Miguel Ángel Betancor es el primer árbitro en el Hall of Fame del baloncesto español. Dirigió más de 600 partidos ACB y más de 400 internacionales.
Tan grande es su figura como árbitro que no podía ser otro quien representara al arbitraje patrio en esta primera promoción del Hall of Fame, cuya gala se celebrará el próximo 21 de octubre en el Estadio de la Cartuja. “Es un reconocimiento para todos nosotros”, afirma constantemente Miguel Ángel, Miguelo, Betancor (Gran Canaria, 1958) durante esta conversación en la que lo mismo habla de historia baloncestística, recordando cómo “Petrovic "te ponía en el hilo de hacerlo bien o mal”, que de tecnología aplicada al mundo arbitral. “No está para rearbitrar; el problema es que ha fallado el catálogo de instrucciones”, dice a modo de sentencia aplicable tan al fútbol como al propio baloncesto.
En su carrera hizo tantas cosas que pitar una final olímpica no le quita el sueño 25 años después. “Cuando me dijeron que pitaba el partido decisivo en Atlanta me quedé: “Ah, vale. Muy bien”. Tampoco le da mérito a ese icónico enfrentamiento que tuvo con Charles Barkley: “Le pité la técnica a él como podía haberlo hecho con otro. Llegar al nivel de no hacerlo por la categoría del jugador es perder tu dignidad como árbitro”. Más que pitar la final, le marcó una conversación previa. “Me encontré con Savic, Bodiroga y Obradovic, que me dijeron: pitando tú, estamos traquilos. Sabemos que podemos ganar si jugamos bien. Me quedo con eso”. Ahora se desvive por sus alumnos de la ULPGC (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), pero la pasión manda. Toca hablar de recuerdos, arbitraje y tecnología.
Va a formar parte de la primera promoción del Hall of Fame del baloncesto español. ¿Qué significa recibir una distinción tan importante?
A nivel personal siempre es una satisfacción que te reconozcan un trabajo y fundamentalmente del mundo donde uno ha nacido, que es el baloncesto. Y que venga de la propia Federación, porque ahí es donde nací yo… El baloncesto me lo ha dado todo. Este galardón me toca a mí, pero realmente es un reconocimiento a los árbitros. Al arbitraje siempre se le ha tenido como un punto de inflexión dentro del deporte: a veces eres bueno, a veces eres malo, a veces te aman, a veces te odian. El que gana te ama cuando gana, y al contrario cuando pierde. Cambian amor y odio a la siguiente semana. Que haya un árbitro en el Salón de la Fama es una manera de decirle al mundo del baloncesto que estos tienen un lugar en el mundo del deporte.
Usted siempre reivindicó el papel fundamental del árbitro dentro del deporte profesional. Este premio también va en esa línea.
El arbitraje necesita un reconocimiento más allá de que hayas pitado bien o mal: que seas una parte del deporte. Y debe estar representando como un deportista más
Es un reconocimiento a todos los árbitros de este país. Para llegar a donde he llegado, he pasado por donde están pasando todos: pitar en la base, recibir gratificaciones o insultos desde las categorías inferiores, no tener formación y recibir la presión que te puede llegar en un entorno más competitivo… Siempre he defendido la profesionalidad más allá de lo simplemente económico. Por eso, en los años 90 hice mi tesis sobre la formación del árbitro. Y es una tesis, de la que próximamente saldrá un libro, en la que digo claramente que el árbitro es un deportista, un profesional más dentro del deporte, y necesita una formación específica. En una exposición que hice en la ULPGC (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), de la cual soy profesor, dije que el árbitro, en un futuro, viajaría con un ordenador. Recuerdo que estaba Eduardo Portela en la lectura. Me decía: “Miguelo, siempre tú con esas ideas”. Y fíjate hoy, cuando ya tenemos hasta el árbitro digital, que utiliza la tecnología para tomar decisiones. El arbitraje necesita un reconocimiento más allá de que hayas pitado bien o mal: que seas una parte del baloncesto, del deporte. Y que debes estar representando como un deportista más. Por eso este premio que me puedan dar es personal porque lleva mi nombre, pero en realidad es un premio a todo el arbitraje español.
¿Quién se le viene a la cabeza en estos momentos? Sus primeros compañeros, su mujer por todo el tiempo ‘robado’ a la familia…
De entrada, mi familia, desde los tiempos en que mis padres me apoyaron. También mis hijos y mi mujer. Rápidamente se me viene a la cabeza Enrique López, el primer presidente cuando terminé la carrera y formamos la Escuela de Árbitros. Me viene a la cabeza también Miguel Díaz Alegre durante mi periodo en La Laguna y todo su apoyo para llegar a dónde llegué. Se me aparece Ángel Sancha, que también ha fallecido. En su momento creyó en mí. Toda la vida me acordaré que fui a pitar un partido en Madrid, siendo Clyford Luyk entrenador junior del Madrid, y el informe que me dieron era que no servía para el arbitraje.
Menos mal.
Sí… Pero Ángel Sancha, que era más listo que todos ellos, creyó en mí, me apoyó. Y lógicamente, como canario, pienso en un referente no solo nuestro sino mundial como Pedro Hernández Cabrera, que ha sido nuestro maestro. Por lo menos, una parte muy importante en mi vida. Fue un gran árbitro, sigue siendo una gran persona, y hay que reconocer que en este mundo necesitas el apoyo de otros para llegar a algo.
Por todo lo que defendió y ahora se ve, ¿se considera usted un adelantado?
Hay gente que me dice que sí, que soy un poco visionario. Recuerdo que cuando arbitraba a jóvenes hablaba con otros árbitros y me decían que era muy filosófico. Siempre tuve algo que en este mundo es necesario: la curiosidad. Si eres entrenador tienes que serlo, saber a dónde va el baloncesto y cómo tiene que mejorar. Si eres jugador tienes que ser curioso en tu estilo y en el de otros jugadores. Si eres árbitro tienes que entender que el arbitraje cambia, no es estático. Creo que en esta vida hay que estar un poco loco para hacer grandes cosas. También hay que tener cuenta una cosa muy importante: lo que dices has de llevarlo a la práctica, y eso es lo que hice. Me limité a llevar a cabo mis ideas, mi visión del arbitraje. En algún momento estaba a favor del sistema, y en otros no le gustaba al propio sistema. A nivel de formación, por ejemplo, insistí en que los árbitros no podían estar basándose en cursitos de reglas de juego y pruebas físicas. Por eso creamos la Escuela Canaria en Las Palmas. El lema era “arbitra jugando”. Entrenabas tres veces en semana con los árbitros jóvenes para mejorar. Conmigo en la Escuela, un árbitro joven no cogía el reglamento hasta que tenía 18 años. Hasta ese momento tenía que jugar y arbitrar, conocer las reglas jugando. Eso, en el baloncesto actual, se llama criterio. Un árbitro puede saber las reglas, pero si no tiene criterio no puede entender el juego. Es lo mismo que si hablamos de arbitrar y pitar: unos pocos arbitran, y pitar, soplar por un silbato, lo hace cualquiera. Ahora viene algo que yo creo que es cada vez más necesario: ha nacido una figura, gracias a la tecnología, que es el árbitro digital. Hay un problema fundamental: se compra buena tecnología pero no se forma bien al árbitro para saber usarla. Por eso hay se producen tantos follones.
Es lo que pasa en el fútbol con el VAR: una herramienta maravillosa que parece que no termina de dejar a nadie contento.
Te lo resumo así: en el arbitraje, la tecnología no está para rearbitrar. ¿Eso qué significa? Que la tecnología está para solucionar lo que, objetivamente, no puede analizar un árbitro. Si empezamos a analizar si se tiró, no se tiró, le tocó, eso se llama criterio de interpretación. La tecnología tiene que ser objetiva: sí o no. Eso que dicen de que entre el negro y el blanco está el gris hay que dejárselo al árbitro en el campo, que es el que está allí, el que siente el juego. Con la tecnología no puede haber eso, no puede haber alguien rearbitrando un partido desde una oficina. Usar la tecnología para decir si una falta es o no antideportiva no tiene sentido salvo que uno de los criterios, como era el de irse solo y que el contacto se produjera por detrás, varíe. Eso es objetivo, pero la intención no la analiza la tecnología. Te lo resumo también de otra manera muy sencilla: aquí se ha regalado un juguete que tiene tecnología con el problema de que ha faltado el catálogo de instrucciones. Hay que cambiar. La tecnología se compra; el criterio, no.
Haciendo un ejercicio de retrospectiva, ¿qué jugadores o entrenadores recuerda como ejemplos de buen y mal comportamiento?
Si la gente palpa que eres un árbitro honesto, que pitas lo que ves, que si te equivocas es de manera honesta y no tienes preferencia por nadie, te quieren
Ha habido gente de todo tipo: jugadores calentones, entrenadores que provocan, otros que conocían las reglas y su aplicación. Particularmente, recuerdo a jugadores que me ponían en el hilo de hacerlo bien o mal. Para mí fueron los balcánicos, sobre todos los yugoslavos. Por ejemplo: saber arbitrarle a Drazen Petrovic no era fácil. Era un gran jugador, pero no era fácil. Él buscaba, hasta en el aire, cualquier posición para sacar ventaja. Recuerdo que una vez hice una señalización tocándome la muñeca. Cuando defendía, se giraba para ponerse de espaldas a mí y tocarle, con el dedo, la muñeca al tirador. Imagínate lo que puede ser en baloncesto un leve contacto a un jugador en el aire cuando está tirando. Hice una señal de rozar la muñeca y la gente me decía que por qué señalizaba eso. Lo hacía para indicar que no le dio un leñazo, pero sí le tocó la mano. Era un jugador que siempre me ponía al límite, y entre otras cosas por eso siempre fue un grandísimo jugador. Como entrenadores, en España, en general, todos han tenido un grandísimo nivel. Si me hablas de los de fuera, me quedo con gente como Ettore Messina, Obradovic o Maljkovic. Imagínate Scariolo. Nos conocíamos de competiciones internacionales, y recuerdo cuando vino a España por primera vez. Llegó aquí con otra mentalidad, traída de Italia. Era un muy profesional. Te lo resumo: he llegado a lo que he llegado, que no sé si es muy alto, porque el baloncesto español ha sido siempre un gran baloncesto. Sin grandes jugadores, entrenadores, periodistas, directivos, ten por seguro que no hubiera llegado a ser un buen árbitro. Si no arbitras un buen baloncesto jamás serás un buen árbitro.
¿Tan duros eran los partidos en Grecia o la Europa del Este?
He vivido muchas batallas allí. Pero recuerdo pitar en playoff de Euroliga un Olympiakos-Panathinaikos: me decían que si les pitaba en casa, también les tenía que pitar en el segundo partido. Al final, si eres un árbitro que palpa la gente que eres honesto, que pitas lo que ves, que si te equivocas es de manera honesta, que no tienes preferencia por nadie, te quieren. Eso no es poder, sino autoridad. La autoridad de un árbitro se gana en el día a día, en los partidos. En mi carrera me he equivocado más de lo que he acertado porque el árbitro se equivoca bastante. Pero equivocarse honestamente es el mejor mérito que te pueden dar cuando te retires.
Entre las imágenes más icónicas de su carrera está aquella famosa técnica que le pitó a Charles Barkley en la final de los Juegos de Atlanta, en 1996. ¿Le sorprendió que tuviera tantísima repercusión?
Me llamó mucho la atención, la verdad. Me recuerdan que estaban pitando en Atlanta, con miles de espectadores, Estados Unidos contra Yugoslavia, que si la presión… Recuerdo que venía de dar un paseo con un árbitro cubano, y cuando llegué a la residencia me dijeron que pitaba la final. “Ah, vale. Muy bien”, dije. Fui a arbitrar ese partido de una manera normal y corriente. Recuerdo (se ríe) que estaban Savic, Bodiroga, Obradovic… antes del partido, y me dicen: “Miguelo, nos alegramos mucho de que estés aquí porque sabemos que si jugamos bien podemos ganar”. Me quedo con eso. Yugoslavia perdió, pero ellos sabían que arbitraría libremente. Le pito la técnica a Barkley como lo puedo hacer con otra persona. A mí, que tú seas un gran jugador… No (rotundo). Cuando llegas a ese punto puedes perder lo más importante, que es la dignidad del arbitraje. Hay que ser un árbitro libre, honesto y sin ningún tipo de presión.
Usted siempre defendió que el árbitro tiene que tener las condiciones de un profesional del deporte. ¿Queda mucho por hacer?
Sé que en el fútbol están trabajando mucho en ese sentido. Ahora se dice mucho que los árbitros tienen que ser autónomos. Pero el sistema no está regulado como cualquier ente laboral. Siempre habrá personas que te suben o te bajan. Sí se paga, son muchos partidos entre semana y yo te aseguro una cantidad. Pero, ahora, como profesional, en Europa está cambiando mucho más el ámbito del fútbol. En baloncesto existen asociaciones y convenios, pero 100% profesional en ese sentido solo está la NBA y el mundo americano. A parte, para ser árbitro profesional el sistema tiene que generarte la estructura adecuada. Por eso dije que, cuando se llegue a ser profesional, el sistema que regula y coordina la función de los árbitros tiene que ser una entidad independiente, no puede estar bajo la presión del sistema, de entrenadores, de directivos, de clubes… Te pueden pagar y mejorar tus derechos de arbitraje, pero para ser un árbitro profesional tiene que existir la estructura profesional que coordine, forme y dirija.