Black Avalon persigue en Japón una oportunidad en una gran empresa de lucha libre. La pandemia ha retrasado todo, pero confía en dar el salto.
La máscara es uno de los complementos que más se relaciona con la lucha libre. Su uso puede tener múltiples motivos, y en el caso de Black Avalon lleva un punto de pillería. El luchador español, de 28 años, inició su carrera cuando formaba parte del ejército. Era un riesgo, por lo que no podía desvelar su identidad. Ahora lo recuerda con una sonrisa. Su vida ha cambiado mucho. Cinco años después de iniciarse de manera oficial en el wrestling, persigue una gran oportunidad en Japón, un país en el que este deporte es una religión.
Su sueño por ser luchador viene de mucho antes del 2015. Francisco, como se llama realmente, nació en Venezuela y creció viendo lucha junto con su hermano, quien ahora también es luchador y se hace llamar Red Amethys (compite en la empresa RCW). Cuando comenzaron a vivir en España (su padre es español), Francisco tenía 16 años. Han pasado años, pero no olvida como fantaseaba con su hermano. “Hacíamos wrestling en el parque. Intentábamos imitar lo que veíamos”, recuerda entre risas. “Era una locura, pensábamos que no nos podía pasar nada… pero cuando nos hicimos mayores de edad decidimos dejar de hacerlo”, añade.
Con 20 años, Francisco ingresa en el ejército y es destinado a Madrid como ‘Instalador de Línea’. El wrestling seguía en su vida, pero no como practicante, hasta que con 23 años un amigo le descubrió que en la capital había una escuela de lucha libre, Lucharama. “No te exagero, al día siguiente de saberlo fui. Quería hacer esto”, afirma. Sus progresos eran rápidos y dejó asombrados a los profesores: “Lo principal era que no tenía miedo a las caídas y eso me permitió avanzar más. A las cuatro meses ya disputé mi primer combate (con la empresa Triple W)”, asegura. Sin duda fue un crecimiento fulgurante. Quería seguir ascendiendo y meses más tarde decidió dar un cambio radical a su vida.
Fue tras un campamento en Inglaterra. Allí le dijeron que valía. “Hacía cosas que otros que llevaban años entrenando no hacían. Cuando volví a España tomé la decisión”. Black Avalon no seguía un sueño americano, le gustaba el wrestling japonés. Indagó sobre las posibilidades que tenía y descubrió que podía ir a buenas escuelas pagándose la estancia. Entonces se puso a ahorrar mientras continuaba ganando experiencia en empresas de España y de fuera de nuestro país. Una vez tenía todo atado, se fue para Japón. Su estancia allí no comenzó bien. “Tras el primer entrenamiento me dijeron que no servía. El entrenador habla español y me dijo textualmente: ‘No vales verga’. Fallaba en la base. Con ese problema me preguntó si quería seguir allí. Yo le respondía que si podía sí. El problema era la base. Entonces iba a una academia primero para aprender la base y después perfeccionaba en la otra”, recuerda.
Costó, pero nunca se rindió y cuando se acabó su estancia de tres meses allí sabía cuál debía ser su camino. “Al llegar gestioné mi baja del ejército. No fue de un día para otra, pero sabía lo que quería hacer”, apunta. Una vez lo solucionó, regresó a Japón con visa de estudiante. “Lo más complicado es encontrar continuidad. Llevo tres años ‘viviendo aquí’, pero de tiempo real es como un año y medio’”, admite. En Japón se ha tenido que ir buscando la vida: “En la mayoría de combates en los que entraba era de última hora o para enfrentarme a alguien que debuta o volvía de una lesión”, añade.
Pese a ello, en esos pleitos “ganó experiencia y le sirvió para darse a conocer”. Actualmente tiene varias empresas independientes que cuentan con él de manera recurrente, pero sigue aceptando otras con poca antelación. El factor cultural es clave: “En Japón no se fían del luchador extranjero. En mi caso más aun porque no es común un luchador de wrestling español y después porque habitualmente las estrellas que vienen aquí no se adaptan al estilo japonés. Usan lo que ya saben, se revalorizan, ganan dinero y se vuelven a su país. Yo quiero romper con eso. Mi objetivo es adaptarme 100% a su estilo y desarrollar mi carrera aquí”, reconoce sin titubeos, Black Avalon, quien tiene un hell, pero “sin hacer trampas”. “Eso no me gusta. Yo pretendo reírme de mis rivales, faltarles al respeto… eso suele animar bastante al público”.
Su sueño es diferente y complicado, pero que cada vez está cerca. “Lo principal ahora es conseguir un contrato con una de las empresas importantes de aquí, así podré tener un visado de trabajo. Hay varias que están buscando ahora mismo luchadores y he enviado mi currículum, pero la pandemia ha frenado todo. Pese a ello, tengo confianza porque un gran entrenador japonés me ha dicho que tengo nivel para entrar. No para ser importante ahora mismo, pero sí para estar en ellas y seguir creciendo”, desvela confiado. Si lo consigue, el Black Avalon qué conocemos puede cambiar: “Me he prometido que el día que firme por una empresa grande preguntaré si quieren que compita enmascarado o no. Haré lo que prefieran”, concluye. La máscara comenzó siendo un salvoconducto y ahora puede ser un elemento que diferencie el Black Avalon buscavidas y el Black Avalon referencia en Japón. Su sueño, a un paso.