En vísperas de un Borussia Moenchengladbach-Real Madrid es casi obligado escuchar en castellano el verbo fácil y fluido de un clásico que defendió ambas camisetas: Uli Stielike. Contempla la jubilación como punto y seguido a una trayectoria futbolística de 47 años: 15 como futbolista y 32 como entrenador. Afincado ya definitivamente en la Costa del Sol, se esmera en recordar aquellas batallas de los 70.
Antes de entrar en materia, ¿es verdad que ha decidido colgar el chándal de entrenador?
Sí. Voy a hacer 66 años el 15 de noviembre. Creo que me lo he ganado, ¿no le parece? Ya está bien. Después de tantos años de un año para otro creo que ha llegado el momento. China te chupa mucho… Tenemos una casa en Benalmádena y aquí nos quedamos.
Preséntenos cómo era su Gladbach de los 70, uno de los mejores equipos de Europa en ese momento.
Sí, lo era. Sin duda. Fue cuando más pelea se le ofreció al Bayern de Múnich en Alemania y además llegamos a finales europeas. Ganamos cinco Bundesligas, dos antes de llegar yo y luego tres seguidas conmigo ya en el campo. Llegué en el 73 y ganamos la Copa contra el Colonia. Me compran en febrero y seis semanas después ya jugué un partido de Copa en abril. Eran los cuartos. Nos metimos en la final. Tenía 18 años y el entrenador me sacó en el último minuto y lo único que hice fue que me sacaran una tarjeta amarilla. Creo que me sacó como un premio. Weisweiler, que luego se fue al Barcelona, me ayudó mucho desde el primer día. Vio mi talento y sobre todo mi trabajo. Tenía dos ‘cojones’ para apostar por un chaval. La gente que vio ese partido todavía habla de él. Fue sensacional.
Esa es la final de Gunter Netzer…
Sí. Fue su último partido antes de fichar por el Real Madrid. No fue titular precisamente por eso. Fue como un castigo del técnico. Estaban los dos muy enfadados. Durante los 90 minutos hubo un momento en que el entrenador le preguntó si quería jugar y Netzer le dijo que no. Con el 1-1 fuimos a la prórroga. Un centrocampista nuestro pidió el cambio y cuando vio esa situación, Netzer le dijo que ahora sí quería salir. A los dos o tres minutos, hizo una pared con Bonhof y metió el balón con la zurda en la escuadra.
¿Por qué les llamaban los Potros?
Nos llamaban los potros por el entusiasmo que teníamos, corríamos como locos
Porque había un grupo de jóvenes, que parecíamos potros por nuestro entusiasmo. Salíamos y corríamos como locos, pero realmente funcionábamos gracias a los ‘viejos’ que estaban allí. Sin Vogts, Wimmer, Heynckes, Kleff, Wittkamp, Bonhof… los potros no hubiésemos sido nada. Yo en cada entrenamiento tenía seis entrenadores sobre el campo. Todos te ayudaban a mejorar. Te formaban. Te decían cuando tenías que ‘meter la pata’, Heynckes me pedía el balón al pie, no al espacio. Éramos un equipo muy correoso. Nuestro preparador físico, venía del decathlon. Hay que imaginarse lo que era entrenarse con él. Entrenamos como bestias. En aquella época el dinero no tenía tanta importancia. Salíamos al campo pensando en nuestro orgullo. No podíamos perder por eso. Eso nos convertía en un equipo muy querido en Alemania y en toda Europa. Éramos un equipo modelo. No teníamos malos modos, no nos tirábamos en el área. Éramos un equipo limpio, a pesar de ser muy físico.
Un equipo muy ofensivo, de transiciones rápidas, agresivo… ¿Se podría comparar con el Liverpool actual?
Aquel Borussia de mi época se parece al Liverpool actual: intensidad, euforia, convicción, orgullo
Sí. Es verdad. Parecidos. Buena comparación. Por intensidad, euforia, convicción. Jugábamos hombre contra hombre. Marcábamos muchos goles, pero sabíamos que teníamos que ganar los duelos en defensa para salir al contraataque y teníamos una gran disciplina defensiva. Lo que no había era balones laterales, ni cesiones al portero. Salíamos como potros. Por eso no cuadraba Netzer en esa filosofía. A él no le gustaba defender. Tenía a su lado a Wimmer que corría por los dos y en ese contexto se podía permitir tener un jugador como Netzer.
Usted formaba parte del Gladbach que en la temporada 75-76 se enfrenta al Real Madrid y queda eliminado en el Bernabéu (1-1 y 2-2). Bonhof dice que todavía se habla en la ciudad del arbitraje y los dos goles anulados en la vuelta. ¿Fue para tanto?
Todos los que vean el partido del 76 sin las gafas madridistas dirán que aquello del Bernabéu fue un robo
¿Cómo? Claro, claro. Solamente hay que ver el partido. Todo el que sea objetivo y no tenga puestas las gafas del madridismo tiene que reconocer que fue un robo clarísimo. Yo me acuerdo en mi vida de muy pocos nombres de árbitros, pero del holandés este, sí: Van der Kroft. Iba a ir a los Juegos después y tras ese partido le dejaron fuera porque todo el mundo vio lo que pasó en el Bernabéu.
En el 77 ficha por el Real Madrid. Las malas lenguas dicen que no iba a ficharle a usted, sino a Wimmer y que el presidente Santiago Bernabéu, que acompañaba al secretario general Agustín Domínguez en el viaje a Alemania, viendo el partido, le señaló con el dedo y dijo que había que fichar al del bigote, a Stielike.
No, no es verdad. No me lo creo. Netzer me avisó uno o dos días antes de la semifinal de la Copa de Europa contra el gran Dinamo de Kiev de Oleg Blokhin, que iban a venir a verme del Real Madrid. No sabía que venía el presidente, pero estaba avisado. Jugamos en Dusseldorf. Y al día siguiente Netzer, que estaba involucrado, me dijo que fuera al hotel Intercontinental. Entré y en el hall estaba Bernabéu. No sabía quién me esperaba.
¿Y qué le dijo don Santiago?
Bernabéu me mandó a la habitación con Domínguez, me preguntó cuánto quería ganar y fue mi primer contrato
Me habló dos o tres palabras en alemán. Dijo que lo había aprendido durante la guerra porque tenía alguna relación con los alemanes. Me saludó y en seguida me subí a la habitación de Agustín Domínguez. Yo estaba solo. Ni agente ni padre, ni nada. Agustín abrió el cajón del escritorio, sacó un papel en blanco y me dijo “¿tú qué quieres ganar en el Madrid? Yo tampoco tenía ni idea y dije “Lo que ganó en el Borussia en bruto, lo quiero ganar en neto”, que eran unos 150.000 o 200.000 marcos, unos 100.000 euros del día de hoy. Lo puso en el papel, añadió tres años y alguna cosa más. Firmé ese papel y ese fue mi primer contrato con el Madrid. Hablando de dinero nunca me fue bien, pero no me quejo, si lo hago, que pueden decir Puskas, Di Stéfano, Gento… No era cuestión de dinero. El Real Madrid pagó al Borussia 1.600.000 marcos (800.000 euros).
A aquel Borussia suyo solo le faltó la Copa de Europa. Perdió la final contra el Liverpool (3-1) en Roma.
Sí, fue mi último partido con el equipo. Veníamos de ganar el sábado anterior la Bundesliga en el Olympiastadion de Múnich contra el Bayern. Empatamos a dos, goles de Heynckes y Stielile. Creo que eso influyó en nuestro rendimiento. Si no hubiéramos ganado la Bundesliga, hubiésemos sido campeones de Europa. Nos relajamos y el Liverpool nos ganó.
¿Acusó mucho el cambio de la Bundesliga a la Liga?
El problema fue que me lesioné nada más llegar y estuve seis semanas parado. Me costó mucho el asunto de las comidas. En Alemania comía a las 12:00 e iba a un restaurante en Madrid a las 13:00 y estaban comiendo los camareros. A nivel futbolístico no me costó. Teníamos a Miljanic y su preparador físico Radisic que trabajaban con muchísima intensidad, como en Alemania. Y en el Borussia me habían metido en la sangre el orgullo de la victoria, que tenía el Madrid. Perder era algo personal. Fue una continuación. También me costó el idioma. En lugar de ponerme en la habitación con Jensen, que éramos amigos, vivíamos al lado en Moenchengladbach y le ayudé en su mudanza a Madrid un año antes, me pusieron con Pepito Macanás. Sufrí muchísimo, no entendía nada, pero también me ayudó mucho para aprender pronto el castellano.
El próximo enfrentamiento de Champions entre el Borussia Mönchengladbach y el Real Madrid (27-10-2020) sirve de coartada perfecta para recordar el pasado de este club alemán que en la década de los 70 era uno de los mejores equipos del continente. Una década, la suya, para enmarcar. La Europa futbolística miraba hacia la pequeña ciudad alemana. Allí su equipo de fútbol, nacido con el siglo, maravillaba con su juego de ataque y velocidad. Die Fohlen, los potros. Así les llamaba por sus ofensivas estampidas al galope. Weisweiler y Lattek se consagraron como técnicos y un buen puñado de sus jugadores inscribieron su nombre en la memoria del fútbol continental: Kleff, Vogts, Netzer, Heynckes, Bonhof, Stielike, Wimmer, Jensen, Simonssen…
Ganaron en esa década cinco Bundesligas, dos Copas de la UEFA, una Copa y perdieron dos finales ante el Liverpool, una de la Copa de Europa y otra de la UEFA
Títulos y finales. En esa década, el Gladbach conquistó cinco Bundesligas por las tres del Bayern. Las dos primeras, 1969 y 70, consecutivas. Primer club alemán que lo consiguió. Las tres últimas también correlativas: 75, 76 y 77. Hay que sumar la Copa del 73. Las competiciones continentales también contemplaron su poderío. Cuatro finales. Dos victorias y dos derrotas. En la temporada 72-73, perdió la final de la Copa de la UEFA ante el Liverpool de Shankly. Cayó en Anfield (3-0) y consiguió medio milagro en casa (2-0). En la 74-75, se tomó la revancha ante el Twente holandés (0-0 y 1-5). Su primer trofeo internacional. La Copa de Europa se le resistió. En el 77 logró clasificarse para la final, pero el Liverpool, nuevamente, volvió a cerrarle las puertas del título: 3-1 en Roma. La renuncia del campeón inglés le permitió disputar la Copa Intercontinental. Boca Juniors le destrozó en la vuelta en casa (0-3) tras haber empatado en La Bombonera (2-2). En el 79, llegó su última conquista: la Copa de la UEFA tras derrotar en la final al Estrella Roja (1-1 y 1-0).
Cruz contra el Real Madrid. Dos eliminatorias con nueve años de distancia enfrentan al Gladbach con el club blanco. La primera, 76-77, cuartos de final, acabó en una gran polémica. En la ida, el Madrid con dos alemanes en sus filas, Breitner y Netzer, empata (2-2). Goles de Jensen y Wittkamp, acorta distancias Roberto Martínez y Pirri logra el empate en la segunda mitad. En la vuelta, en el Bernabéu, Heynckes, de cabeza, adelantó a los suyos y Santillana empató nada más comenzar la segunda parte. El colegiado anuló a continuación dos goles a los visitantes. Uno a Jensen por supuesto fuera de juego y otro a Wittkamp por presunta falta previa. Ambas acciones fueron invalidadas por el mismo juez de línea y muy protestadas por los ‘potros’. Rodearon al árbitro holandés, Leo van der Kroft y le arrinconaron en una de las porterías. Al finalizar el partido, volvieron a increpar al colegiado y su técnico, Lattek, se negó a acudir a la sala de Prensa. En la temporada 85-86, ambos clubes se volvieron a enfrentar en los octavos de la Copa de la UEFA. Goleada alemana en la ida (5-1) con expulsión de Gordillo y remontada en el Bernabéu (4-0) con dos goles de Valdano de cabeza a sendos centros de Juanito y dos de Santillana, el último en el 89. Heynckes, goleador en el 76 era el entrenador del Gladbach.
Catapulta hacia España. Ese gran Borussia se convirtió en una cantera de lujo para el fútbol español. Tres de sus grandes técnicos: Weisweiler, Lattek y Heynckes acabaron entrenando en nuestra Liga. El primero al Barcelona en la temporada 75-76. El segundo también recaló en el Camp Nou (1981-83) y Jupp conquistó la Séptima con el Real Madrid (97-98) después de haber entrenado al Athletic (92-94) y al Tenerife (95-97). Regresó a Bilbao en una segunda etapa (2001-03). A nivel de jugadores, éxodo anual. Günter Netzer fue el primero en 1973. Jugó en el Real Madrid hasta 1976. Justo ese año llegó el danés Henning Jensen, que vistió de blanco tres temporadas. En 1977, fue el turno de Uli Stielike. Fue quién más caló en el madridismo. Jugó hasta 1985 (50 goles en 308 partidos). En su desmembramiento constante el siguiente traspaso fue el de Rainer Bonhof, que desde 1978 a 1980 jugó en el Valencia. El puente aéreo desde Mönchengladbach finalizó con Allan Simonssen en 1979. Dos años después de ganar el Balón de Oro (1977) fichó por el Barcelona, donde jugó hasta 1982.