Fue en 1995. El Albacete presentó en el Torneo de Brunete a un chavalín singular. Se le veía más pequeño que al resto, y no sólo por estatura, sino por aspecto morfológico. Un niño-niño, sin ese golpecito muscular y de esqueleto que señala el paso a la adolescencia. Llevaba el 8 y se llamaba Andrés. Jugaba muy bien la pelota y tenía una rara propiedad: parecía patinar, en lugar de correr.
Volvió un año más tarde. No era aquel niño casi gordito y pelado, sino un muchacho que apuntaba hechuras, dando su primer, pequeño y único estirón, con algo que apuntaba a un pelillo cuidado con la ingenua coquetería de la preadolescencia. Era el jefe del equipo, todos le buscaban, todos se colocaban para recibir sus pases. Jugaba como los ángeles. El Albacete fue tercero. El jurado que elegía el mejor jugador debatió entre él y un infatigable regateador del Racing, Jonatan. Antic fue terminante: “Andrés jugará siempre así. Todo lo hace bien, no toma una decisión equivocada nunca. De Jonatan no sabemos qué será”.
A veces, tengo la sensación de que no se puede explicar con palabras lo que es Andrés como jugador. Lo hace todo tan fácil que crees que todos pueden hacerlo. ¡Mentira! Nadie lo puede hacer como él
Xavi Hernández
De la Morena le entrevistó para El Larguero. Estaba triste porque el Albacete había bajado a Segunda. Le habló Benailles: “¿Te vendrías a La Masía?”. “Eso tiene usted que hablarlo con mi padre”.
La siguiente vez que le vi ya llevaba la camiseta del Barça y se llamaba Iniesta.
No existe un sólo responsable de que hoy Andrés Iniesta sea el máximo favorito para recibir el Balón de Oro. Siendo justos y en orden cronológico, el primer responsable es José Manuel Malo, entrenador del Alevín A del Albacete que coló a Andrés en el Torneo de Brunete de 1995 a pesar de que por entonces jugaba en el B.
A ese campeonato, Iniesta llegó con la cabeza rapada para emular a Iván de la Peña. Por tanto, para Albert Benaiges, discípulo aventajado de Oriol Tort, fue fácil distinguirle. Benaiges, un entrenador bonachón que ejerce de padre de cientos de niños en la cantera barcelonista cada año, iba avisado. Germán Vaya, conocido como Mani, ojeador del Barça en la zona de Andalucía, ya le había advertido de que el Albacete tenía un niño que la rompía. Lo había visto en Plasencia.
Benaiges se enamoró de la manera de jugar de Andrés y no paró hasta traerlo a La Masia. Todo eso costó un año, pero Benaiges no dejó de dar la vara a los padres de Andrés. "No hace falta prueba ni examen. El niño entra directo en La Masia".
Pero el crío no veía claro separarse de sus padres y de su hermana. Andrés fue el mejor jugador de esa edición de Brunete y el premio era un viaje a Port Aventura. Benaiges lo vio claro. Se fue a Port Aventura y ‘ ecuestró' al niño y a los padres para enseñarles el Camp Nou y La Masia.
Andrés regresó a Fuentealbilla y pasó el verano meditando. No veía claro irse a Barcelona. Entonces, intervino Oriol Tort, el desaparecido jefe de la cantera culé, y lejos de presionar al chaval le dijo "no tengas prisa, ven cuando estés preparado, las puertas del Barça estarán siempre abiertas para tí".
Esas palabras llevaron a Iniesta a separarse de los suyos. Tenía 11 años y las primeras semanas se las pasó llorando. Menos mal que a su lado estuvo siempre Benaiges, que fue su primer técnico en el Barça, otro niño llamado Víctor Valdés que desde entonces es como su hermano y otros técnicos como el llorado Ángel Pedraza, con el que ganó la Nike Premier Cup de 1999.
Andrés Iniesta recibió la noticia con decepción. Sí. Creía que iba a ser titular, pero Frank Rijkaard decidió que antes que la imaginación del canterano sería mejor el músculo de Mark van Bommel.
Ahora, a según qué entrenador, le habrían fusilado al amanecer, pero el holandés tenía gancho entre los culés, entendió que era lo mejor para el equipo. Tenía delante el Barça en Saint Denis el Arsenal de Arsene Wenger, que daba por perdido a Thierry Henry, aunque el francés tardaría aún un año más en vestir la camiseta del Barça.
Iniesta atendió con impotencia cómo Edmilson, el nombrado Van Bommel y Deco comandaban la zona ancha. Xavi Hernández y Lionel Messi, lesionados, lo miraron todo desde la grada. Fue, posiblemente, la última gran final disputada por el Barça, sin tres de sus grandes pilares, una terna de jugadores que con su fútbol comandaron uno de los mejores equipos de la historia, no sólo del club, sino también del fútbol mundial.
Aquella temporada fue importante para Iniesta. Llegó a acumular entre LaLiga y Champions 44 partidos. Fue clave en la mayoría de ellos, pero en el decisivo, el que ponía al equipo bajo el foco mediático de todo el mundo, se quedó esperando.
Tuvo que aguardar al inicio de la segunda parte. En el descanso, y con el Arsenal venciendo por 1-0 (gol de Sol Campbell), Rijkaard reaccionó. Entró el manchego sobre el césped en la lluviosa tarde de París para ir girando poco a poco el partido. Y lo puso donde él quiso.
Tocar y tocar para volver a tocar para generar ocasiones que le dieran la segunda Champions en el Museu del club. Más tarde ingresó en el césped Henrick Larsson por Van Bommel. Total, que Rijkaard la clavó. Entre el canterano y el sueco fueron metiendo miedo en el cuerpo a los ingleses, que tras los mazazos de Samuel Etoo y Juliano Belletti le dieron la Champions al Barça e Iniesta, condenado al inicio del choque, acabó siendo uno de los héroes de la final.
Quedaba nada y menos. Se estaba agotando el tiempo y el Barça de Pep Guardiola que había puesto en escena un maravilloso fútbol, parecía condenado a ver por televisión la final de Roma. No había para más.
Con diez, por la injusta expulsión de Eric Abidal, y acomplejados ante la portería de Petr Cech, el Barça del fútbol de toque, del juego trenzado y demoledor, que acostumbraba a acribillar a los rivales a remates, no había tirado a puerta. Parecía increíble que así fuese, pero era la realidad.
El centro pasado, pasadísimo, desde la derecha de Dani Alves, parecía que no tendría repercusión alguna. Y resulta que acabó siendo el momento más “alocado” del manchego, tal y cómo él explicó.
Errores de Etoo en el control, de Essien en el despeje hizo que la pelota acabase en los pies de Lionel Messi. La Pulga, rápido de cabeza, puso el cuero en la frontal, perfecto para el zapatazo de Iniesta.
“Pensé en chutar y estaba convencido de que era el único sitio por el que podía entrar”, expresó en más de una ocasión Iniesta. Y sí, más allá del árbitro Ovrebo (lo hizo tan mal como Wolfang Stark en la ida del Camp Nou), aquel derechazo, aquel gol bautizado como Iniestazo, cambió la historia del Barça de arriba abajo.
Aquel tanto hizo que los culés llegaran a Roma, bailaran al Manchester United, sumaran la tercera Champions League para el club y abriese la puerta al sextete, algo único, como Iniesta.
Es Andrés Iniesta un jugador reservado y de momentos íntimos. Pero sería imposible entender su fútbol y su carrera sin los compañeros. Los que han estado con él dentro de un vestuario y los que se han asociado con él alrededor del balón. Lo necesitaban y los necesitaba. Entre otras referencias, el libro ‘La jugada de mi vida’ escrito por Ramón Besa y Marcos López nos acerca a su especial relación con algunos compañeros. Estos son sólo algunos de ellos.
Víctor Valdés
Desde fuera, se diría que hay poco que ver entre un jugador ortodoxo y académico como Iniesta y un portero heterodoxo, de instinto y rebelde como Valdés. Eso por no hablar de sus vidas fuera del campo. Sin embargo, entre ellos surgió algo especial. Explica Valdés que su primer día terminó en encontronazo en La Masia, el lugar donde se hicieron amigos. Aquella pelea terminó por unirlos. Valdés, dos años mayor que Andrés, lo acogió como a un hermano pequeño. Los dos debutaron con Van Gaal: Valdés un 14 de agosto de 2002 e Iniesta un 29 de octubre del mismo año. En el libro La Jugada de mi Vida se relata una jugosa anécdota. Viniendo del campo del Levante de proclamarse campeones de Liga en 2005, Valdés preguntó a Iniesta con qué palmarés soñaba: el centrocampista le contestó que “seis Ligas, tres Champions y una o dos Copas…”. Para los dos, la final de París de 2006 tuvo algo único. Valdés salvó al Barça y la salida de Iniesta fue clave. No sólo en aquel partido sino para asentarse ya como jugador capital en el Barça de los lustros siguientes.
Xavi
Ahora que se habla mucho de la pareja Iniesta y Messi como la que más finales y más títulos ha ganado junta en el Barça, resulta fácil comprender que del triángulo Xavi-Messi-Iniesta, si hay que escoger una pareja esa es Xavi-Iniesta. Messi ha logrado ser también un solista, capaz de jugadas individuales imposibles y, sobre todo, con una capacidad realizadora que jamás tuvieron Xavi e Iniesta. Sin embargo, estos han tenido una química especial para entenderse a través del balón, cocer las jugadas. Xavi-Iniesta se convirtió en marca registrada. “Es el talento más grande del fútbol español”, ha admitido Xavi. Los dos tiraron a la basura las teorías que aseguraban que no podían jugar juntos. Siguiendo la línea conductora del libro La Jugada de Mi Vida, Xavi cuenta una bonita anécdota. En la previa a la final de Champions de Berlín de 2015, Iniesta estaba incluso con peores sensaciones que para la de Roma en 2009. “Entrenaba a dos por hora”, cuenta Xavi, que habría sido titular si el manchego no hubiese estado. Pero fue él mismo quien le dijo a Luis Enrique: “Este tío no tiene que entrenar más, que juegue la final”. Iniesta dio la asistencia del 1- 0 a Rakitic en Berlín.
Busquets
“Tenemos algo en común, venimos de la calle”, explica el de Badia para referirse a la carrera de Iniesta. Como bien explica Messi, en las finales les gustaba hacer un rombo: Busquets, Xavi, Iniesta y él, todos juntos. Busquets ha sido el ancla que ha permitido que Iniesta se deslice por el campo sabiendo que tenía las espaldas bien cubiertas. En cierto modo, tienen caracteres parecidos pero también han sido capaces de trabar cierta relación personal fuera del campo para hablar de temas más allá del fútbol.
Puyol
Iniesta heredó su colchón en La Masia cuando se ‘licenció’. Uno más bravo, el otro más tranquilo, los dos han representado a la perfección los valores que el Barça ha querido exportar como club. Xavi queda en medio de una cadena de capitanes que a ellos dos, también hijos de La Masia, les sigue uniendo a día de hoy. Puyol destaca de Iniesta que no quiere autocomplacencia, sólo elogios o crítica sincera. Y entre ellos se creó cierta química por los famosos mensajes de Iniesta al móvil que deja pasar durante un tiempo para, cuando el receptor ya ha olvidado aquel texto, interpelar: “¿Qué hay de aquello?”
Piqué
Sus personalidades son completamente diferentes pero en cierto modo, y aunque Piqué no fue un interno de La Masia ni estuvo tantos años, hicieron tan buena relación que Iniesta fue el primer jugador al que Piqué desveló que volvía al Barça. Fue antes de la vuelta de las semifinales de la Champions de la temporada 2007-08, cuando Ferguson, pese a la ausencia de Vidic, no quiso que jugase Piqué porque el trato estaba hecho. Allí, en Old Trafford, Piqué anunció a Iniesta que serían compañeros. “Un vestuario con 22 piqués sería una locura pero con 22 iniestas tampoco creo que funcionase”.
Messi
Pocas relaciones se expresan en el fútbol de manera tan simbólica como los abrazos entre Iniesta y Messi. Es recordado el que el argentino le dio al manchego después de su golazo al Arsenal en la vuelta de octavos de 2011. También cuando Iniesta fue a buscarlo después de marcar el 0-3 en el Bernabéu (acabó 0-4) y Messi, con peto calentando en la banda (salía de una lesión) le esperaba. Finalmente, el abrazo en la final del Wanda esta temporada después de que Andrés marcase tras asistencia del argentino. Jugadores de hechos, no de palabras, cada uno se sentó siempre en un rincón del vestuario pero, como dijo en una ocasión Messi, “cuando el partido se pone duro le digo: ven Andrés, acércate”.