La asturiana (17 años) recibirá uno de los Premios AS Promesa tras completar un gran verano con las selecciones de formación: dos platas, una mundial y una europea.
Iyana Martín (Oviedo, 2006) es una de las grandes perlas del baloncesto español… aunque ya es más presente que futuro con un currículum envidiable en las categorías de formación: dos platas mundiales y una europea, y un bronce continental. En esos cuatro torneos fue parte del mejor quinteto. Y en dos se llevó el MVP… sin colgarse el oro: en el Mundial Sub-19 contra jugadoras dos años mayores y tras una final apasionante contra Estados Unidos en un WiZink Center volcado, y en el Europeo Sub-16. La base (descomunal, rápida, inteligente) atiende a AS tras jugar un partido con el Segle XXI, el club-centro de alto rendimiento al que llegó con solo 14 años desde su Asturias natal.
Recibe el Premio AS Promesa, ¿dónde guarda tanto reconocimiento? ¿Tiene un hueco especial en casa?
Sí, sí (ríe). Tengo en mi casa de Asturias una estantería con todos ellos.
Tiene solo 17 años y no para de acumular premios, medallas… ¿va todo muy rápido?
Al final, va rápido dependiendo de la importancia que tú le des a esas cosas. Si tú a un premio le das una relevancia muy grande, de ‘madre mía, he conseguido esto o lo otro’ pues sí, va muy rápido porque se te subirá a la cabeza. Yo les doy la importancia que tienen: muy bien, un premio, pero forma parte de mi pasado. Obviamente, si lo comparas con otras deportistas de mi edad… pero no me afecta tanto para que vaya todo tan rápido.
Lo importante es mirar al futuro, ¿no?
Sí, completamente.
De Oviedo al Segle XXI con tan solo 14 años. Un cambio bastante grande para una chica de su edad.
Sí, es el cambio más radical e importante que he hecho. Estoy pasando aquí mi adolescencia y ya es mi último año. Todavía me acuerdo cuando tomé la decisión de venir aquí, tenía mucho miedo.
Y después de superar ese miedo, ¿cómo van las cosas?
El primer año cuesta un montón porque te tienes que marchar de casa. Además, la COVID no puso las cosas fáciles para volver a casa. Y costó bastante, pero a medida que han avanzado los años, la verdad es que estoy muy contenta. No me arrepiento para nada de la decisión que tomé.
¿Y qué le ha aportado esta nueva vida?
Muchísimo como jugadora de baloncesto, pero sobre todo he tenido un cambio radical como persona. El Segle no solo se fija en cómo eres tú sobre la pista, sino también en los valores que tienes fuera. Cómo estás con tus compañeras. El respeto, ser una persona madura… y eso son valores que aquí se inculcan un montón.
Y para compaginar estudios y baloncesto, ¿ayuda?
Sí, sí. Es el mejor sitio para hacerlo.
Pero no debe ser sencillo hacerlo, debe haber mucha disciplina…
Sí. Este es un sitio en el que la residencia está a un minuto del pabellón; y a un minuto tienes el instituto. Todos los horarios están compaginados. Los profesores están en constante comunicación con los entrenadores y con el personal del polideportivo. Es un engranaje. Te facilita muchísimo tu vida cotidiana.
¿Qué tal van los estudios?
Bien, bien. Segundo de bachillerato, pero bien.
Tengo entendido que quiere seguir con los estudios, ¿qué quiere ser Iyana Martín de mayor?
(Ríe). Pues mire, no tengo ni idea todavía. Estudio bachillerato científico, así que no me voy a meter ahora a hacer economía. No tengo decidido al 100% qué hacer. Estoy centrada en el ahora, en lo que hago en este instante. Luego ya se verá.
Aún no sabe qué quiere hacer cuando acabe los estudios, pero baloncestísticamente, ¿tiene alguna idea?
Es una decisión que todavía está por tomar. No quiero decirle no a nada. Ni cerrarme puertas. Creo que es muy pronto aún. No lo tengo claro.
Pero imagino que jugar con la Selección absoluta sería un sueño, ¿no?
Sí, claro, obviamente.
Cada verano está con la Selección y, en ocasiones, con dos de ellas, ¿no sé si lo suyo es pasión u obsesión con el baloncesto?
Me hace muy feliz que, poco a poco, haya más chicas como referentes y tan jóvenes como nosotras, que tenemos entre 17 y 19 años
Las dos (ríe). Van un poco de la mano. Al final, es estar con el baloncesto metido en la cabeza las 24 horas del día, los siete días de la semana. Al margen de estar en pista, veo muchísimo baloncesto femenino, me encanta: las selecciones españolas todos los veranos, la absoluta, partidos de Liga, la Euroliga… Todo, todo. Un poquito de obsesión sí que hay.
Vayamos a este verano. Debió ser una gozada jugar con tanto apoyo en el WiZink Center durante la fase final del Mundial Sub-19.
Sí. Creo que es la experiencia más fuerte que he tenido en mi vida: 7.000 personas en el WiZink Center. Fue una locura. El público era como una jugadora más.
Y después de los partidos les pedían autógrafos, fotos… ¿impactaba?
Sí, sí. Tengo 17 años y jugar un Mundial y ver que eres referente de niños y niñas pequeños, que les gusta ir a verte porque realmente les engancha mucho el baloncesto femenino, pues me impactó mucho. También me hace muy feliz que, poco a poco, haya más chicas como referentes y tan jóvenes como nosotras, que tenemos entre 17 y 19 años.
¿Sintió presión durante el torneo? Se lo pregunto porque usted era la benjamina del grupo y tenía mucha importancia en el juego...
Nada de presión. Lo único que quería era ayudar lo máximo posible al grupo y mis compañeras me lo pusieron todo superfácil.
¿Es verdad que no se esperaba ser MVP del Mundial tras caer en la final?
No, no me lo esperaba, se lo juro. Ni de coña me lo esperaba. Es un premio que me dieron a mí como se lo podrían haber dado a cualquiera de mis compañeras porque fue el trabajo de un grupo.
Estuvieron tan cerca de ganar a EE UU en la final (66-69) que no sé si sintieron orgullo o si fue más doloroso aún.
En el momento fue… Es que nunca había estado tan cerca de ganar a Estados Unidos y me tocó bastante. Me fastidió un montón. Luego lo piensas y cualquiera habría firmado estar a falta de un minuto con empate ante Estados Unidos en una final del Mundial. Y hoy en día, que ya han pasado unos meses, lo veo como un logro. Sí que tengo esa espinita porque soy una persona supercompetitiva y pienso ‘joe, qué hubiera pasado si…’, pero bueno.
Tuvo bastante foco mediático durante ese Mundial, ¿cómo se abstrae de todo ello? ¿Le dan algún consejo sus padres, familia, amigos para ir poco a poco?
Mi familia siempre, desde que era pequeña, me ha ayudado un montón en el baloncesto. En tener los pies en el suelo, en centrarme en la chica que soy ahora, en el presente. Que no se me suba nada a la cabeza. Seguir trabajando. Y no solo mi familia, sino también mi club me lo han inculcado un montón: continuar con el trabajo. Soy superjoven, todavía no he hecho nada en la vida. Me queda un montón por delante. Literalmente, todo en mi carrera.