España disputaba su 46 encuentro internacional y consiguió en el amistoso contra Bulgaria la mayor goleada de su historia. Chacho marcó seis tantos.
No corrían buenos vientos para la Selección. Todo lo contrario. Avanzaba el año 1933 y la proeza de Amberes 1920 ya quedaba lejana en el tiempo y en la memoria de los aficionados. El fútbol español ya era profesional en todos sus sentidos y con el Campeonato de Liga en marcha, el objetivo no era otro que formar un equipo nacional solvente que consiguiera clasificarse para el Mundial de Italia 1934, que sería el primero del balompié hispano, tras no acudir al de Uruguay 1930.
Venía la Selección de disputar tres partidos en el mes de marzo y ni el juego ni los resultados invitaban al animoso público de la época a acudir al viejo Chamartín a presenciar el cuarto y último partido del curso. Además, el rival, Bulgaria, tampoco levantaba una mínima expectación por más que fuera un rival inédito en los 45 duelos de vida de la Selección, saldados con el balance de 30 victorias, siete empates y ocho derrotas.
A pesar de todo, al final, los más incondicionales se animaron y llenaron el estadio sin las apreturas de otras tardes. Las nubes sobre la capital hacían presagiar que podía caer un diluvio y así fue. Realmente cayeron dos: uno de agua con truenos y granizo y otro inesperado de goles: 13, otro más anulado a Elícegui y una sinfín de ocasiones que podría haber elevado la cifra realizadora a un cantidad aún mayor.
Las cinco de la tarde, con menos luz de la habitual por lo cerrado del cielo, era la hora prevista para el comienzo y las entradas de general estaban al módico precio de seis pesetas. En los prolegómenos se habló de la suspensión. El estado del césped solo podía ir a peor y además los búlgaros se quejaron de que el balón era mayor de circunferencia del que ellos utilizaban en su país. Protesta inútil. No había alternativa. España vestía camiseta blanca y pantalón azul y saltó al césped bajo los acordes del himno de Riego. Bulgaria con la suya original: roja.
José María Mateos, seleccionador
Los días precedentes, las crónicas futbolísticas de los diarios criticaban al seleccionador, José María Mateos, que como prestigioso periodista que era se defendía de los ataques de los colegas por escrito, en artículos que firmaba en el entonces prestigioso diario de Bilbao, La Gaceta del Norte. Mateos fue seleccionador español en varias etapas entre 1922 y 1933. En total dirigió 24 partidos, todos amistosos, con un balance de 17 victorias, tres empates y cuatro derrotas. Se despidió del banquillo de España con esta goleada.
No había comenzado mal el año la Selección con su triunfo en Balaídos ante el rival más común en aquellos tiempos, Portugal (3-0). Goles de los debutantes Larrinaga y Elícegui (2), pero 20 días después en el estadio de Colombes, Francia se impuso por un solitario gol y demostró su superioridad. El tercer encuentro, una semana después, tampoco mostró una mejora de los de Mateos. Empate (1-1) en Belgrado ante Yugoslavia.
Despedida de Gamborena
El mediocentro del Real Unión de Irún había sido uno de los jugadores preferidos de Mateos durante casi una década, pero ya estaba en el declive de su carrera y, de hecho, se retiró un año después, en 1934. Contra Bulgaría jugó su último partido con la camiseta de España pero fue una despedida a lo grande. Gamborena jugó un total de 20 partidos con la Selección y no anotó ningún gol.
Se acusaba al seleccionador que no daba con la tecla en una posición entonces vital para el rendimiento del colectivo, la de mediocentro. En esos tres encuentros había probado con Solé, Ayestarán y Valle y ninguno había convencido por lo que ante Bulgaria rescató a uno de los suyos, Gamborena (Real Unión) ya con dos decenas de internacionalidades en las piernas.
También para ese encuentro decidió hacer debutar a Chacho, el interior izquierdo del Deportivo, reclamado constantemente por la ‘fuerte’ Prensa gallega. Quién le iba a decir a José María Mateos que su última incorporación iba a marcar media docena de goles, cuando gran parte de culpa de su llamada fue debida a la lesión de Galé (Oviedo) que había disputado los dos partidos anteriores en esa demarcación, en ambos siendo sustituido por problemas físicos por Goiburu. Contra Portugal en ese puesto habían jugado Larrinaga, sustituido por Polo, también por lesión.
El once definitivo, un once para la historia por como transcurrieron los acontecimientos, fue el formado por: Zamora (Real Madrid); Ciriaco (Real Madrid), Quincoces (Real Madrid); Ciaurren (Athletic), Gamborena (Real Unión), Marculeta (Real Sociedad); Prat (Español), Luis Regueiro (Real Madrid), Elícegui (Real Unión), Chacho (Deportivo ) y Bosch (Español). También estaban citados, Guillermo Eizaguirre (Sevilla), Quesada, Valle y Lazcano (Real Madrid).
El festival goleador comenzó muy pronto. Se confirmaba que Bulgaria no tenía la entidad futbolística para presentar batalla. En 20 minutos los tres primeros de Chacho. El primero, de cabeza, a centro de Prat y los dos siguientes a sendos pases del otro extremo, Bosch. Justo en ese minuto tocó el balón Zamora por primera vez… para sacar de puerta. Antes del descanso, otros tres tantos. Bosch pone el cuarto y el quinto en las cabezas de Luis Regueiro y Elícegui. Y Chacho dio al propio Elícegui, el sexto.
Un año perfecto para Elícegui
Julio Antonio Elícegui. (1910-2001). Jugó en el Real Unión, Athletic de Madrid y Deportivo de La Coruña. Fue cuatro veces internacional y las cuatro en 1933 cuando era jugador del Real Unión. En total marcó cinco goles con España. Dos de ellos a Portugal en su debut y tres a Bulgaria en el que sería su último encuentro con la Selección.
Tras recibir el cuarto tanto, el portero búlgaro pidió el cambio. La fama de la que venía precedido Dermonski -en su país apodaban el Zamora de los Balcanes- no quedó reflejada y dejó paso a Maznikov que tampoco estuvo a la altura. La lluvia arreciaba por momentos y Chamartín se fue quedando medio vacío. Los aficionados de general buscaron las localidades de tribuna y los que no las encontraron se marcharon para su casa. El partido estaba más que sentenciado y el aliciente de saber cuántos goles iba a marcar el equipo tampoco les compensaba calarse hasta los huesos.
Siete tantos más en la segunda parte. Antes de que el colegiado portugués Palinhas expulsara a Efrenov por protestar en el 55’ y dejara a los suyos con diez, el defensa Mitchalov se había hecho un gol en su propia puerta. De nada valió que Zamora le pidiese al árbitro que no expulsara al rival para que el partido con la superioridad numérica no se desvaneciera del todo. Gol anulado a Elícegui antes del arreón final. Tercero de Elícegui; cuarto de Chacho, segundo de Luis Regueiro, otra vez de cabeza; quinto de Chacho; estreno de Bosch por gentileza de Regueiro y sexto de Chacho a pase de Prat, el eterno asistente de la tarde. La única parada de Zamora, que disputaba su partido 40 como internacional, no llegó hasta nueve minutos del final del partido.
El resto de goleadores
entre Chacho y Elícegui consiguieron nueve goles y el búlgaro Mitchalov también colaboró en la goleada con un tanto en propia puerta. Los restantes fueron marcados dos por Luis Regueiro (en la imagen) y uno por Crisanto Bosch Espin. El primero jugó en el Real Unión, Madrid FC, Euzkadi, Asturias y América. Fue 25 veces internacional y consiguió 16 goles entre 1927 y 1936. Bosch jugaba en el Espanyol. Disputó ocho partidos con la selección entre 1929 y 1934 y ante Bulgaria consiguió su único gol.
El insólito resultado, 86 años y siete meses después, continúa siendo el más abultado conseguido por España en toda su historia. Y para los jugadores significó un buen pellizco económico. Se aprovecharon del nuevo sistema de premios que había ideado el propio seleccionador con la anuencia de la Federación. Además de la prima por victoria, se añadirían 50 pesetas por cada gol anotado. Precisamente el acicate de pagar por tantos se había establecido para que en los partidos amistosos como ese, los jugadores tuvieran una motivación extra además de ganar el partido.
Cuentan las crónicas que al presidente federativo, Leopoldo García Durán y, sobre todo, al secretario general, Ricardo Cabot, no les hizo mucha gracia tener que pagar 650 pesetas a cada jugador por los 13 goles, más las 100, en otras informaciones se asegura que eran 200, previstas por el triunfo. La recaudación del encuentro ascendió a las 80.000 pesetas.
Chacho debutó con la tacada de seis y solo disputó dos partidos más
Fútbol en estado puro. Chacho, apelativo de Eduardo González Valiño, entonces jugador del Deportivo que militaba en Segunda División, 22 años recién cumplidos, llegó a Madrid procedente de La Coruña la misma mañana del partido. No podía haberlo hecho antes. Era su primera convocatoria con la Selección y no debe restarle méritos apuntar que fue un poco de rebote: por la lesión de Galé y porque el seleccionador no daba con el interior zurdo que se hiciera definitivamente con el puesto.
Con el tiempo, ya en la siguiente década, en los 40, Chacho hizo fama de buen ‘pelotero’, que diría Cruyff, pero como todo ‘jugón’ que se precie prefería tocar que correr. Técnicamente bien dotado. Remataba con los dos pies y su fuerte era el golpeo de volea. Con el balón cerca de su zona de influencia, una delicia; cuando había que defender, ya era otra cosa. En su ciudad natal lo veneraban y una frase del popular crítico deportivo de la época, Marathon, parece definirlo exactamente: “Ay Chachinho si tú quisieras”.
El propio jugador llegó a confesar públicamente sus preferencias futbolísticas. “No me gusta correr detrás de una pelota que sé que no puedo alcanzar. El que tiene que correr es el balón, que se cansa mucho menos que yo”. Aún así esa tarde de primavera sentó cátedra en su estreno: seis goles… sin ser un delantero centro al uso. Entre una lesión de rodilla, que nunca le abandonó a lo largo de su carrera y que entonces se jugaban pocos partidos, el coruñés solo disputó dos partidos más con la Selección.
El siguiente a su tacada de seis, contra Portugal (9-0), clasificatorio para el Mundial 34 de Italia. También marcó. El que abrió la goleada. Y el tercero y último ya en el propio Campeonato, el desempate contra Italia (1-0) que supuso la eliminación de la Selección después de la doble batalla con los ‘azzurri’. Con esos siete tantos continúa siendo el jugador con mejor promedio goleador de todos los jugadores que han vestido la camiseta de la Selección. Chacho fichó después por el Atlético de Madrid para dos temporadas después volver al Deportivo y retirarse en 1946.