Potente, duro, elástico, valiente, rápido en el corte, con un gran juego de cabeza, notable sentido de la anticipación y una extraordinaria capacidad de sacrificio. Benito tenía todas las virtudes que un entrenador exige a un jugador para ser defensa central.
Un duro que se llevó muchas cornadas en el ruedo ibérico. Ese fue Gregorio Benito Rubio, central que perteneció dieciocho temporadas al Real Madrid y que militó trece campañas en el primer equipo. En la década de los setenta se ganó la fama, alentada por él mismo, de ser el central más leñero del fútbol español pero su manera de jugar, abierta y arriesgando siempre al máximo, le llevó a sufrir cinco operaciones de rodilla, dos de nariz y una de tibia. Eso dice el historial médico de un deportista que fue campeón de España escolar de lanzamiento de jabalina cuando estaba en el Colegio Salesianos y que jugó siempre en el filo de la navaja.
Lo de Goyo me ha afectado mucho y estoy muy triste. Muy, muy triste. Me ha cogido mal el cuerpo... Se está yendo mucha gente amiga y lo peor es que parece que no se ve solución. Lo de Goyo, aunque llevaba tiempo muy malito, me ha dejado helado
Pirri
Llegó al Real Madrid en agosto de 1964, con 17 años, y Martín Landa, su primer entrenador en juveniles, vio en él muchas condiciones y le prometió que le haría internacional si trabajaba mucho para limar algunos defectos. Dicho y hecho. Benito destacó en las categorías inferiores de la selección española con una generación en la que también brillaban otros ilustres como Rexach, y Rojo.
El Madrid vio una joya en este recio toledano y lo cedió al Rayo Vallecano hasta que en el verano de 1969 subió a la primera plantilla, con una ficha de 250.000 pesetas, para disputarles el puesto a Pedro de Felipe y Fernando Zunzunegui. Debutó en la Liga el 26 de octubre de 1969 en Atocha ante la Real Sociedad. Aquel día jugó de lateral izquierdo con Gento, casi nada, como compañero de banda y el propio Benito recuerda que tras fallar un pase al cántabro “Paco me dijo, ‘al pie, chaval, al pie’ y yo le dije: ‘como usted diga, don Francisco’”. Gento tenía por aquel entonces 36 años y 6 Copas de Europa.
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Paco Buyo
Pero Benito fue perdiendo rápidamente la lógica timidez del principiante y si en la primera campaña jugó veinte partidos en la Liga, en la siguiente (70-71) disputó 27. A Muñoz le gustaba su valentía para salir al cruce, la agresividad con la que jugaba y se hacía respetar por los delanteros contrarios. Por eso, el Real Madrid decidió, en 1972, dar la carta de libertad a Pedro de Felipe, el central del equipo ye-yé que conquistó la Copa de Europa de 1966.
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Iker Casillas
Benito conocía sus limitaciones y sabía que “donde yo jugaba no podía hacerlo de otra manera: me habría convertido en una madre”. Su manera de jugar conectó rápidamente con la grada madridista. Protagonizó algunos duelos épicos con el atlético Gárate, con el paraguayo Diarte, tanto cuando militaba en el Zaragoza como en el Valencia, con el cuñado de éste y también zaragocista Ocampos, Milonguita Heredia, Rubén Cano y así un largo etcétera. Benito marcaba su territorio y siempre dejaba su tarjeta de visita en la primera entrada. Pero también se llevó alguna respuesta rival, como los codazos de Ocampos y Heredia que le partieron la nariz. También escuchó alguna súplica de un rival, como la del sevillista Biri Biri, que tras recibir varias caricias del madridista en un partido le dijo: “No me pegue más por favor, señor Benito”.
Pero nunca sufrió tanto como una nefasta noche de un 23 de abril de 1980 en el Volksparkstadion de Hamburgo. Aquel día no quiso dejarle a Sabido, más joven e inexperto, la papeleta de parar a una roca alemana llamada Hrubesch y ocultó una lesión de rodilla. Y el gigante, como si fuera una camión, le aplastó y provocó, entre otras cosas, un sonrojante y doloroso 5-1 que dejó al Real Madrid fuera de la final de la Copa de Europa, cuya sede un mes después fue el estadio Santiago Bernabéu. Fue una apuesta arriesgada por un exceso de responsabilidad que le salió mal y por la que se disculpó con toda humildad ante sus compañeros.
El Real Madrid C. F. quiere expresar sus condolencias y su cariño y afecto a su mujer, Paula, a sus hijos, Patricia, Rubén y Alejandro, y a todos sus familiares y seres queridos
Real Madrid
La regularidad en el Madrid, a pesar de sufrir lesiones casi todos los años, le llevó a disputar 22 partidos con la selección absoluta, aunque Benito se llevó la tremenda decepción de no disputar un Mundial. Estuvo a punto de acudir al de Argentina-78, pero Ladislao Kubala al final prescindió de él “porque éramos demasiados jugadores del Madrid y la china me tocó a mí”. En trece temporadas consiguió ocho Ligas y cuatro Copas de España y su nombre fue un grito de guerra de la afición madridista (“Benito, saca el hacha” o “Benito, mata”). Fue un central racial que, como dijo el día de su adiós, dio sus rodillas y sus meniscos por el Madrid.
Antes de retirarse en 1982, Gregorio Benito invirtió parte del dinero ganado en el Real Madrid en dos pubs, que montó con un amigo y fueron sede de tertulias futbolísticas. Al poco de retirarse fue relaciones públicas del club. Años después trabajó en la secretaría técnica del Rayo Vallecano, cuando su amigo José Antonio Camacho era el entrenador. Apoyó a Florentino Pérez en las elecciones que le convirtieron en presidente del Real Madrid y fue uno de sus asesores en el Real Madrid, el club de sus amores.
Su mejor partido
R.Madrid 1-0 Oporto. 7-11-1979. 1/8 de final de la Copa de Europa
El Real Madrid venía de Oporto de perder en Das Antas por 2-1 y necesitaba un triunfo por la mínima. Éste tardó en llegar por la gran actuación del meta portugués Fonseca, pero a falta de un cuarto de hora para el final Gregorio Benito, que realizó también un gran marcaje a Gomes, conectó un testarazo a la salida de un córner y consiguió una clasificación épica. El central madridista rompió así el cerrojo de un conservador Oporto, que sólo se acercó a la meta de Mariano García Remón en el último cuarto de hora. El diario AS calificó la actuación del central madridista con cuatro ases.
Su partido homenaje
R. Madrid 1-0 Tottenham. 12-9-1984
Benito no tuvo suerte con su homenaje. Lo pospuso dos veces y al final se jugó ante el Tottenham en medio de una huelga de la AFE. Sólo diez mil personas fueron a Chamartín. Ganó 1-0 el Real con gol de Bonet, central que le sustituyó. Fue un frío adiós.
Así lo recordaba: "El homenaje no se celebró en las mejores circunstancias. Esperaba más gente, porque era decir adiós a un hombre que ha entregado sus rodillas, sus meniscos y su vida por el Madrid. Pero no me importó porque tengo que estar agradecido a esta entidad”.
Benito, icono de un tiempo que pasó...
Hace poco Movistar estrenó un estupendo documental: “El fútbol antes del Tiqui-taca”. Un fútbol en el que los defensas no hacían prisioneros. Un fútbol previo a Canal +, que con sus muchas cámaras y repeticiones pudo mostrar en toda su crudeza lo que hasta entonces ocurría, cohibiéndolo. Aquello queda lejos, afortunadamente, ahora sorprende ver así, de golpe, toda esa ensalada de feroces entradas. A aquella promoción perteneció Benito, que se nos acaba de ir. “Si el defensa no es duro, es un cachondeo”, me declaró en entrevista formal, con desprejuiciada seguridad. Héctor del Mar, relator célebre por los motes, le apodó ‘Hacha Brava’.
No apuntaba con mala uva; en su historial no hay tantas lesiones a contrarios como propias
Alfredo Relaño
Pero ese documental no muestra ninguna entrada suya tan terrible como otras que salen y que han pasado a la historia, porque no la hubo. Benito iba sin freno, en especial cuando dejaba su zona central para cruzar hacia un extremo escapado mientras el Bernabéu le azuzaba con el siniestro grito de “¡Benito, mata!”. Pero no apuntaba con mala uva. Por eso en su historial no hay tantas lesiones a contrarios como propias: pasó cinco operaciones de rodilla, una de tibia y dos de nariz. Y es que no todos los delanteros eran como Gárate, un santo resignado. Otros, como Ocampos o Milonguita Heredia sabían responder.
Aun con tanto percance, duró hasta los 35, con 420 partidos en el Madrid y 22 en la Selección, en la que compitió con grandes como Tonono y Gallego. Le mantuvo en pie su entusiasmo contagioso. Retirado, montó junto a la Plaza del Cuzco un pub-restaurante que fue muchos años punto de cita del fútbol madrileño y del que no lo era. No hace mucho me contaba Asensi que en la época, como no había vuelos de noche, muchos jugadores del Barça y del Madrid se reunían allí tras el partido, para comentar el choque entre cervezas y risas. Otro tiempo, de gente que entendía que acabado el partido acabó todo. Un tiempo que pasó. Descanse en paz.