Cuando escribo estas líneas hace exactamente tres semanas del traspaso que llevó a Jimmy Butler a Philadelphia 76ers a cambio de Dario Saric y Robert Covington. Sé que hubo más jugadores implicados, pero los importantes eran estos. En estos veintiún días, ambos equipos, Philadelphia y Minnesota Timberwolves, han jugado diez partidos cada uno. Los Sixers han conseguido 8 victorias por 2 derrotas (el balance con el que llegaban era de 9-6) y los Wolves, 7 victorias por 3 derrotas (su balance era bastante peor: 4-9). Sin duda estamos hablando de un traspaso en el que ambos equipos han salido beneficiados.
Cuando en el deporte americano se produce un traspaso, lo primero que solemos preguntarnos es por quién ha salido ganando y quién perdiendo, como si fueran dos parámetros de los que no se puede escapar. Sin embargo, en el deporte americano son más frecuentes de lo que parece los traspasos en los que los dos equipos ganan. No son tantos los casos en los que ambos equipos sacan réditos inmediatamente, como en el caso que he citado antes, sino que son más numerosos los intercambios en los que un equipo se ve beneficiado a corto plazo y el otro, a medio o largo. La estructura de ligas cerradas, sin ascensos ni descensos, que tienen las grandes ligas americanas hacen posible que los equipos puedan planificar a medio o largo plazo sin el miedo de perder la categoría, aunque sea a costa de perder jugadores importantes en el presente.
Un ejemplo muy claro, y muy cercano a nosotros, de esta segunda modalidad de traspasos “win-win” es el que se produjo entre Los Angeles Lakers y Memphis Grizzlies a mediados de la temporada 2007-2008 y que llevó a Pau Gasol al Staples a cambio de los derechos por su hermano Marc. Las (sobre)reacciones calificando de “robo” o “atraco” la operación no se hicieron esperar, pero el tiempo ha demostrado que se trató de un acuerdo tremendamente beneficioso para ambas partes.
Los Lakers, que buscaban un beneficio inmediato, se hicieron con el segunda espada que necesitaban para acompañar a Kobe Bryant y los resultados no se hicieron esperar: disputaron las Finales ese mismo año, cayendo frente al eterno rival de Boston, y ganaron los dos siguientes anillos, frente a Orlando y consiguiendo la revancha frente a los verdes. Pau fue elegido para el All-Star en sus tres primeros cursos enteros como oro y morado, siendo incluido en los mejores quintetos de la NBA estos mismos años: en el tercero en 2009 y 2010 y en el segundo en 2010.
Por su parte, los Grizzlies consiguieron al que ha sido su jugador franquicia durante la última década. En los diez años que lleva con los Grizzlies, Marc ha conseguido clasificar siete veces al equipo para los playoffs, superando en 2011 la maldición de la primera ronda que perseguía al equipo de Tennessee: en las tres ocasiones que Pau había metido al equipo en las eliminatorias por el título habían sido barridos las tres veces, sumando un terrorífico 0-12. Con Marc ya en el equipo, los Osos no sólo ganaron su primera eliminatoria, sino que además fue como octavo clasificado eliminando al primer equipo del Oeste, los Spurs de Popovich, Duncan, Ginobili, Parker o Kawhy. En 2013, el pívot catalán llevó a los Grizzlies del “Grit & grind” a las Finales de Conferencia, en las que los de San Antonio se cobraron su venganza por la afrenta sufrida un par de años antes. A título individual, Marc ha sido 3 veces All-Star, mejor defensor en 2013, en el primer equipo de la NBA en 2015 (algo nunca conseguido por su hermano mayor) y en el segundo en 2013.
Lo malo de este tipo de traspasos, digamos, a diferentes velocidades es que hay que dejar pasar el tiempo antes de poder juzgar si han sido buenos para todas las partes implicadas o no. El que ya hemos visto entre Lakers y Memphis y los hermanos Gasol lo fue, pero el que llevó a Pierce y Garnett a Brooklyn a cambio de chorrocientas rondas del draft, no: ahí hubo un perdedor y un ganador claros. A este respecto, hay un equipo en la NFL que está haciendo traspasos importantes intentando buscar el beneficio a (bastante) largo plazo, y que, de momento, parece la parte perdedora en dichos movimientos. Por supuesto, estoy hablando de los Oakland (futuros Vegas) Raiders del coach Jon Gruden, que en una decisión sin precedentes se están deshaciendo de sus estrellas más rutilantes a cambio de rondas de draft. Especialmente llamativo fue el caso de Khalil Mack, un futuro Hall Of Famer y uno de los mejores defensores de la liga, que fue enviado a los Chicago Bears a cambio de dos primeras rondas (la de 2019 y 2020). No contento con la jugada, Gruden también ha traspasado a Amari Cooper, su mejor receptor, a cambio de otra primera ronda (en este caso, la otra parte han sido los Dallas Cowboys). A primera vista, en ambos movimientos, especialmente el de Mack, parece que los Raiders son los grandes perjudicados. Aunque se intuye lo que pretende hacer Gruden, que fue firmado por 10 años y la friolera de 100 millones de dólares: crear desde cero su equipo a su gusto, sacrificando el presente por un futuro competitivo para el cual necesita jugadores jóvenes moldeados en su estilo de juego. Para esto Gruden va a tener que demostrar que, además, es muy bueno eligiendo jugadores en el draft. La pregunta es, ¿cómo veremos todos estos movimientos dentro de diez años? ¿Logrará Jon Gruden montar un equipo competitivo para aspirar a todo dentro de un lustro? ¿O será, como la mayoría piensa, una de las mayores meteduras de pata de la historia de las cuatro grandes ligas? El tiempo nos pondrá a todos en nuestro sitio.