El bidón de Branco, ¿verdad o leyenda?
Maradona se marcha triunfante de Turín tras ganar a Brasil.

MUNDIAL DE ITALIA 90

El bidón de Branco, ¿verdad o leyenda?

24 de junio de 1990. Stadio delle Alpi, Turín, Italia. En el Brasil-Argentina de octavos de final del Mundial, Branco empieza a sentirse mal, mareado y confundido. Se buscan culpables.

Nicolás Maquiavelo lo sintetizó en una frase a la que, casi cinco siglos después de El Príncipe, se sigue recurriendo en el fútbol. ¿El fin? Ganar. ¿Los medios? ¿Los que sean? Aquello parece que pensó Bilardo, su cuerpo técnico y la plantilla de Argentina durante el Mundial de 1990. ¿O es un mito? Algunos lo siguen negando, aunque las pruebas con las que cuenta internet dejan poco lugar a la duda.

Eran octavos de final del Mundial de Italia 90 y se enfrentaban Argentina y Brasil en Turín. Al parecer, la selección argentina preparó unas botellas de Gatorade con una droga, el Rohypnol, que compartirían con el rival al que consiguiesen engañar para dejarle adormecido. La víctima fue Branco y el sospechoso Galíndez, fisioterapeuta de Argentina. Señoría, estos son los hechos.

El antes

En las dos últimas décadas del siglo XX el fútbol miraba a Italia. Tenían los mejores jugadores y los mejores equipos. Sin embargo, el Mundial que acogió en 1990 se recuerda como uno de los peores de la historia, llevando por bandera el famoso catenaccio tan recurrente cuando se habla de un fútbol extremadamente defensivos al sur de los Alpes. Solo habían pasado cuatro años desde México, pero la selección argentina no tenía el mismo poder. De hecho, Argentina llegó a esos octavos de final ante Brasil como el mejor tercero después de perder con Camerún y de no poder ganar a Rumanía en fase de grupos. De Maradona, que exprimía sus últimos años en Nápoles, se decía que tenía molestias en el tobillo y una uña encarnada e infectada. Por su parte, Brasil era un auténtico equipazo. Se clasificó como primero de la Conmebol para el Mundial, ganó sus tres partidos del Grupo C (sólo encajó un gol) y contaba con nombres como Dunga, Alemao, Careca, unos jóvenes Romário o Bebeto en el banquillo…

A las condiciones previas de ambos equipos se les sumaba el tremendo calor en aquel Mundial. Un junio muy exagerado en el que se hacía agobiante jugar al fútbol, especialmente en las secas sedes del interior, lejos del Mediterráneo, como Turín, Milán, Verona, Bolonia o Florencia. En la primera de ellas, el imponente y desastroso Stadio delle Alpi (se construyó precisamente para este Mundial, con una capacidad de 71.000 espectadores, y se usó durante sólo dieciséis años), la ciudad de la Juventus y, por tanto, la ciudad que más odiaba a Maradona en esos años 80, había 34 grados a la sombra aquel día.

"Qué carajo me importa el otro. Pisalo, pisalo, es contrario, pisalo”

Bilardo, Riazor, 1993

Dadas las circunstancias, hubo una especie de pacto durante el Mundial de aprovechar las pausas del juego para hidratarse. Un cooling break informal a favor de ayudarse entre todos, algo en lo que no creía Bilardo, seleccionador argentino desde 1983 hasta ese Mundial del 90: “Yo sostengo que al contrario no hay que darle ni agua. El fair play es un invento de los británicos. En el fútbol de hoy nadie da ventajas, por eso mis equipos no deben regalar nada”. En España fue y sigue siendo muy famosa su reacción pisalo, pisalo, en relación a una jugada entre Albístegui y Maradona que ocurrió en Riazor, en 1993. Con el juego detenido por un choque entre ambos, el fisioterapeuta del Sevilla quiso también atender al rival, que sangraba por la nariz. Lo que el ojo no ve cazó al argentino en el banquillo lamentándose: “En vez de agarrar a Diego agarra al otro. ¡Domingo! ¡Los de colorado son los nuestros! Cómo vas a atender al otro, por dios… Qué carajo me importa el otro. Pisalo, pisalo, es contrario, pisalo”.

En la previa del partido ante Brasil, Bilardo hizo unas declaraciones en petit comité a un periodista que en su momento no le dio demasiada relevancia, pero que con el paso del tiempo terminó por entender todo. En El Gráfico, que titulaba aquel día “No jugamos como debemos, sino como podemos”, se podía leer: “[Bilardo] me dijo casi al oído: “Algo voy a inventar, no sé qué, pero algo será; este partido con los brasileños tenemos que ganarlo, ya vas a ver…”. Me quedé con la confesión sin compartirla”. Incluso el propio Bilardo intentó explicar ese momento, apelando a la informalidad de la conversación y la malinterpretación al transcribir sus palabras.

El durante

Argentina estaba sufriendo muchísimo. “Si nos hacían tres goles estaba bien”, dijo Ruggeri años más tarde sobre esa primera mitad. Bilardo, en una de las tantas salidas de genio habituales en su figura, no dijo nada durante los quince minutos de descanso. Espero a que sus jugadores estuviesen saliendo por el túnel de vestuarios para decirles: “¡Eh! Si se la siguen dando a los de amarillo vamos a perder”.

En el minuto 39 fue Ricardo Rocha el que barrió a Troglio y se detuvo el partido. El fisioterapeuta Miguel di Lorenzo ‘Galíndez’, junto al médico, salieron a atender a su futbolista cargados de, además, unos cuantos bidones de agua. Había de dos tipos, unos verdes de Gatorade y otros transparentes, un detalle importante en este Cluedo. Pedro Monzón se acercó a beber agua y cogió un botellín de los verdes. Pronto Galíndez le avisaría que de esa agua no debía beber, lo escupió y echó la mano a una de las botellas transparentes. Branco, inocentemente, también quiso refrescarse y Giusti, en un acto de compañerismo, le ofreció una verde. Primero se mojó la cara y luego bebió.

Branco, que parecía que ya algo sospechaba, aprovechó una nueva falta dos minutos más tarde y no dejó de mirar al maletín de botellines. Rápidamente Giusti se cruza delante de él para taparle la visión. Mientras, Burruchaga coge una botella verde y finge beber un poco. Incluso Branco, antes de que se vuelva a reanudar el juego, se acerca al linier y parece recriminarle algo.

Portada de El Gráfico.

Portada de El Gráfico.

Rohypnol es el nombre comercial de la flunitrazepam, una droga que terminó por conocerse por ser utilizada para cometer violaciones por sus enormes efectos sedantes. Se puede utilizar para tratar el insomnio, pero en su uso recreativo se le puede asemejar al Xanax y a corto plazo puede producir dolores de cabeza, náuseas, vértigos, desorientación, mareos, confusión… Este fue el medicamento que se sospecha que fue utilizado con Branco.

El 6 de Brasil le dijo a su técnico, Sebastiao Lazaroni, que no se encontraba bien pero no le dieron demasiada importancia y terminó jugando todo el partido. Argentina, para la que Brasil parecía una montaña insalvable, terminó ganando gracias a una de las jugadas maradonianas de Diego, que consiguió dejar solo a Caniggia. Al delantero no le tembló el pulso para regatear a Taffarel y marcar. A aquella selección argentina, que llegó a la final de aquel Mundial, los recibieron como héroes en Buenos Aires.

El después

El que copia en un examen siempre negará haberlo hecho ante su profesor, pero el qué, el cuándo y sobre todo el cómo será lo primero que comente a sus amigos al salir de clase. Lejos de ser motivo de vergüenza, presume de haber esquivado las normas y no haber sido descubierto. Ambas versiones, la de para el profesor y la de para los amigos, se les escucharon a los protagonistas de aquella historia durante los años posteriores.

"No podés tomar agua del visitante, sos muy pelotudo"

Ruggeri, Fox Sports, 2017

Bilardo y Galíndez lo desmintieron, Ruggeri y Maradona bromeaban con el tema. El segundo lo reconocía abiertamente, entre risas, en el programa televisivo Mar de fondo, de TyC Sports, catorce años después. Primero cuenta que gritó al ‘Vasco’ Julio Olarticoechea para advertirle de que iba a tomar el bidón verde, y después también se burló de que veía a Branco con claros síntomas del mencionado Rohypnol, intentó que Valdo también tomase, y acusó directamente a Galíndez de ser “quien puso la droga”. A las pocas horas de emitirse ese programa, Julio Grandona, presidente de la AFA, desmentía las palabras de Maradona, aseguraba que "no estaba en su sano juicio" y que todo se debía a una broma. Por su parte, Ruggeri prácticamente lo confirmaba entre risas y con aires de orgullo decía: “Vos no podés tomar agua del visitante, sos muy pelotudo”.

"Es mentira, me extraña que me digas eso"

Galíndez, Télam, 2014

Bilardo incluso sentía como una ofensa a su orgullo que se pudiese pensar eso. Al igual que Galíndez, quien lo desmentía claramente: “Es mentira. Me extraña que me digas eso, es muy fuerte lo que me decís”. En esas mismas declaraciones, Galíndez confiesa que Alemao le acusó de estar envenenándoles. También tuvo que defenderse ante el propio Branco años después, cuando coincidieron en un aeropuerto. El brasileño le reconoce, le sigue hasta los aseos y le dice: “¡Usted me envenenó!”, a lo que Galíndez responde: “Yo no te hice nada”. Branco insiste: “¡Usted me envenenó en el Mundial 90!”. Galíndez cierra el asunto: “Yo no te hice nada. ¡Vos saliste envenenado desde tu vestuario!”.

Branco, aunque admite que no perdieron por aquella supuesta trampa (“Eso no influyó en el resultado. Argentina ganó por una jugada genial de Maradona. Si hubiese tenido que hacer el control antidopaje, podría haber recibido una durísima sanción sin posibilidad alguna de defensa”), siempre ha insistido en que sufrió aquellos síntomas. Además, también se lo reconocerían más tarde en privado. “Bebí y me sentí atontado. Después de un tiempo me encontré a Bilardo en Guatemala y le dije: “Desgraciado ¿qué me quisiste hacer?”. Y él me contestó: “Branco en el fútbol todo vale”. Lo asumí con gracia porque le respeto mucho como técnico, pero creo que las reglas tienen un límite”.

Ricardo Texeira, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol pidió a la FIFA que investigase lo sucedido, aunque aquel recurso tendría poco recorrido teniendo en cuenta que el vicepresidente de la FIFA era, precisamente, Julio Grondona, presidente de la AFA. "La FIFA debe investigar ese absurdo. Se trató de una actitud que puede clasificarse como de mal gusto, pero fue una verdadera barbaridad. Creo que el episodio no tuvo influencia en el gol de Argentina ni en el resultado del partido, pero de todos modos debe ser examinado por la FIFA”, explicaba Texeira.

Los ecos

En 2005 la Brasil de Ronaldinho, Kaká, Robinho y Adriano visitaba Argentina en la fase de clasificación para el Mundial de Alemania. En términos puramente deportivos aquel partido no suponía demasiado, ya que las dos selecciones estaban ya prácticamente clasificadas, pero no dejaba de ser un duelo más en la rivalidad más extrema del fútbol. Carlos Alberto Parreira, seleccionador brasileño, aterrizó en Buenos Aires con sus propias botellas de agua. Dunga hizo algo parecido en el 1-1 entre Argentina y Brasil de 2015, también de clasificación para un Mundial. El exfutbolista había estado sobre el césped en aquellos octavos de final de Italia 90 y ordenó retirar las bebidas argentinas del vestuario y sustituirlas por bebidas propias.

En 2019, durante la Copa América de Brasil, Ruggeri bromeó sobre el tema en una conexión en la playa de Río de Janeiro. Allí, junto a su compañero, recibía un zumo de un camarero local que dijo que les traía “zumo de naranja, recuerdo del 90, de Branco”. Ruggeri, irónico, comentaba: “Me ve Bilardo haciendo esto y me mata”.

En Argentina el fútbol no son 22 tipos corriendo atrás de una pelota. Ni tampoco es ganar un campeonato. Ascender con tu equipo. Que descienda el máximo rival. El fútbol, en Argentina, es algo que se vive 24 horas al día, 365 días al año. ¿Somos exagerados? Por supuesto. ¿Tenemos razón? También, por supuesto.

En el día a día, las expresiones y los símiles futbolísticos se dan constantemente. Si un amigo te dice ‘te agarró en offside’ quiere decir que no estabas en el lugar indicado en el momento propicio. Cuando uno no está bien de la cabeza se suele decir que ‘le faltan un par de jugadores’. Si, como Maradona, decís ‘me cortaron las piernas’ es porque te estás quejando de algo. Si ‘se te hace de noche’ es porque no te dio tiempo.

Pero con la llegada de Bilardo y aquella tarde de 1990 en Delle Alpi, hay un término que llegó para quedarse: ‘bidonismo’. 'Meter bidón' se puede usar en una conversación con tus amigos o jugando un partido. Para algunos, ‘tener bidón’ es ser pillo, vivo, saber cuándo tenés que tirarte, hacer tiempo. Para otros, los más puristas, es sinónimo de trampa, de juego sucio.

¿Qué equipo no escondió los balones y le dijo a los recogepelotas que se fueran cuando vas ganando 1-0 de local y faltan cinco minutos? Todos lo hemos hecho, lo hemos pensado o lo hemos querido hacer. ¿Qué equipo no frena el partido, hace muchas faltas, habla con el árbitro, hace cambios o se queda tirado en el suelo cuando va ganando? Bueno, eso es bidón, eso es bidonismo.

La jerga argentina lo adoptó tras aquella noche mágica en Turín. ¿Tenía algo el agua que tomó Branco? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabremos es que el ‘bidonismo’ ya estaba antes de esto. Es más viejo que el propio fútbol.

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