Antonio Díaz-Miguel, el alba del baloncesto español

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Antonio Díaz-Miguel, el alba del baloncesto español

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Antonio Díaz-Miguel, el alba del baloncesto español

Antonio Díaz-Miguel (Alcázar de San Juan, 1933-Madrid, 2000) entrenó a la Selección durante casi 27 años, 431 partidos y 23 torneos.

Toda gran historia tiene un comienzo. Un Big Bang que ordena y crea el camino hasta el destino manifiesto que el universo tiene previsto. Y en el baloncesto español, ese origen fue 41 años antes del oro en el Mundial de Japón 2006, en 1965, cuando un giro imprevisto llevó a Antonio Díaz-Miguel (6 de julio de 1933, Alcázar de San Juan) al banquillo de la Selección. Solo iban a ser 7 días, en un Torneo Amistoso en Ámsterdam (Países Bajos), pero la decisión de Ed Jucker de renunciar al cargo por los Cincinnati Royals de la NBA permitió al nuevo miembro del Hall of Fame de la FEB prolongar su estancia en el banquillo de manera casi eterna. Fue el seleccionador de muchas, muchísimas, generaciones de españoles.

“Mi vida ha estado alrededor del baloncesto”, aseguraba a las cámaras de TVE este ciudadrealeño, que cogió el cargo con 32 años (5 de noviembre de 1965) y no la abandonó hasta los 59 (6 de agosto de 1992). Fueron 26 años, 9 meses y un día al frente de un equipo que se alimentó de su personalidad metódica y su necesidad inagotable de aprender. De borrar aquello que hacía a la Selección débil y de potenciar las cualidades que la hacía imparable. “Veníamos de un baloncesto de pequeños. Pero allí comenzamos a proyectarnos internacionalmente y a ir a más. España comenzó a dar el gran salto cuantitativo y cualitativo que felizmente hoy le hace estar entre los grandes”, comentaba a EFE en 2020 Emiliano Rodríguez, una de las estrellas del equipo nacional en México 1968, el primero de los seis Juegos Olímpicos que dirigió Díaz-Miguel de manera ininterrumpida. Un récord hasta la fecha.

"Fue el mejor entrenador no estadounidense de su tiempo"

Bobby Knight

Su pasión y su calidad, sus logros y sus hazañas traspasaron las fronteras españolas. “Fue el mejor entrenador no estadounidense de su tiempo”, recalcaba uno de los grandes técnicos universitarios de siempre en Estados Unidos, Bobby Knight. “España tenía el mejor contraataque del mundo”, subrayaba Lou Carnesecca, otro de los monstruos de los banquillos de la NCAA. Palabras inimaginables de maestros sobresalientes a los que unía una gran amistad con Díaz-Miguel, el gran pionero, el primer entrenador europeo que hizo las maletas para aprender el estilo norteamericano. Y el país del baloncesto le acogió sin fisuras. Tanto que hasta el padre de todos, el inolvidable John Wooden, le enseñó los misterios que guardaba su Corte de UCLA.

El catedrático comenzó como alumno. Primero en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y luego en Madrid, con el Estudiantes y el Real Madrid. Al final del camino, Bilbao y las Águilas. Fue una carrera profesional corta, solo seis años. El motivo, el banquillo le llamaba. “Enseñar fue mi gran pasión”, recordaba Díaz-Miguel, que vivió 431 partidos con la Selección entre Juegos (6), Mundiales (4) y Eurobasket (13). Su palmarés, maravilloso, en una época en el que Yugoslavia y la URSS hacían temblar Europa a su paso: una plata olímpica (1984) y tres medallas en el Eurobasket, dos platas (1983 y 1973) y un bronce (1991). Y muchos tiros al canto, con seis cuartos puestos, cinco de ellos en una década de los ochenta vital para el baloncesto patrio.

Tuvo un grandísimo mérito, porque era un visionario de la búsqueda de la perfección. No digo que al resto de entrenadores en España no les gustara que su equipo jugase bien, pero Antonio, con sus viajes a Estados Unidos y sus relaciones con Lou Carnesecca, Dean Smith y Bobby Knight, aprendió el valor de los pequeños detalles. Él fue el que nos inculcó que con el baloncesto que nosotros hacíamos, si dejábamos de cometer errores, podíamos ganar a cualquiera en un buen día”, rememora para AS Juan Antonio Corbalán, que llegó a la Selección con solo 16 años. Este era uno de los secretos de Díaz-Miguel, dar oportunidad a los jóvenes, en un cambio generacional constante que aprendió en las universidades americanas.

"Era un visionario de la búsqueda de la perfección"

Corbalán

Díaz-Miguel, que falleció en el año 2000 en Madrid víctima de un cáncer, no dejaba nada al azar. Instauró las concentraciones largas y se centró en la preparación física. Exigía puntualidad y aseo a sus pupilos, además de cumplir sus seis reglas de oro: no perder el balón, coger todos los rebotes, no cometer siete personales en cada tiempo, hacer solo buenos tiros, pasar el balón a los pívots y anotar las dos primeras canastas de cada tiempo. Velocidad y agilidad por encima de todo. “Trataba de que el baloncesto español subiera hacia arriba y, creo, que he puesto mi granito de arena”, confesaba a Pedro Barthe (TVE) un entrenador especial que llegó a jugar un partidillo con Fidel Castrol y que fue el primero en derrota con España a Estados Unidos, Yugoslavia y la URSS. Así era Díaz-Miguel, el alba del baloncesto español.

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