni me acuerdo de cómo fue aquel gol. Yo pensaba que Iribar era imbatible. De hecho, lo sigo pensando todavía. Era muy difícil hacerle un gol", se ríe. "Fue una despedida con normalidad, como hacía todo él. Algo normal. Nos dijo que lo iba a ir dejando y fue todo con normalidad, sin grandes alardes. Los alardes los hacía en el campo", refresca Agirreoa. El último tanto en Liga se lo hizo Morete con Las Palmas el 10 de noviembre de 1979, en Gran Canaria (1-1). A su partido homenaje acudió la Real de forma altruista. Con lo recaudado, hizo un diccionario de euskera, castellano y francés sobre términos deportivos, porque no existía nada al respecto. Como sobró algo de dinero, se realizaron tres cortometrajes de 20 minutos de fútbol, remo y montaña. 

Iribar tuvo que lidiar con un curso casi dramático, por la final de la Copa de la UEFA, contra la Juventus Agirreoa le tomó el relevo: "Fue una despedida con normalidad, como hacía todo él. Algo normal. Nos dijo que lo iba a ir dejando"

En 1977

José Ángel inicio su etapa como entrenador, pero ya no era lo mismo, y no llegó ni a una décima parte de la notoriedad de antes. Fue entrenador en diferentes categorías de la cantera y del filial en segunda A y B. Iribar subió al equipo de Segunda B a Segunda División. Ya con él, los cachorros en la categoría de plata consiguen el segundo puesto a final de temporada, empatados a puntos con el Castilla, el satélite del Real Madrid, que resultaría campeón. Llegó el momento de dar el salto. A Iribar le esperaba el banquillo del primer equipo. Enorme responsabilidad para el más grande. Y dio ese paso en la temporada 1986-87. Un equipo en transición, que mantenía a un buen número de jugadores campeones de las Ligas de comienzos de los 80: Urkiaga, Gallego, Sarabia, Endika, Argote o el actual seleccionador, Luis de la Fuente. "Es la leyenda del Athletic, incuestionablemente. Va a perdurar para toda la vida como símbolo del Athletic y a mí me emociona porque tengo una grandísima relación con él. Además, fue mi entrenador", relata De la Fuente.

Un equipo al que se iba sumando savia nueva. Comenzaban a tener minutos Sarriugarte, Ayukar, Joseba Agirre, Roberto Martínez o Mendiguren. La temporada no fue buena, pero la imagen del Txopo en el banquillo fue inolvidable para aquellos jugadores. "Era un entrenador entrañable, que cuidaba mucho al futbolista, era todo atención. Tuvo un recorrido importante y a nosotros nos sirvió de mucho para formarnos y seguir creciendo como personas y como jugadores", prosigue el actual entrenador de La Roja.

Para la memoria queda un 2-4 en el Santiago Bernabéu frente a un Real Madrid que acabaría ganando la Liga y en el que militaban, además de Hugo Sánchez -que metió los dos primeros goles y obligó a la remontada rojiblanca-. Paco Buyo, Camacho, Michel, Gordillo, Butragueño y un incombustible Jorge Valdano. "Tengo muy mala memoria para las derrotas, pero no puedo negar la realidad. Fue tres meses antes de mi retirada del fútbol y en una temporada en la que terminamos siendo campeones. Pero el Athletic en aquel momento tenía mucha entidad, no hacía mucho tiempo que había levantado nada menos que dos Ligas", rememora Valdano. La mala clasificación obligó al equipo a jugar un playoff para mantener la categoría. Algo que se consiguió. A final de temporada, el balance fue negativo, con más derrotas que victorias. Iribar estuvo al frente durante 54 compromisos.

"Siempre nos ha ayudado a los que vinimos después y ha tratado de taparnos, por eso es el portero de los porteros"

Zubizarreta

Cedrún (Andoni, el hijo de otro mito, Carmelo), Agirreoa y Meléndez tuvieron la difícil papeleta de dar continuidad a su legado. Pero inmediatamente llegó otra figura histórica. A partir de la temporada 1981-82, tomó el relevo Zubizarreta, un profundo admirador de su maestro. "La historia del Athletic se puede contar a través de los porteros: Blasco, Carmelo, Lezama, Iribar... a los que vinimos después, sin querer, la gente nos ha comparado con él: esa las paraba Iribar sin tirarse, él lo hacía más sencillo, lanzaba el contraataque... nunca llegabas al modelo ideal”, describe Zubi. “Fue un adelantado en el futbol español, por su forma de entender el juego desde la portería y de transmitir, y por cómo lanzaba el contraataque; el portero no era solo un elemento defensivo, también aportaba en la de creación del juego y el ataque, era una novedad, un elemento diferenciador, cosas que parecía que entonces no se le pedían a un portero”. A los que han venido después les ha pesado ese 1 y ese escudo en San Mamés. "Cuando me veía me decía: '¿De qué color vas a jugar?' Y yo le decía que de negro como él. Pero me aconsejaba: 'Debes tener tu personalidad y marcar tu imagen, ahora la gente te tiene que ver a ti”, destaca Zubizarreta, quien describe al Txopo como “un apoyo” absoluto. “En las declaraciones siempre ha hablado de forma respetuosa de todos los porteros en general, siempre ha ayudado y ha tratado de taparnos, por eso es el portero de los porteros. Cuando hablo de fútbol, Iribar es el referente”, resuelve finalmente.

El último ‘hijo’ que quiere parecerse a la leyenda es Unai Simón, el meta rojiblanco que ocupa la portería de la Selección. Hay quien los empieza a equiparar. “Me gusta, me gusta. ¿A quién no le gusta oír esos comentarios? Pero compararse con Iribar son palabras mayores. No llevo 600 partidos. Ojalá pudiera llegar a unas cifras así. Pelearé por la portería del Athletic, por ser titular todo lo posible y hacer el mayor número de partidos. Para mí es un orgullo poder hacerlos”, puntualiza el portero alavés. Ese es Iribar. El único portero de la historia en España que disputó 18 Ligas consecutivas con un mismo equipo. Su enorme legado se describe con las mil tardes en la que dio lecciones impagables de fútbol. Una figura que se agiganta hasta el infinito. Una leyenda que cumple 80 años.

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