Una figura clave en la historia del baloncesto español, Sancha modernizó el estamento arbitral y apadrinó a algunos de los nombres más importantes.
Hay nombres que brillan con luz propia en la historia del baloncesto español, aunque no todos sean los que aparecen cada día en los titulares de prensa. Ángel Sancha, nacido en 1924, es uno de esos casos. Este madrileño de nacimiento y andaluz de corazón fue una de las figuras clave en la evolución del deporte de la canasta en nuestro país, una de las personas que lo metió de lleno en la modernidad desde su ámbito de influencia: el arbitraje. Cuando falleció, el 12 de mayo de 2016, no hubo estamento, institución o persona relevante de nuestro baloncesto que no tuviera un recuerdo para él. Eso habla de la enorme importancia de su figura. “Siempre se dice que fue el precursor del arbitraje moderno en nuestro país para referirse a la gestión de mi padre al frente del entonces Comité Nacional de Árbitros de la FEB y pienso que hay mucho de verdad en ello”, afirma su hijo, Eduardo Sancha.
Relacionado desde bien pronto con el mundo de la canasta, fue considerado uno de los mejores árbitros de Europa en su tiempo. Ya en su época sobre las pistas tuvo claro que la profesión debía avanzar, que no se podía conformar con el lugar en el que estaba y que hacía falta estimular el talento dándole confianza y creando estructuras sólidas sobre las que permitirle crecer. Todas esas ideas las puso años después en práctica, desde 1978, cuando fue nombrado presidente del Comité Nacional de Árbitros. Desde ese momento sólo tuvo un objetivo: mejorar la formación arbitral. “Favoreció el cambio generacional del arbitraje español de alta competición, rejuveneciendo la edad media de los árbitros y potenciando la participación en las mismas de árbitros de otras muchas zonas y regiones de nuestro país, más allá de los colegios castellano y catalán, que las copadas hasta ese momento casi en su totalidad”, explica Eduardo.
Favoreció el cambio generacional del arbitraje español de alta competición y rejuveneció la edad media de los árbitros
Eduardo Sancha
Bajo su mando, el trabajo de modernización del estamento y de formación de los más jóvenes dio frutos muy pronto, propiciando la aparición de una de las mejores generaciones de árbitros de nuestro país: Sanchís, Escobar, Mas, Neyro o Herrera. Unos años después siguieron sus pasos los Monjas, Mitjana, Mateo Ramos, ‘Miguelo’ Betancor o Arencibia, que llevaron al arbitraje español a ser considerado como el mejor del continente. También su hijo Eduardo siguió sus pasos: “Mi vocación arbitral fue más producto de mis más que evidentes limitaciones como jugador, que favorecieron que mirara hacia una actividad dentro de nuestro deporte a la que probablemente, de no haber sido mi padre el reconocido árbitro internacional que en ese momento era, no habría prestado atención y en la que, con la perspectiva que da el tiempo, creo haber tenido una digna trayectoria y honrado su memoria”.
Como árbitro, Sancha tiene grandes anécdotas. Una de las más recordadas fue en 1967, reconocida por él mismo, siendo protagonista en la única Liga perdida por Pedro Ferrándiz como entrenador del Real Madrid. Le tocaba dirigir el Estudiantes-Real Madrid de la última jornada. Prácticamente al final Emilio Segura metía una bandeja sobre Clyfford Luyk que daba la victoria a los colegiales y, de rebote, el título de Liga al Joventut. Sancha consideró la acción como falta de ataque e hizo la señal correspondiente, cruzando los brazos alternativamente con las palmas hacia abajo. Su hijo cuenta el resto: “Ante las protestas del entrenador y de los jugadores locales extraordinariamente exaltados y encima de él presionándole, fue cambiando poco a poco su señal de cancelación de la canasta por una señal menos convencional (también cruzando los brazos, pero con las palmas abiertas lateralmente hacia el exterior) al mismo tiempo que gritaba ‘¡Apártense, apártense!’, mientras se dirigía a la mesa de anotadores. Finalmente, ante ellos, cuando ya todo el mundo estaba más o menos tranquilo y expectante, hizo la señal de canasta válida... ‘pero falta del jugador atacante’, añadió”.
Los años 60 eran otra época. Sancha, presidiendo primero el Comité Nacional y después el Comité Técnico Arbitral y el Área de Árbitros de la FEB, ayudó como nadie a que España no fuese nunca más a rebufo. En su último acto público como responsable en la FEB en 2004 se despidió adaptando un tango de Carlos Gardel: “Adiós amigos, compañeros de arbitraje, días felices de aquellos tiempos, me toca a mí ahora emprender mi retirada, debo alejarme de estos alegres camaradas.” Seguro que aquellos compañeros, los de entonces y los que han venido después, nunca olvidarán lo que Ángel Sancha hizo por todos ellos.