El último título de Paco Gento, la Galerna del Cantábrico
El último título de Paco Gento, la Galerna del Cantábrico

Se cumplen 50 años de su último título como madridista

El último título de Paco Gento, la Galerna del Cantábrico

Se cumplen 50 años del último trofeo que conquistó el supersónico extremo con la camiseta blanca: la final de Copa de 1970 ante el Valencia en el Camp Nou.

García Remón; José Luis, Benito, Verdugo; Pirri, Zoco; Bene (húngaro), Eusebio, Santillana, Dobrin y Gento. Las letras en el marcador electrónico del estadio Santiago Bernabéu anunciaban el once titular del encuentro amistoso entre el Real Madrid. El coliseo madridista celebraba su XXV cumpleaños, y de paso el partido homenaje (el segundo para ser más exactos) de uno de sus extraordinarios pilares de su gran época dorada en la década de los años 50: Paco Gento, su extremo izquierdo, que vestía de blanco por última vez como jugador madridista. El mejor extremo izquierdo en toda la historia del fútbol. Apenas jugó 23 minutos antes de ser relevado por Dzajic. Y es que se cumplen 50 años del último título que conquistó el supersónico extremo con la camiseta blanca: la final de Copa de 1970 ante el Valencia en el Camp Nou. Fue el último trofeo de una larga lista pero que se resumen en dos: 12 Ligas y seis Copas de Europa (su palmarés se completa con dos Copas de España, otras dos Copas Latinas, una Copa Intercontinental y una Pequeña Copa del Mundo).

Nadie ha ganado más en toda la historia de ambas competiciones. En todas y cada una de ellas dejó su huella. Y lo hizo con un estilo muy particular: un juego veloz por la banda izquierda, frenazo en seco, regate al rival y apertura al compañero siempre mejor posicionado. Lo que a simple vista parecía fácil era difícil de ejecutar: no ha habido ningún jugador que haya podido igualar ese particular estilo de juego.

La intercesión de Di Stéfano

Pero esa manera tan particular de jugar estuvo a punto de no verse nunca de blanco. Paco Gento llegó al Madrid en 1953, un año que puede considerarse punto de partida de la primera época dorada del conjunto blanco. Esa campaña llegaron Alfredo Di Stéfano y un joven chaval cántabro, de apellido Gento, con mochila de apenas 10 partidos en Primera División y con apodo: La Galerna del Cantábrico. La Galerna es un “viento súbito y borrascoso que, en la costa septentrional de España, suele soplar entre el oeste y el noroeste”, según la definición que viene en la RAE. Y eso es lo que provocaba Gento con su juego: todo un temporal a sus rivales.

Aprendí a jugar al fútbol porque tuve la suerte de llegar muy joven al Real Madrid y estaba rodeado de auténticos fenómenos

Paco Gento

Sin embargo, sus primeros encuentros no fueron nada fáciles. Hasta tal punto era la comidilla de la afición blanca (le veían más como un velocista que como un jugador de fútbol), que Santiago Bernabéu estuvo a punto de devolverlo al Racing y traerse de vuelta a Espina, un jugador que había sido incluido en la operación de su fichaje. Según cuenta Di Stéfano en sus memorias, él fue quién frenó la operación: “No conozco a Espina, porque no lo he visto jugar, pero sí a Gento, y no se puede desaprovechar a un muchacho que tiene 19 o 20 años. No se puede perder a un jugador de esa naturaleza”. La seriedad de su tono puso en preaviso a Bernabéu, que deshizo la operación. Aquellos primeros meses de adaptación de La Tierruca a la capital fueron duros. Pero la conquista de la Liga serenó los ánimos.

Conexión con Rial

Al año siguiente llegó José Héctor Rial, hijo de gallego y castellana, nacido en Argentina e inscrito en el Embajada española. Fue una petición de Di Stéfano, que le conocía de su paso por el fútbol colombiano. Y Rial entendió a la primera las condiciones del joven Gento. Se convirtió en el gran lanzador del cántabro: “Yo le daba el balón y salía corriendo, Rial me echaba la pelota y yo llegaba al sitio a la vez que ella. Todo el mérito era de Héctor”, contó en una ocasión. Rial le convirtió en la figura mundial que hoy, casi 60 años después, sigue siendo.

Nuestra consigna era callar y ganar. Éramos los mejores y nos chillaban

Paco Gento

Además, y como en las buenas familias, había un secreto: el truco para mejorar la punta de velocidad de Gento fue que el cántabro abandonase las gaseosas con las que solía comer. Rial, observándole un día, le instigó a que no bebiese soda con la comida. Que solo bebiera agua porque de esa manera se notaría más ligero. Y a fe que lo consiguió. Para otros, esa mejoría se convirtió en un inconveniente. Raro era el partido en el que Di Stéfano no se giraba hacia Rial y Gento para gritarles: “¡Pará, pará!”. El problema sin solución es que si Gento corría por la banda, La Saeta tenía que hacerlo por el carril central, por el del delantero centro, para llegar a tiempo al remate. Y Gento no paraba de correr durante los 90 minutos de partido… aunque había campos (sobre todo en el norte: San Sebastián, Bilbao…), en donde encharcaban las bandas para que no pudiera correr a gusto.

Así jugaba

Pero aparte de su velocidad, Gento tenía calidad y potencia. Le pegaba muy fuerte a la pelota, y con el paso del tiempo fue añadiendo otras cualidades: saber acelerar, saber frenar, saber maniobrar. Fue en el Bernabéu en donde aprendió a hacer el ‘pase de la muerte, pero atrasado’ para que Di Stéfano u otros compañeros culminasen la jugada: “Esa era mi jugada favorita. Correr derechito por toda la banda y centrar atrás para que un compañero pudiera marcar. Si no lo hacía así, a la siguiente jugada sólo corría yo…”. También destacaba su capacidad para saber dosificarse a lo largo de los partidos. “Si no, ya llegaba Alfredo y me decía ¡Coño, Paco, defiende, defiende, ayuda!”.

A mí me expulsaron dos veces en toda mi carrera, Una por decirle a mi compañero Marquitos que mandara a la mierda al árbitro y otra por dar una patada a Irulegui, un lateral de la Real Sociedad que me tenía frito en un partido

Paco Gento

Otro de sus puntos fuertes era el lanzamiento de penalti, y también fue en el Madrid en donde se convirtió en todo un especialista. Como se suele decir, Gento tiraba a romper, utilizando su potencia. El propio Gento explicaba así su estilo: “Mi secreto era no mirar nunca al portero y saber de antemano por dónde iba a lanzar, que era casi siempre al centro, porque los porteros siempre acaban tirándose hacia un lado”. También aprendió a hacer paredes y a darle de tacón (“Aprendí de Puskas y de Alfredo. Era un recurso muy útil para engañar al rival”). Para ello tuvo suerte con las lesiones, ya que para los rivales era muy difícil poder seguirle.

Seis Copas de Europa

Con el Madrid destacó desde su esquina de ataque, formando línea con Di Stéfano en el eje central, y con Kopa durante tres temporadas (1956-1959), y con Rial y Puskas, éstos más bien como interiores. Durante mucho tiempo se le consideró el mejor ataque de la historia. Pero curiosamente, los cinco coincidieron en una única temporada 1958-59 pero apenas jugaron en 16 encuentros los cinco juntos (la mitad fue en Liga). Aun así, Gento tiene el récord absoluto de Ligas ganadas (12 de 18: el 66,67%), mientras que en Champions tiene seis títulos en ocho finales disputadas: aparece en la foto de las seis primeras Copas ganadas por los blancos. Su gran sello en la máxima competición continental llegó en 1958, cuando en Bruselas marcó el tercer y definitivo tanto de los blancos ante el Milán en la prórroga: Di Stefano se le acercó al final del encuentro y le dijo: “Paco, tienes que ganar el partido. O lo arreglas tú o no lo arregla nadie”, y Gento lo arregló con un tiro que se estrelló con virulencia en las redes del meta Soldan. También brilló en la cuarta final, ante el Stade Reims en Stuttgart, amargando la tarde a toda la zaga francesa. Protagonizó varias jugadas de enorme nivel que, sin embargo, no tuvieron la recompensa del gol. Doblegó a su par las veces que quiso y reeditó sus extraordinarias condiciones en el Neckarstadion de Stuttgart. Más de 50 años después de alzar la sexta Copa de Europa, ningún otro jugador ha logrado siquiera igualarle…

Con velocidad se ganan las finales

Paco Gento

Sus actuaciones son tan brillantes que el Inter de Milán de Moratti quiso ficharle para el conjunto interista. Corría el año 1961, cuando el millonario presidente del conjunto neroazzurro se puso en contacto con Santiago Bernabéu. El presidente interista quería fichar a una gran estrella para intentar asaltar el trono europeo. Los blancos habían ganado las cinco primeras ediciones, y quería que su equipo fuese el siguiente conjunto en levantar el ansiado anfora que señalaba al campeón europeo. Pero Bernabéu no lo vio claro, así que dijo que no estaba en venta. Poco tiempo después, Helenio Herrera le pidió al presidente el fichaje de Luis Suárez, al que ya había dirigido en el Barcelona. El Inter pagó 25 millones de pesetas de la época por el gallego... 

El adiós

Pero como llega en esta vida, su adiós se produjo de manera fría, como se han ido muchos de los grandes ases que han forjado la leyenda blanca: Un día, estando yo en casa, me llamó Raimundo Saporta. Yo pensé que, como era el capitán, me llamaba para pedir consejo sobre algún jugador, cómo había sido su comportamiento, para luego comentárselo al presidente. Sin embargo, comenzó a hablar de mi trayectoria, que llevaba 18 años en el equipo, de mi futuro, de que podía seguir vinculado al club de alguna manera. Según me iba diciendo eso, yo me acordaba de Alfredo (por Di Stéfano)... Poco a poco me iba dando cuenta de que me estaba diciendo que no iba a seguir, pero no de manera directa, hasta que me ofreció ser el entrenador del equipo juvenil, eso sí, cobrando lo mismo que ganaba siendo jugador. El día de la presentación del equipo me despedí, Ellos estaban de corto, y yo de traje. Así me fui”. 

No me pesan los años, me pesa no poder seguir jugando

Paco Gento

Pero fue un adiós casi temporal, porque su nombre fue uno de los primeros en salir para sustituir a Miguel Muñoz cuando éste dejó el banquillo madridista en 1974. Muñoz llevaba casi 25 años en la Casa Blanca, primero como jugador y luego como entrenador. Tras caer ante el Castellón, y ante las fuertes críticas que se estaban produciendo, el club decidió sacar un comunicado anunciando su continuidad por una temporada más. Pero Muñoz llamó a Bernabéu, que estaba en Santa Pola, pero le convenció para que aguantara. Pero ese mismo día era Saporta quien llamaba al presidente: Muñoz le llamaba para decirle que no aguantaba más y que lo dejaba. “¿ Y a quién ponemos?”. Eso no lo sé”, replicó el veterano entrenador. Pues dile a Gento que se haga cargo del equipo”, replicó el presidente. “No, a Gento no. Mejor Luis Molowny”, espetó Muñoz. Y así fue como Luis Molowny sobrepasaba a Gento como entrenador blanco. Fue una decepción tan grande como cuando no fue convocado para disputar la Eurocopa de 1964...

Historias curiosas


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Franco, ferviente admirador suyo

Franco sentía especial devoción por su figura, y siempre que acudía a alguna recepción le preguntaba y repreguntaba casi siempre por lo mismo: “Cómo es posible que corra usted tanto y luego se pare en seco. Algún día me explicará cómo lo hace”. Casi todo el mundo se había percatado que esa era una de sus grandes bazas ofensivas: la manera en qué se deshacía rompiendo la cintura de sus adversarios con aquel estilo tan personal. Saporta lo corroboró en una entrevista: “Franco solía preguntarme por Gento. ‘¿Cómo está mi tocayo? Y siempre le respondía: Rial le pasa el balón. Él corre más que nadie, centra y tenemos espectáculo. Le gustaba cómo jugaba”.

Manolín Bueno, su eterno suplente

En 1959, el Madrid fichó a otro fabuloso extremo izquierdo, Manolín Bueno. Éste militaría en el Real Madrid hasta 1971, año en el que Bernabéu hizo una limpia en la plantilla blanca tras perder la Recopa con el Chelsea en Atenas. Bueno apenas dispuso de oportunidades para poder jugar: 116 encuentros (26 goles) en 12 años de pertenencia a la Casa Blanca. Jugador con una notable calidad, era muy técnico, tenía un guante en su pierna izquierda que le permitía enviar medidos pases de gol al delantero mejor colocado para el remate. Era también hábil a la hora de regatear a los defensas contrarios, pero por delante tenía a Paco Gento…

Botas especiales a medida

Una de sus supersticiones radicaba en sus botas: siempre le gustaba jugar con unas especiales que le hacían a medida y que estrenaba un juvenil para que fuera domándolas (que fueran cogiendo su forma) e incluso en algún partido llegó a jugar con unas botas rotas, pero ya adaptadas a sus pies.

Benítez, el único que le pudo frenar

El único defensa que frenó a Gento fue el paraguayo del Barcelona Julio César Benítez. Era listo y le tenía tomada la medida al cántabro. El club catalán lo fichó del Zaragoza (antes jugó en el Valladolid) en el verano de 1961 y jugó de azulgrana hasta 1968. El 7 de abril de ese año falleció de una infección renal, producida por unos mejillones, en la víspera de un partido ante el Madrid.

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