De febrero a mayo de 2006, justo cuando el Espanyol femenino se coronó como el mejor equipo de España al ganar la Copa de la Reina y la Superliga, este diario le dedicó 13 capítulos.
La fecha exacta en la que se fundó la sección femenina del Espanyol nunca se ha precisado, depende de la versión de quien lo cuente porque tampoco hay documentos concretos que lo certifiquen. Hay una aproximación recurrente, que arrancó en el año 1970. Si sobre la fecha existen diferentes versiones, más apasionante todavía es el debate sobre el nombre de su fundador. Hay quien se lo adjudica a Lluís Oliva, firmante de muchos de los primeros documentos que se conservan de aquella década y empresario. Otras fuentes apuntan a Fina Torres, quien después sí ostentó con seguridad el cargo de presidenta. En cualquier caso, fueron diversas las familias que se implicaron en aquellos días de ajetreo. Entre ellas, también se encontraba la de Francisca Titi Camúñez, que muy pronto se convertiría en jugadora de la sección.
Sea cual fuese el nombre del fundador (o fundadores), no hay discusión sobre quien fue el primer entrenador del C.D. Espanyol, nombre con el que se bautizó al equipo. Se trata de Julián Arcas, el mítico jugador de los años 50, entonces ya retirado. El aún tercer máximo goleador de la historia del Espanyol (86 goles en la Liga, por detrás de Rafa Marañón y de Raúl Tamudo), fue pionero en estas lides en el bando perico. Y en los derbis con el Barcelona se tuvo que enfrentar con otro mito que ocupaba el banquillo culé: Antoni Ramallets.
Sólo unas semanas después de que se fundase la sección femenina del Espanyol, se disputó el Primer Torneo Cuadrangular de Fútbol Femenino de Cataluña-Copa Pernod, entre los días 21 y 28 de marzo de 1971. Debutaban las pericas en una competición, ante otros tres conjuntos de la tierra: Barcelona, Sant Andreu y Atlètic Sabadell. Al Espanyol le tocaron en suerte las vallesanas, en la primera de las semifinales, y ya hubo sorpresa: 2-1 para las blanquiazules, que se clasificaron para la final. Y en el partido decisivo, la prensa de la época apostaba sin paliativos por la victoria azulgrana, del antes mencionado Ramallets. Pero no fue así: a pesar de tratarse del primer derbi femenino de la historia, se dieron registros impensables hoy en día: se jugó en el Camp Nou ante 40.000 espectadores.
Lo locutó Pedro Ruiz y el trofeo al equipo vencedor lo entregó Ricardo Zamora. ¿Que quién ganó? El Espanyol, de nuevo por dos goles a uno. Este impresionante triunfo no sólo ocupó lugares destacados en la prensa catalana y española (por ejemplo, un programa en Radio España), sino que abrió el camino a una nueva sección y encandiló a la gente con el fútbol femenino. El 8 de mayo de aquel 1971, el Espanyol organizaría el Campeonato de Cataluña de Fútbol Femenino.
El viaje a Francia y la mujer del árbitro
El CD Espanyol ganó la considerada primera Liga catalana. Esta competición duró cuatro temporadas y el Espanyol no tuvo rival. Se convirtió en la referencia de Cataluña, por encima del Barcelona. ‘Titi’ Camúñez, emblema de aquel equipo, recuerda esa brillante trayectoria: “En esos cuatro años lo ganamos todo, sólo perdimos una Copa Cataluña. Éramos las mejores de la zona, sin lugar a dudas”.
La década de 1970 convirtió al CD Espanyol en el equipo más internacional de Cataluña. Era un conjunto de barrio que le pedía prestadas las camisetas al equipo masculino y que, incluso, compraba ropa con el dinero de su bolsillo. Las jugadoras se pagaban la gasolina en sus viajes. Así fue este equipo hasta la década de los 80, cuando el RCD Espanyol comenzó a patrocinarle todas las necesidades.
La fama del CD Espanyol llegó a Francia. La Semana Santa de 1976 pasará a la historia cómo el debut del femenino fuera de España. El equipo perico participó en un torneo internacional, aunque su resultado no fue muy esperanzador: último puesto. Fina Torres, delegada del equipo, nos explica lo que pasó: “El fútbol europeo nos llevaba 20 o 30 años de diferencia. Ellas eran mucho mejores que nosotras. No pudimos hacer nada”. Este viaje tiene sus anécdotas. La plantilla tuvo que alojarse en una base militar y las jugadoras estuvieron obligadas a dormir en los camarotes que, años atrás, habían ocupado soldados en la II Guerra Mundial.
Pasó tiempo hasta que el Barcelona logró la victoria ante el CD Espanyol, en uno de los típicos torneos veraniegos que enfrentaban a ambos equipos. Las pericas habían ganado todos sus duelos hasta que, en un mal día, el Barcelona se impuso, dada la superioridad siempre blanquiazul. Una década da pie a mil anécdotas. Nos quedamos con la que ocurrió en 1975 en Viladecavalls en un encuentro entre los locales y el CD Espanyol. Mientras ambos conjuntos luchaban en un campo embarrado bajo una fuerte lluvia, la mujer del árbitro entró en el terreno de juego con su paraguas para que su marido no se mojara. Las risas y la vergüenza del colegiado fueron tremendas. El resultado, lo de menos.
“Iros a fregar las escaleras o los platos”
La transición española no sólo puso fin al oscurantismo político y social con en el que había crecido la población durante 40 años, sino que también supuso un primer paso para lograr la igualdad entre la mujer y el hombre. Si la década de los 70 fue la del inicio del fútbol femenino, la de los 80 fue la de su oficialidad. “Vivíamos en un entorno lleno de machistas”, asegura Rosa Pedrosa, jugadora del CD Espanyol (1970-1982). La Federación seguía haciendo oídos sordos a las exigencias de la UEFA y la FIFA, pero al final, ante la presión de un grupo de mujeres de distintas partes del estado, entre ellas Fina Torres, en 1980 se dio validez al fútbol femenino.
Fue en ese momento cuando Fina Torres y Montse Domingo comenzaron su peregrinaje con el club blanquiazul para adquirir el nombre de Real. Muchas reuniones de ascensor, entre ellas y Pedro Tomás, gerente de la directiva por aquel entonces. El fútbol femenino asomaba la cabeza, pero aún no era tomado en serio por nadie. En 1981 tanta insistencia surtió efecto. Tomás le cedió los Estatutos a Fina Torres, que los llevó a Madrid, a la sede de la Federación. “Fue el día más feliz de mi vida”, reconoce Torres. A partir de ahí, el equipo femenino pasó a depender del Espanyol de manera oficial, aunque las cosas cambiaron poco para un “equipo de barrio”.
El único cambio en el Espanyol femenino lo encontramos en su escudo: ahora lleva corona. Los éxitos seguían sucediéndose, pero los recursos eran mínimos. Pepe Mauri se encargaba de llamar a Fina Torres y de darle algunas medias, balones o camisetas sobrantes, de los equipos juveniles sobre todo, ya que las tallas eran similares. Pero nadie se quejaba de esa circunstancia. “De todos los equipos femeninos que he conocido en mi vida, nosotros éramos uno de los que mejor ha vivido y más apoyo ha tenido”, dijo Rosa Pedrosa.
“Iros a fregar las escaleras o los platos”. Es sólo un ejemplo de los insultos que tenían que oír las jugadoras del Espanyol y de otros conjuntos de toda España. La gente seguía siendo recalcitrante, reacia a que las mujeres se liberaran y se atrevieran a jugar a un deporte que había sido entendido por muchos como cosa de hombres.
En 1979-80 se celebró la primera Liga Interregional. El Espanyol compitió con equipos de Aragón y de la Comunidad Valenciana. Quedó en tercer lugar, por detrás de un conjunto de Zaragoza y del Manises, “un equipazo”, según algunas jugadoras de esa época. Pese a que no ganó ese torneo, volvió a demostrar que en Cataluña no tenía rival.
Del Espanyol al Atenas
Ya era Real, con todas las de la ley, pero las penurias seguían impregnando a un equipo femenino temible en Cataluña. Sin campo propio, las chicas blanquiazules se veían obligadas a buscar cada fin de semana un terreno de juego para disputar sus encuentros. Algunos de esos duelos se jugaban en El Carmelo, el desgraciado barrio de la ampliación de la Línea 5 de metro. “El Espanyol sí que nos daban algunas facilidades, pero no nos cedían su campo ni nos suministraban económicamente”, recuerda una jugadora de la época.
En 1982 el Espanyol femenino ganó la Copa de Cataluña y siguió escribiendo su brillante palmarés. Pero, como toda historia, este triunfo precedió una etapa oscura, habitual en varios equipos femeninos de la época, como el Barcelona, el Sabadell o el Cataluña (que luego se llamó Sant Andreu). Varias jugadoras del equipo fundacional abandonaron el club por “problemas internos”. Son heridas que dolieron, que ya han cicatrizado, pero que significaron el fin de un gran ciclo, que supuso que el Espanyol estuviera durante muchos años en el primer escalafón del panorama catalán y español.
Desde 1981, cuando se reconoció al Deportivo Espanyol como Real, hasta 1982, el ambiente ya fue raro. Había un exceso de jugadoras y surgieron problemas en el seno de la plantilla. “Mi último partido con el Espanyol lo jugué el 18 de julio de 1982”, recuerda Rosa Pedrosa. Las jugadoras más míticas se separaron. Crearon un nuevo equipo, llamado Atenas, en el que lucían la misma vestimenta que llevaba el Espanyol. “Nunca dejamos de ser pericas”, recuerda Titi Camúñez.
¿Por qué Atenas? “Nos reuníamos en el restaurante Atenas, que era de una compañera. Con el tiempo se convirtió en nuestro local social. Propusimos darle al equipo este nombre y todos salimos contentas”, explica una jugadora que jugó en el Atenas. Era la alternativa a un Espanyol que seguía siendo la referencia, aunque pasaba por unos años de transición. Titi Camúñez fue una de las jugadoras que cambió de lado, pese a que continuó manteniendo el corazón perico y, con el tiempo, regresó a la entidad blanquiazul. Otras jugadoras, como Elisabeth o Montse Domingo se quedaron en el RCD Espanyol.
La pregunta que todos se hacen es, ¿se enfrentó el Espanyol al Atenas? Y la respuesta es sí. Y siempre salió ganando el equipo perico (el oficial), aunque las jugadoras del Atenas se lo dejaban todo en el campo: “Teníamos mala suerte”, recuerda Titi. Fue un golpe duro para el Espanyol, “pero son cosas que pasan”. Y lograron salir adelante.
El germen de la Copa de la Reina
Tras el sí de la Federación a la aceptación del fútbol femenino de manera oficial y antes de que las jugadoras míticas del Espanyol fundaran el Atenas, llegaron los primeros torneos a nivel estatal. El primero que se recuerda, en 1981, se bautizó como Campeonato de Fútbol Femenino en Honor a su Majestad La Reina. En él tomaron parte 16 equipos de distinta procedencia (Barcelona, Sabadell, Granollers, Pontevedra, Espanyol, Valladolid, Girona, Ricard de Las Palmas, Catalunya, Sant Adrià, Unión Canaria, Bilbao, Karbo La Coruña, Ciudad Condal, Punta del Este Tarragona y Cide Mallorca).
Poca gente podría entender, a día de hoy, que un torneo de tal magnitud se jugase durante cuatro días en una población determinada. O, dicho de otra manera, que el conjunto que llegase a la final tuviera que jugar cuatro encuentros en esos mismos días. El equipo perico que participó en aquel torneo estaba presidido por Rosa Pedraza y entrenado por Titi Camúñez. La plantilla estaba compuesta por Paqui, Navas, Aurora, Montse I, Rosa, Ruiz, Lidia, Elisabet, Montse III, Manoli, Esperanza, Rosalia y Joquel. Esta plantilla se descompuso poco después con la separación de algunas jugadoras. El Espanyol quedó encuadrado en el Grupo 2 y tuvo como rivales al Valladolid, Cardona y Ricard Las Palmas.
"En él tomaron parte 16 equipos de distinta procedencia (Barcelona, Sabadell, Granollers, Pontevedra, Espanyol, Valladolid, Girona, Ricard de Las Palmas, Catalunya, Sant Adrià, Unión Canaria, Bilbao, Karbo La Coruña, Ciudad Condal, Punta del Este Tarragona y Cide Mallorca)".
“Fueron unos días especiales para nosotras. Dormíamos y comíamos en un colegio, todas juntas. Teníamos todos los gastos pagados, creo que a día de hoy aún se debe dinero de aquel campeonato”, aseguró Fina Torres, secretaria de personal del equipo perico según los panfletos del torneo. Esta iniciativa, que no tuvo repetición en el futuro, corría a cargo de Agustín Mayol y Pons, miembro de la Federación Catalana de Fútbol y hermano de una central del Espanyol, Rosa Mallol. Mientras tanto, la Federación, ni agua. Sí: había reconocido el fútbol femenino, pero seguía sin mover un dedo y sin promover que las mujeres jugaran al fútbol.
Al Espanyol le faltó suerte. No perdió ningún encuentro, pero tampoco ganó, por lo que quedó apeado de las semifinales. A todas las jugadoras les impresionó el juego del Las Palmas. “¡Cómo jugaba!”, decían algunas jugadoras que estuvieron presentes en aquel torneo. “Al final no sé si ganaron, pero sí que me acuerdo que llegaron a la final”, dijo Fina. La ciudad se entregó a este torneo. Algunos diarios de la época cubrieron la información, y la gente se agolpaba a los campos de fútbol. Fue el primer grano de arena, pero que tardó en repetirse. “No se quería invertir en fútbol femenino y la Federación hacía oídos sordos”.
Las primeras ligas y el caso Nuria Sala
En 1982 el fútbol femenino dio un salto organizativo y cualitativo. Hasta la fecha, las ligas eran locales o regionales, meros campeonatos autonómicos en los que el nivel era muy bajo y un equipo sobresalía por encima del resto, como en Cataluña ocurría con el Espanyol. Torneos como el Campeonato de Tarragona (1981), que reunió a 16 equipos de toda España, eran un ejemplo de que las cosas estaban cambiando. Ese torneo fue la semilla que brotó y formó la primera Liga Nacional, en 1982.
El Espanyol se desmarcó como uno de los mejores conjuntos de esa categoría. Siempre entre las primeras posiciones, no tuvo la suerte que le hiciera ser campeón de este torneo. El Cataluña, un club moderno y potente, el Añorga, que pertenecía a la Real Sociedad, el Oroqueta Villaverde, cuyo fundador fue el Atlético de Madrid, y el Barcelona, se repartieron los trofeos en esa década, en la que el Espanyol se codeó con los grandes y logró un subcampeonato (1986).
Siete años dieron pie a muchas anécdotas. Y la más sonada fue la que protagonizó Nuria Sala, una fenomenal jugadora perica que se fue al Barcilona (un potente y nuevo conjunto) por discrepancias con el Espanyol. La historia se remonta a 1985, cuando el conjunto blanquiazul jugó un encuentro ante el Vallés Occidental. Sala era la estrella: regateaba, marcaba goles, daba asistencias... Era objeto de las defensas contrarias. En diez minutos, tres faltas. Nuria se hartó y le dijo al árbitro: “Ya era hora que pitaras, pensaba que necesitabas gafas”. Tarjeta roja.
Y el caso llegó a los despachos. Montse Domingo y Fina Torres, dos pericas que trabajaban para la Federación, se asombraron cuando vieron que ese colegiado no había indicado en el acta la sanción. No había existido esa expulsión, pese a que todos los equipos femeninos de Cataluña estaban esperando que Nuria Sala estuviera, como mínimo, un partido sin jugar. Al Espanyol le entró el miedo. Sabían que le iban a tildar de equipo cómplice de la Federación. Así que Fina decidió sancionar a la jugadora con un encuentro, como si el acta lo hubiese reflejado. Pero la cosa no acabó ahí. Remordimientos de conciencia provocaron que Fina Torres se lo dijera a Nuria Sala, quien reaccionó con ira y se marchó.
El descenso y el adiós de Eli
Y el Espanyol no se repuso y en 1989 llegó el famoso y único descenso. El entrenador en aquel entonces, Calpena, se fue al Barcelona y se llevó a toda la columna vertebral perica. El Espanyol tuvo que reordenarse, pero no llegó a tiempo y descendió. Pasaban las jornadas y el Espanyol femenino hacia la goma: entraba en la zona peligrosa para la jornada siguiente salir. Esa fue la tónica una semana tras otra. Hasta que a falta de pocos encuentros para acabar la Liga, el coma fue ya irremediable. Era un equipo joven, inexperto, que consumaba el primer y único descenso en la historia del club. “Comenzamos la temporada sólo con diez jugadoras”, recuerda Isabel (1982-2002). La fuga del entrenador con varias chicas fue crucial.
Hierático, como un cuadro egipcio, se quedó el club. Sí: seguía ayudando al femenino prestándole ropa y material de vez en cuando, pero no movió un dedo para traer a nuevas jugadoras que potenciasen al equipo. “Teníamos que poner dinero de nuestro bolsillo. El club nos ignoraba” asegura Elisabeth Sánchez (1971- 1990). (Aún en 2005, aunque parezca extraño, ocurría algo similar. Los equipos femeninos del fútbol base no están financiados por el club. Sólo al A y el B juegan en la Ciudad Deportiva).
Suerte que en esta categoría las diferencias entre un conjunto de Primera Nacional y otro de Primera Catalana eran abismales. La historia se respeta y el Espanyol se paseó por los campos catalanes como ya hacía en la exitosa década de los 70. Subió a falta de tres jornadas para que se acabara el campeonato. Prácticamente ningún equipo le tosió y goleó en todos sus encuentros. En cuestión de meses, regresó a la élite.
Al Atenas, a principio de los 80, se fueron muchas jugadoras fundadoras de este Espanyol. Poco a poco, las que se quedaron empezaron a decir adiós, hasta que en 1990, Elisabeth Sánchez fue la última en colgar las botas. Eli, como la conocen todos, ha vivido más de media historia de este equipo, desde que se creó hasta que bajó de categoría. Y también fue la primera jugadora perica en ser internacional. “En el año 81 jugué mi primer partido con la Selección, que curiosamente fue el primer encuentro que se jugaba de manera oficial. Porque ya desde 1971 iba a jugar en una especie de combinado nacional, aunque aún no reconocido”, recuerda Eli.
Eli dijo adiós y puso fin a una extraordinaria generación de jugadoras pericas. Pero había futuro, como por ejemplo el de Isabel, que continuó hasta 2002 jugando con la camiseta del Espanyol. Fue una de las jugadoras más destacadas del equipo cuando logró el ascenso en el 90. Y lo será más en el futuro, con las dos Copas de la Reina (1996-1997).
El robo de la caja y los viajes en coches
Muchas novedades con la entrada con el retorno a la Primera Nacional. Al Femenino no le sentó mal su año en el infierno. Regresó con más fuerza que nunca, quedando en los puestos altos de la clasificación. Hasta la consecución de la primera Copa de la Reina (1996), esta sección dio para mucho, por sus anécdotas, sus peculiaridades, que demuestran que no sólo la sección masculina vive momentos estrambóticos.
El club seguía haciendo oídos sordos a las peticiones de una de las mejores plantillas de España, pero llegó un patrocinador de Oviedo, llamado Emilio y afincado en Barcelona, para poner dinero. Fue el policía que protegió al equipo durante varias temporadas. “Nos ayudó mucho. Era un simpatizante del Espanyol y llegó a poner tres millones de pesetas por cada temporada. Hasta 1992 nos financiaba todo, luego ya nos tuvimos que espabilar nosotras”, recuerda Fina Torres.
En la temporada 1993-94 sucedió una hecho curioso y extraño en el fútbol femenino, un ámbito, a priori, exento de corrupción. El que era el tesorero y delegado del equipo perico en esa temporada se fugó de la noche a la mañana con 900.000 pesetas, la mayoría del presupuesto del equipo. A partir de ahí, la vida del femenino dio varios pasos atrás. Se retrocedió en el tiempo. Desde ese momento, el equipo tuvo que renunciar a muchos privilegios. Viajaban a los campos en coches particulares, llegaban justo para jugar el partido y luego, nada más acabar, regresaban a Barcelona.
Isabel recuerda una anécdota, de sabor amargo para toda la plantilla, que les ocurrió en esa época: “Fuimos a Oviedo en coche para jugar un encuentro de Liga. Después de muchas horas de paliza al volante, el encuentro se tuvo que suspender porque los árbitros no se presentaron. Fue indignante, evidentemente”. En 1994 Ramon Catalá, preparador físico del equipo, y Xavi Álvarez, que también dirigía a un conjunto masculino, llevaron las riendas del femenino. Hacían las tácticas, los entrenamientos, leían los encuentros antes y aconsejaban los cambios, pero no viajaban.
En 1994, según varias versiones de ex jugadoras, debutó con el primer equipo Raquel Cabezón, una de las mejores de la historia perica. Con tan sólo 15 años ya se enfundó la camiseta blanquiazul. Fue una de las protagonistas en la Copa de la Reina.
La primera Copa y Raquel Cabezón
Joana, Sonia, Montse, Dolors, Esther Arribas, Raquel, Isabel, Esther Torner, Lorena, Toni, Susanna, Carmen, Ana y Sandra Sabater. Estas fueron las jugadoras que participaron en la final de la Copa de la Reina de 1996 jugada en el Estadi Olímpic de Terrassa y que enfrentó al Oroquieta Villaverde (Madrid), uno de los dominadores del fútbol femenino, y al Espanyol. Rompiendo todas las apuestas, el conjunto blanquiazul destrozó en la final al favorito, a un Oroquieta repleto de jugadoras internacionales y que habían impuesto su hegemonía en la Liga desde mediados de los ochenta.
Ramón Català y Xavi Álvarez fueron los entrenadores que llevaron al Espanyol a la cima. Fue en la víspera de San Juan, en una soleada jornada del 23 de junio de 1996. “Me acuerdo que llegábamos a la final sin opciones. Nadie daba un duro por nosotras, e incluso, pocas esperábamos ganar”, recuerda Raquel Cabezón. Y es que, pese a que el Espanyol jugaba prácticamente en casa, el equipo fue a la gran cita en cuadro, con tan sólo 13 jugadoras y una portera. Quienes sí que acudieron fueron los técnicos, que normalmente no asistían a los encuentros por motivos laborales.
El encuentro tiene semejanzas con la final de Copa del Rey que ganó el Espanyol masculino en Madrid ante el Zaragoza en 2006. El Espanyol golpeó primero. Raquel Cabezón, que tan sólo tenía 17 años, adelantó a su equipo. El Oroquieta apretó pero no pudo sobrepasar la defensa perica. Cuando la primera parte tocaba su fin, Raquel puso tierra de por medio con un segundo gol de falta directa. Inapelable la primera parte perica.
No sin sufrimiento, porque el conjunto madrileño estuvo a punto de recortar distancias en varios momentos, el Espanyol resistió y sentenció a pocos minutos para acabar el encuentro. Esther Torner marcó el tercero en un contraataque y la fiesta comenzó a fraguarse. Isabel, la capitana del equipo, levantó la Copa de la Reina entre la ovación de los aficionados. “Las celebraciones, increíbles. Enlazamos el triunfo con San Juan”, recuerda Raquel. La noche más corta se convirtió en la más larga. El club tomó nota y comenzó a tomarse en serio al Femenino. “Suele pasar cuando ganas títulos”, se lamenta alguna jugadora. El Femenino paseó la Copa de la Reina por Sarrià.
Felicitaciones de Jordi Pujol
Con más plantilla, sí, que el año anterior, pero con la misma humildad de siempre y los mismos recursos. La historia del Femenino es una lucha de fuerzas y antifuerzas. El milagro se obró por dos veces de forma consecutiva. Si en 1996, el Oroquieta Villaverde fue la víctima, este año le tocó el turno al Atlético de Málaga, uno de los conjuntos más en forma en la Liga Nacional, pues había quedado en las posiciones delanteras.
De nuevo, el Espanyol iba de tapado. Nadie se creía que repetirían título, pero esto de las finales les va como anillo al dedo. El 2-1 final refleja la igualdad, aunque el balón y el juego corrieron de parte blanquiazul. El Espanyol se puso 2-0. Toñi marcó de penalti y Esther Arribas de vaselina. “Estaba encarrilado, pero ellas recortaron distancias y acabamos pidiendo la hora”, recuerda Raquel Cabezón. Y es normal, siempre hay que sufrir, es la tónica del Espanyol.
“A nosotros nos gustaba tocar el balón, dominar. No éramos equipo de contraataque”. Y eso es digno de elogiar. La filosofía de Ramon Català y Xavi Álvarez se mantenía. La alineación la formaron Carmen, Mercè, Sandra, Dolors, Montse, Nagore, Esther Torras, Silvia, Raquel, Isabel Castanera, Esther Arribas, Sonia, Toñi, Anabel y Susanna. Raquel Cabezón e Isabel destacaban en un equipo de mucha técnica. Una por su juventud y calidad y la otra, por su voz en la capitanía del equipo. “Creo que a la plantilla le hizo más ilusión el primer título que el segundo, porque llegábamos en unas circunstancias más desfavorables, pero la celebración fue por todo lo alto en ambos casos”. Aquel Málaga era un conjunto joven, que había irrumpido con fuerza en la Liga Nacional. Muchas de aquellas jugadoras juegan, curiosidades de la vida, en el rival del Espanyol mañana en la Copa de la Reina, el Sevilla (2006).
Aparte de la celebración que le rindió el españolismo, Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, recibió a las ganadoras en el Palau de la Generalitat y las felicitó por ese logro. El fútbol femenino comenzaba a ser reconocido. En uno de sus viajes a Madrid esa temporada, la plantilla vivió otra anécdota más. El autobús tuvo un problema en el motor y tuvieron que parar en un área servicio a que el conductor lo arreglara. Si es que ninguna fiesta es completa.
La Superliga y el salto a Sant Adrià
La Superliga se podría definir como la unión de las ligas regionales que nacieron en 1981. Hasta el año 2000, la mecánica era la siguiente: 1.- Había cuatro grupos diferenciados por el espacio geográfico. Así, en el que jugaba el Espanyol había conjuntos de Baleares y de Valencia también. 2.- Los campeones de cada grupo, o lo que es lo mismo, cuatro equipos, jugaban una final four en una localidad determinada. 3.- Los cuatro primeros de cada grupo jugaban la Copa de la Reina, competición que el Espanyol ganó en dos ocasiones, como ya hemos explicado.
Este nuevo formato de Liga, como la Primera División española, era mucho más ambicioso, pero tuvo su lado negativo. Varios equipos vendieron su plaza en la Superliga porque no podían afrontar todos los gastos. Otros equipos tuvieron que renunciar a ella cuando ya se habían disputado algunas jornadas. El Espanyol, en cambio, vivió en el otro lado de la balanza. El club se implicó más, atrás quedaron ya las penurias, los viajes en autobús el mismo día del partido y las subvenciones de las propias jugadoras. El Femenino pasó a recibir el mismo trato que el fútbol base. Todo fue gracias a la Ciudad Deportiva.
“Fue un momento especial para todas”, recuerda Raquel Cabezón y se refiere a la temporada (2000-01) cuando el Femenino pisó y jugó sus encuentros en Sant Adrià. “Teníamos los servicios médicos al lado, todos estaban muy atentos a nosotras”, asegura. La Superliga sirvió para que el Espanyol femenino creciese ostensiblemente.
Antes de eso, justo la temporada anterior de que se comenzase la Superliga, varias jugadoras abandonar el equipo por pequeñas diferencias con el técnico, Xavi Álvarez. “Fueron sólo pequeños detalles, todo había ido muy bien” argumenta Isabel, quien había sido la capitana y también decidió irse. Ella y otras compañeras fundaron un nuevo equipo, que actualmente milita en Segunda División y que había llegado a estar en Primera.
El Femenino comenzaba a ascender a la cima. El equipo se rejuveneció y en las siguientes temporadas estuvo cerca de los puestos de cabeza. En la temporada 2001-02 quedó tercero y en la siguiente, séptimo. Luego comenzó el proyecto encabezado por Santi Fernández.
Santi Fernández, capitán general
Cuando creía que su etapa en el fútbol femenino había llegado a su fin, el Espanyol llamó a su puerta. Jaime Martínez, coordinador de las peñas y uno de los responsables de esta sección, no tardó en convencerle de este ambicioso proyecto, que tenía que dar un salto cualitativo a la entidad. Santi Fernández era la cabeza visible de un equipo que debía aspirar, en sólo tres años, a ganar la Superliga.
El dinero lo ponía Antonio Martín, propietario de Quad y patrocinador, los fichajes Jaime Martínez y el trabajo con las chicas, Santi Fernández. Fueron el ‘tridente’ del Femenino que comenzó a caminar en junio de 2004. Santi Fernández llegaba con un cartel de lujo. Había entrenado al Sabadell durante varias temporadas y había conseguido ganar una Copa de la Reina y situarlo entre los mejores conjuntos de España. A eso se le suma una amplia experiencia en el entorno del fútbol, pues de joven, con 21 años, había incluso entrenado en el filial del Real Madrid, bajo la atenta mirada de Vicente del Bosque (“a veces me falta ambición, y decidí volverme para Cataluña”).
Pero lo que tenía que ser una larga historia se convirtió en una novela corta, con un final feliz y prematuro. El objetivo de su primera temporada, la 2004-05, era mantener la categoría y, “si salía un buen año”, entrar en la Copa del Reina. Pero lo que comenzó siendo un tobogán, con resultados dispares, acabó transformándose en un camino de rosas, que situó al Femenino en la tercera posición de la Superliga. La pareja ofensiva Sara-Marta Cubí y la solidez en defensa fueron las armas. El Femenino se hizo un hueco entre las grandes. El proyecto iba viento en popa, navegando a más velocidad de la prevista.
Las esperanzas se pusieron en la Copa de la Reina. El equipo fue a más y todos esperaban llegar lejos en esta ronda. El rival era el Rayo Vallecano, que ya había resultado inferior en la Liga a las de Santi, pero en la Copa fue otra historia. El Espanyol quedó eliminado. La temporada se acabó con una evaluación excelente, pero con un gusto amargo...
Como también lo fue la marcha de Raquel Cabezón en verano. Por discrepancias con el club, la capitana se fue al Barcelona (para no alejarse casa y jugar para acudir con la Selección). Se fue la última heroína de la historia perica, la última Titi, Rosa Pedrosa, Isabel… Raquel apuntó su nombre a la historia del Femenino con letras mayúsculas, aunque salió por la puerta trasera. El Espanyol siguió su curso y se repuso con refuerzos, como el de Adriana Martín.
Y llegó la temporada 2005-06, el mejor año en la historia de la entidad. Las de Santi Fernández ganaron la Superliga y la Copa de la Reina, imponiéndose en ambos torneos 36 años después de que Oliva o Torres, Torres u Oliva pusieran la primera piedra.