Ante Alemania en plancha y de cabeza consiguió el tanto que dio a España el pase a las semifinales de la Eurocopa 84. Perdió la final ante Francia.
Antonio Maceda (Sagunto, 16 de mayo de 1957) representa el caso del futbolista marcado por la Selección. Juega ‘solo` 39 partidos con momentos inolvidables, pero en la plenitud de su carrera, una lesión que se produce defendiendo la camiseta de España en el Mundial 86 termina costándole la retirada.
- Este mes de marzo se tenía que haber jugado un España-Alemania, supongo que cada vez se da un partido entre estos dos equipos le da un vuelco el corazón.
-Sí, sí, aquel día que marqué el gol a Alemania en París fue el día más importante de mi vida. Me pasó lo que ocurre muchas veces en el fútbol, que te quedas con quien mete el gol. Y ese día lo marqué yo. Sin embargo hay que recordar que el equipo, incluso con lesionados, funcionó. No tuvo nada que ver con el Mundial de España. Es el gol que todo el mundo me recuerda. Además, como a veces la historia se diluye, muchos piensan que fue el gol que sirvió para llevar a España en la final y, sin embargo, no fue en las semifinales, sino en cuartos de final.
“Le dije a Gallego que no sacara la falta, se la dio a Señor y por eso remato desde donde remato”
- Y pensar que usted casi no sube a rematar esa falta…
-Así fue. Estábamos pendientes del resultado del otro partido del grupo. A Alemania le bastaba el empate y a nosotros también nos podía valer. Yo estaba ahí atrás y no paraba de mirar al banquillo. ¿Qué hago? ¿Qué hago? Me decían que me quedara. Y, de repente, cuando quedaban cinco o seis minutos nos dicen ‘al ataque, al ataque’. Entonces llega la falta. Yo no sabía si ir o no ir. Le digo a Gallego que no saque, que voy a subir. Casi no llego. De hecho llego tarde y por eso remató desde donde remato, muy atrás. Por suerte lo hicimos bien porque llegué en el momento adecuado para cabecear el pase de Señor.
- El único español rubio, alto y de ojos azules… hunde la fiesta a los rubios, altos y con ojos azules de verdad, que son los alemanes.
-Era impensable. Me prestó (gustó) mucho que al finalizar el partido, en la sala de Prensa, vino a saludarme Beckenbauer. Se puede imaginar todo el mundo lo que era aquel señor para mí. Ese recuerdo se me quedó grabado. El sentimiento que tenía entonces era que había sido el gol de todo el equipo por lo que habíamos sufrido para llegar ahí. En ese partido lo pasamos muy mal. Briegel, el armario ese, nos complicó la vida. En los dos primeros córner casi nos hace dos goles. Uno fue el poste y otro al larguero. Yo estaba libre de marcar porque tenía que ir siempre al balón. Los sacaban muy al primer palo y no me daba tiempo llegar. Después de lo que pasó, el míster me dijo márcalo tú. ¡Hostia márcalo tú! Me ponía a su lado, le metía el cuerpo y no lo movía ni queriendo. Era un poco más alto que él y si ninguno saltaba la tocaba yo. Fuimos encauzando las cosas con las paradas de Arconada. Lo de Luis en ese Europeo fue un espectáculo. Pero así es el fútbol al final te quedas con el gol que te mete Platini. Y nada más.
“No identifico la Selección con la retirada. Me quedo con lo que viví y no con lo que no viví. Maravilloso”
-Ese fue su momento culminante, pero hablarle a usted de la selección es también hablarle de la lesión que le retiró del fútbol.
-Sí, la verdad es que sí. Mucha gente cuando recuerda aquello de México 86 me dice ‘que mala suerte tuviste’ y yo nunca he sentido esa sensación de mala suerte. Pasó. No me puedo quedar con lo que no viví y sí con lo que viví en la Selección, que fue maravilloso. El calvario que pasé ya no estaba con la Selección. El calvario estaba en mí día a día. Sí que es verdad que fue muy duro el llegar al Real Madrid después de 10 años en los que no te podías mover, jugar una temporada, irte a un Mundial y quedarte fuera por un menisco. Si me hubiera roto los ligamentos, la rodilla…
Pero era un menisco. Una infección me deja fuera del fútbol en el mejor momento. Tenía 29 años, me quedaban tres o cuatro perfectos en el mejor equipo, ya titular con la Selección. La experiencia perfecta. No fue fácil, la verdad. Lo más fácil hubiera sido caer en una depresión total y, sin embargo, lo viví con naturalidad. Ha pasado, está aquí, ¿qué hago? Lo acepto o me echo a llorar todo el día.
-A lo peor era porque después de tres años de sufrimiento ya no le quedaba nada dentro cuando tuvo que dejar el fútbol.
-Eso es verdad. Me costó ir al Bernabéu dos años. La gente no sabía muy bien lo que me había pasado. Tampoco era algo para contar todos los días en el periódico. Cuando iba toda la gente me preguntaba que cómo estaba, cuando reaparecía, me pedía que tenía que salir, que teníamos que ser campeones y aquello me mataba. Me iba a mi casa mal. En mí día a día no había problemas. Incluso en los entrenamientos de esos años, en los que yo sabía que no podía jugar más, lo vivía con tranquilidad. Ramón Mendoza me renovó un año sabiendo que no iba a poder jugar…
- Es decir no identifica la Selección con la lesión y la retirada.
-No, no, para nada. El recuerdo que tengo es fantástico. En muy poco tiempo viví momentos muy especiales. Goles, partidos. La Selección es una maravilla. La gente al final se queda con ella. Es de todos. Somos todos. Me dio tiempo, por suerte, conseguir muchas cosas. Los primeros años no era titular. Lo vivía a mi manera, pero al final sumas que jugué dos Mundiales, aunque fuera el último partido del 82 y el primero del 86 y por medio estuvo la Eurocopa, que fue mi gran momento, en el mejor momento de mi carrera. Los recuerdos son buenos. Qué hubieran podido ser mucho mejores porque me quedaban cuatro, cinco o seis años y podía haber sido 70 u 80 veces internacional como la mayoría de mis compañeros… pues bien.
“El peor día fue cuando escucho a los médicos, la pierna hay que salvarla… Ahí se acabó todo”
-Entonces de flagelarse con la desgracia, nada, ni un día.
-Nada, nada. Para mí el fútbol no se trataba de sumar partidos, se trataba de sumar emociones en esos partidos. El tema de la lesión fue muy duro, no voy a decir que no. Hay un día clave, cuando cojo la infección y en Navidad están todos los días limpiándome, metiéndome un poco de todo. Era terrible aquello. Hubo una frase clave. Los médicos se juntan y les escucho decir: ‘la pierna hay que salvarla’. Cuando escuché eso, dije ni futbol, ni la madre que me parió. Me da igual todo. A partir de ese momento, dije se acabó. Por lo menos que mantenga la pierna, que no tengan que cortar por ahí. Eso era otra historia. Todo es tal y como lo he contado. No es postureo. Puedo hablar de todo. Hay momentos gloriosos con la Selección.
-Debuta en 1981 contra Inglaterra en Wembley y se despide contra Brasil en México 86.
-El debut fue el mejor que se puede pensar. Lo de Wembley fue un espectáculo. Además se juntaron varias cosas. Llegamos tarde al estadio por culpa de un atasco y no tuvimos tiempo ni de calentar. Creo que hasta nos vino bien no pensar dónde estábamos. Fue un partido precioso y además ganamos. Yo no era de los que se dejaba impresionar. Vivía los acontecimientos del fútbol sin grandes alardes de nada. Controlaba los sentimientos bastante bien. Salí a jugar aquella noche como cuando salía con el Sporting contra quien fuera.
No me preocupaban ni los contrarios, ni Wembley. No me impresionaba nada. Aquel día salí nervioso pero acabé disfrutando. Nos pusimos por delante. Veíamos que eran igual que nosotros nos vino a bien. Aquella Inglaterra era un equipazo. Poco a poco me fui creciendo. Guardé la camiseta. Después del partido me dijeron que el míster de ellos cuando le preguntaron por España dijo que el ‘big blond’ era una maravilla. Y, claro, te vienes arriba. Yo era un chaval y cualquier detalle que te digan… Entonces era reserva. Los centrales titulares eran Tendillo y Alesanco y Santamaría confiaba mucho en ellos. El día anterior después de cenar, me cruce con el seleccionador por el pasillo y me dijo: ‘mañana vas a ser titular, ¿qué te parece?’ Yo le dije ‘cojonudo’, me parece fenómeno. Para eso estaba. Dormí tranquilo. Creo que estaba con Joaquín de compañero de habitación.
-Y la noche acaba con la liberación de Quini, compañero suyo en el Sporting.
-Nada más acabar el partido nos lo dicen. En la caseta. Además de los gritos, los saltos, nos dicen que han liberado al ‘Brujo’. Para todos fue algo grande, pero para Joaquín y para mí fue algo especial. Estábamos viviendo unos días muy duros con su secuestro. Fue el no va más. Ese 25 de marzo de 1981.
-Luego llega la gira por Suramérica justo un año antes del Mundial, como ensayo general.
-Aquello fue duro. Lo más ‘simpático’ fue que Santamaría se llevo a ‘veintipico’ jugadores y hubo un partido contra el Puebla que ni siquiera nos contaba como internacional porque era contra un club. Fue un mes de vacaciones por Suramérica. Dando vueltas por los mercados y comprando cosas. Sirvió de poco futbolísticamente. No se buscaba nada concreto. La convivencia fue buena. Había jugadores de muchos equipos. Sé que es duro decir esto, pero cuando la base, base clara, de la Selección no es de jugadores del Barça o del Real Madrid y se distribuye en muchos equipos… Los jugadores del Barça y el Madrid son de una especie aparte, por decirlo de alguna manera. Y en aquella época éramos muchos de muchos equipos, no había una base clara. La gira no valió para nada. La convivencia y poco más.
-Llega el Mundial y encima en España. Aquello resultó un suplicio.
-Se hizo mal también. Nos fuimos a La Molina casi un mes. Era todo físico, altura, para coger capacidad, una mini pretemporada y luego a El Saler, todo perfecto también. Entonces nos damos cuenta de que hay un jugador que sobra porque tiene que venir un tercer portero. Pasamos una semana o dos que nadie no pasaba por los médicos ni los físios, nadie. Fue difícil. Al final a Quique Ramos, que era un cielo de chaval, se le ocurrió decir que tenía una molestia. Le hicieron una prueba, no había ninguno de nosotros que la pegara tan fuerte como él y le dijeron que estaba para irse y le mandaron para casa. A la semana siguiente estábamos todos donde el médico, siete u ocho…. Que no se cabía. Fue un poco cómico.
“En el Mundial 82 no jugábamos a nada. Muy mal. Y los jugadores lo sabíamos”
-Y futbolísticamente, un desastre.
-Es que seguíamos la línea de no jugar muy claro a nada. Fue muy duro. La afición fue espectacular. Pero nosotros no hicimos nada. Jugamos muy mal. Había futbolistas muy buenos y el equipo jugó muy mal. Cuando juegas así no puedes tener expectativas de nada. Te das cuenta estando dentro o fuera. Nosotros nos dábamos cuenta de todo y lo llevábamos mal. Llegó el empate contra Honduras y lo peor que se puede hacer es empezar a cortar cabezas. Lo que haces es marcar a futbolistas que ya no jugaron más en todo el Mundial. La convivencia más o menos se mantuvo bien. Los que no éramos titulares sabíamos a lo que estábamos. En el primer y segundo partido yo fui a la grada. En el tercero llegamos al estadio, estábamos viendo el campo y viene Rubio, nuestro masajista, me dice que me tengo que vestir. Yo no me había llevado ni la acreditación. Tuvimos que ir al hotel a cogerla. Yo no tenía confianza en jugar. Los que no estaban en el banquillo, nos íbamos a la grada.
-Y el asunto de la Seguridad del que tanto se habló entonces, también influyó en el rendimiento del equipo.
-Sí, sí. Tanto lo notábamos que los fines de semana nos íbamos de descanso a casa y la pareja de guardias civiles estaba con nosotros. Nosotros intentábamos agradarles lo más posible, pero ellos eran profesionales y estaban a lo suyo. Había bastantes jugadores de la Real, que era la base del equipo, del Athletic… Sí claro que lo notábamos, pero todo lo que pasa fuera del campo y se hable de ello son excusas. Cuando acaba un partido se puede hacer un libro de excusas, pero la realidad es que dentro del campo no tienen nada que ver. ¿Qué me importa a mí que un guardia civil esté conmigo?
-¿Os marcó el Mundial a todos los futbolistas que lo jugasteis?
-Marcó a algunos futbolistas, algunos que eran jóvenes y no volvieron más a la Selección. Al míster también. La presión que tenía antes y durante el Mundial era terrible. Eso sí que se palpaba. Según jugábamos y no mejorábamos. Es imposible jugar mal con Zamora, con Juanito, con López Ufarte. Teníamos tres delanteros centros. El día de Honduras no había terminado el partido y ya comenzaron a cortar cabezas. El pobre Joaquín parecía que hubiera jugado él solo contra Honduras. No jugó más. Parecía que no había otra culpable. Ese empate dejó huella y había que tener mucha personalidad para seguir metido dentro del equipo. La desilusión de la gente fue grande y la presión también. Éramos los primeros que sabíamos que jugábamos mal, pero no sabíamos por qué.
-Usted se estrenó en el último partido contra Inglaterra, ya sin posibilidades de clasificación, pero por lo menos jugó unos minutos.
-Hombre para mí era importante. La ilusión era grande. Creo que fue Jiménez el único que se quedó sin jugar y llevábamos dos meses y pico concentrados. Por lo menos para contarlo. Fue un recuerdo bonito.
-Con Santamaría hablaban mucho?
-Poco. Los que tenían un poco más de peso, Camacho, Arconada… Ellos un poco más. Él se aislaba más con los que jugaban. No teníamos reuniones de futbolistas para aunar conceptos. Hubo un par de reuniones al principio para tratar el tema del futbolista que se tenía que ir para casa, para el tema de las primas… pero no para asuntos futbolísticos. El día a día se hacía duro y largo. A los que estábamos allí puestos por el Ayuntamiento se nos hacía eterno. Los días de partido, los que no jugábamos, nos poníamos a jugar al billar, para pasar el tiempo y el ‘míster’ nos mandaba a la habitación para que pensáramos en el partido. Y nos entraba la risa. Claro, si íbamos a la grada tampoco había que pensar mucho.
-Ciclo nuevo. Fase de clasificación para el Eurocopa 84. Muñoz seleccionador…
-Después del Mundial, Muñoz y Miera, que era mi entrenador en el Sporting y decían que yo era su niño bonito, no me llaman al primer partido. Pensé igual soy uno de los culpables de lo del Mundial, aunque no hubiera jugado. Por suerte comenzaron a llamarme. Metí un gol en Irlanda y a partir de entonces comenzamos a jugar Goiko y yo.
-Y llega el 12-1 a Malta.
-Nosotros pensábamos que le íbamos a marcar cinco o seis. En el partido que jugamos en su campo, ganamos de milagro (2-3). El campo era un patatal y salvamos los tobillos de milagro. El problema de aquel partido era la necesidad. Le metías cinco o 12 dependiendo de lo que tuviéramos que hacer. Si ahora les tuviésemos que meter 12, con el equipazo que tenemos, se los meteríamos seguro. Lo que pasa es que cuando no necesitas goles te dedicas a tocar, jugar bien y hacer los goles que lleguen. Aquel partido yo lo recuerdo de morir. La afición también debía pesar como nosotros, porque había mediocampo.
-La realidad es que ustedes no creían en marcar 11, que luego resultaron 12…
-Era vísperas de Navidad, nuestros compañeros de equipo estaban de vacaciones y nosotros nos pasamos una semana preparando el partido. ¿Qué hacemos aquí una semana para meterles, si hay suerte, cinco, seis o siete…? El míster hizo una buena labor. Lo tenía claro. Todos pensábamos que si había mucha suerte y entraban las oportunidades que creáramos se podía llegar. Pero era un poco soñar y tampoco queríamos tener la presión de la obligación de hacerlos. Salimos a jugar y a ver qué pasa.
-En el descanso creían aún menos.
-Claro. Tuvimos ocasiones a morir y nos fuimos 3-1. Encima ellos llegan una vez y marcan. Luego, sin embargo, marcamos nueve y solo haríamos tres o cuatro ocasiones más. Hay mucha leyenda sobre ese partido y hasta sobre después del partido. ¿Qué pasó, cómo se celebró? Mucha gente decía que estaba amañado. Si lo hubiera estado, hubiéramos sido un poco más listos hubiéramos metido cuatro o cinco antes del descanso. Fue algo que surgió. La charla de Muñoz en el descanso fue perfecta. No nos metió ninguna presión. Dijo que lo estábamos haciendo de maravilla, que solo faltaba que entrara la bolita en la portería…
Salimos. El campo estaba lleno, habían abierto las puertas y la gente nos recibe con el “sí, sí, sí… nos vamos a Paris”. Nosotros nos mirábamos y decíamos estos ‘cabrones’ de sevillanos están de cachondeo con nosotros. Es imposible, están de cachondeo. No puede ser que la gente crea y nosotros, no… Yo metí dos goles en un minuto, pero es que en tres o cuatro habíamos marcado cuatro. De cinco pasamos a nueve en cinco minutos. Ahí comenzó la gente a volverse loca y nosotros a intentar sosegar el partido y seguir en la misma dinámica. Para ganar 12-1 hay que hacer muchas cosas bien. No hay que volverse loco. Hay que esperar y llegar por banda una vez, otra vez. Tener calma cuando tienes esa necesidad no es fácil.
-Estamos en Francia. En la Eurocopa.
-Ese fue mi Europeo. Estaba en mi mejor momento y curiosamente me lo marca también el partido del 12-1. La tarjeta amarilla que vi contra Malta me deja fuera de la final. Era acumulable y no lo sabíamos. Me enseñan la segunda tarjeta en la prórroga de la semifinal contra Dinamarca. Les eliminamos en los penaltis. Estamos celebrando y me viene el delegado y me dice que no puedo jugar la final. No me lo podía creer. En caliente no reaccioné, pero luego se me vino todo encima. Solo se me ocurría preguntar si no podíamos recurrir. Hacer algo.
-Llegar a la final también tuvo su miga, el recorrido hasta París tuvo sus más y sus menos, sobre todo con el preparador físico, Álvarez del Villar.
-Sí, fue un poco convulso. Creo que Álvarez del Villar se equivocó. El primer partido del Mundial o de un Europeo siempre es diferente. Sales y tu primer pensamiento sin querer es que no se puede perder. Te pones 1-0. Empatas y piensas que lo mejor es que nos quedemos como estamos y pensamos en el siguiente. Y ahí él fue muy crítico con nosotros. Pensaba que podíamos haber dado mucho más, que teníamos mucho más. De hecho, claro que teníamos mucho más, como se demostró después que llegamos a la final y no hubo ningún problema físico en nadie. No supo mantener esa tranquilidad. Él era de atletismo, se le notaba en esos detalles. Y no se llevó mal. Hay que pensar que fue algo fuerte. Nosotros estábamos todos los días entrenándonos y él se quedaba fuera aparte. A Muñoz y Miera no le quedaba otra que ponerse de nuestra parte. Los suyos eran los futbolistas. Si un entrenador no tiene a sus futbolistas con él, está muerto. Había detalles por los que comencé a darme cuenta de que el futbolista comenzaba a tener peso y el ‘míster’ nos permitía tener ese peso. Al final los futbolistas sin los que te sacan las cuestiones adelante.
--Todo cambia cuando se gana a Alemania con su gol.
-Sí, la perspectiva cambia por completo. Al ganar a Alemania y pasar a semifinales todo lo demás que habíamos hecho era bueno, aunque hubiéramos machacado al preparador físico… Ya era todo bueno.
-Y en la final se pasa del tándem titular Goiko-Maceda a improvisar con Salva y Gallego.
-Gordillo tampoco estaba. Llegamos a la final con bajas, pero los que jugaron hicieron una final impresionante.
-Con la euforia del finalista el futuro se veía de otra manera, verdad.
-En la clasificación para el Mundial de México es donde se hace el equipo de verdad. Después de lo Francia empezamos a creer que podíamos ser una Selección que diera un paso adelante y no pensar que fuera a llegar Alemania y nos iba a ganar como siempre. En México 86 podíamos haber hecho más todavía, incluso meternos en la final. Perdimos otra vez por penaltis, pero ese equipo ofrecía otras sensaciones.
-Usted forzó para llegar al Mundial después de ser operado en el mes de marzo.
-Había jugado tres partidos de Liga más la final de la UEFA sin problemas con el Real Madrid. Llegué bien, pero en un entrenamiento choqué con Calderé y me llevé un golpe en la misma rodilla. Eso fue lo que motivó todo lo que pasó después. Me salía líquido de la rodilla, me lo extrajeron. Jugaba en los partidillos de entrenamiento y me seguía saliendo líquido. No tenía dolor, me extraían el líquido y ya está. Contra Brasil jugué perfectamente, pero al acabar tenía la rodilla hinchada y se decidió que no podía seguir así y me volví para España. La primera vez que me sacaron líquido me tenía que haber vuelto. Influyeron las ganas de jugar. El ‘míster’ también quería que jugara. Errores que se cometen y se pagan después.
“Hubiera pagado por jugar con los pequeñajos ¡Qué maravilla de selección!”
-Allí comenzó el principio del fin…
-Sí, nada más volver me abren y no ven nada. Me dicen que es un edema de cartílago. No me hacen nada y sigo. En octubre o noviembre vuelvo al quirófano y a partir de entonces todo lo que hemos hablado.
- ¿Y cómo vivió con el tiempo los éxitos, por fin, de la Selección que ya era La Roja?
-Cuando los triunfos llegan con la selección el orgullo es mayor, superior, a cuando ganas con los clubes. Me pregunté en qué habíamos cambiado y mi respuesta fue que lo más importante era haber encontrado un estilo, saber a qué se juega. En nuestra época siempre nos faltaba algo. O fútbol en el medio, gol adelante, contundencia en defensa…
Y cuando salen estos pequeñajos a jugar, a tocar y a tener el balón el 80 por ciento de posesión ya no faltaba nada. Sabían a que jugaban. Disfruté y creo que todos los de nuestra época soñábamos el poder estar ahí con ellos. ¡Qué maravilloso sería hubiera sido estar en esa Selección! Era un lujazo espectacular. Ese equipo no jugaba al fútbol, disfrutaba del fútbol. Cuando saltas a un campo y lo dominas todo como lo dominaban ellos… Eso no tiene precio. Yo hubiera pagado por estar jugando con ellos, sin ninguna duda. ¡Qué hubiera dado yo por estar en ese equipo! Por eso nos han imitado tanto. Los alemanes que son los más listos de todos a los dos días ya nos estaban imitando y jugando más que nosotros todavía.
Los futbolistas, creo, que fueron los que cambiaron la historia. Yo no sé si Luis lo hizo pensando en qué se podía jugar así, pero lo hizo y tiene su valor y su merito. Después el equipo se lo creyó. Se juntaron futbolistas de un nivel extraordinario. Xavi nos cambió el fútbol español. Hacía bueno a todos los que estaban a su alrededor. En mi época también había bajitos y muy buenos, pero siempre nos faltaba algo. Cada uno vivir su época y no me arrepiento.
A balón parado
- Jiménez y Joaquín. Mucho más que dos compañeros.
- Wembley. El mejor escenario para debutar.
- El Mundial 82. Una gran desilusión.
- Santamaría. Los que no jugábamos no hablábamos mucho con él.
- La Eurocopa 84. Mi Europeo.
- México 86. Nos dimos cuenta que podíamos.
- Xavi: Nos cambió el fútbol español.