La hecatombe de Anfield reúne todos los elementos que han condenado al Barcelona en Europa durante las últimas temporadas. El miedo a la derrota, la falta de control, la respuesta física y la inestabilidad defensiva emergen como las principales causas del desastre. Pero Messi tampoco se escapa de esta foto negativa. Con el Barcelona ahogado, el argentino se fue apagando y no ofreció ninguna solución. A Messi siempre se le mira en el Camp Nou de forma diferente, engordando su trascendencia individual en los éxitos y minimizando su influencia en los fracasos. En ningún caso se puede justificar su limitada aportación en las once eliminaciones europeas que ha vivido con el Barcelona. Sólo cuenta con los dos goles que marcó al Liverpool en la ida. Un balance muy pobre para los 18 partidos que ha disputado.
En favor de Messi emerge una métrica cada vez más valorada por los analistas estadísticos del fútbol. Se trata del índice de goles esperados, que realiza una estimación de cuántos tantos deberían haberse marcado con los disparos realizados. Esta temporada ha marcado 12 goles en la Champions cuando por la cantidad y el tipo de remates que ha dispuesto debería haber hecho casi la mitad, según datos de Opta (ver gráfico inferior). Sólo en la 2015-16, campaña en la que cayó contra el Atlético, firmó menos goles (6) de los que se esperaban (7,8). Sin embargo, estos números aparentemente positivos se deben contextualizar. Están sujetos a su alto rendimiento en las fases de grupos.
La condición de Messi se ve discutida por su menor ascendiente en el juego del Barcelona en estas eliminatorias. En los 11 KO, Messi ha tenido 13 oportunidades claras y sólo ha transformado dos. El ratio de conversión es ligeramente superior al 15%. En Anfield falló una como le había sucedido en Roma el curso anterior. Ante la Juventus en la 2016-17 y contra el Atlético en la 2015-16 no dispuso de ninguna. Es esta otra percepción importante. La jerarquía ofensiva de Messi pierde enteros en las rondas decisivas de la competición. Tal y como muestra el gráfico inferior, sus números realizadores se reducen excepto cuando alcanza la final: 1 gol por partido en la fase de grupos; 0,93 en octavos; 0,5 en cuartos; 0,4 en semifinales; y 0,7 en finales. En cuartos y semifinales tiene, más o menos, la mitad de oportunidades claras respecto a la fase de grupos y los octavos. Su ratio de efectividad también baja: del 62,6% al 42,8% en los cuartos o al 50% de las semifinales. El Big Data colabora en la conclusión.
Messi participa menos en los ataques, tiene menos ocasiones y también presenta menor efectividad. La excesiva dependencia que el Barcelona tiene del argentino tampoco favorece a ninguno. Este curso asume casi el 42% de los goles y asistencias del equipo, casi ocho puntos más de lo que se esperaba según Opta. Es el diferencial más alto en toda la era Messi. La imagen de Anfield en el segundo tiempo desacreditó al argentino a nivel individual tanto como al Barça como colectivo. El ‘10’ sólo disparó una vez mientras su equipo consumaba su adiós de la Champions. Fue el fracaso de Messi y del Barcelona.
El glosario
Oportunidades claras
Una situación en la que se puede esperar razonablemente que un jugador marque, por lo general en un escenario individual o desde muy cerca cuando el balón tiene un camino despejado hacia la meta y hay una presión baja a moderada en el tirador. Los lanzamientos de penaltis están incluidos.
Goles esperados
Es un indicador estadístico que mide la calidad de los disparos de un jugador o un equipo. Son una estimación de cuántos goles debería haberse marcado con los remates hechos. Para eso asigna a cada disparo un valor entre 0 y 1 que representa su probabilidad de acabar en gol. El modelo tiene en cuenta la distancia, el ángulo, el tipo de asistencia o el tipo de remate.