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Alonso aterriza en el óvalo que consagró a los mitos de la Indy

Fernando Alonso, probando el asiento del Dallara Honda.

Faltaban escasos meses para que se publicara el número 1 de AS cuando A. J. Foyt lograba su tercer triunfo en Indianápolis, de los cuatro que tiene junto a Unser y Mears.

Faltaban escasos meses para que se publicara el número 1 de AS cuando A. J. Foyt lograba su tercer triunfo en Indianápolis, de los cuatro que tiene junto a Unser y Mears. 50 años después, el bicampeón de F-1 aspira a inscribir su nombre y grabar su rostro en el trofeo Borg-Warner.

Así es el circuito de Indianápolis.

Las 500 Millas de Indianápolis es un evento que representa a la perfección el cumplimiento del sueño americano. En 1909 cuatro empresarios financiaron la construcción del Indianápolis Motor Speedway para disponer de un sitio donde probar los modelos de la floreciente industria automovilística de la región de Indiana. Ni ellos mismos habrían pensado que su obra se convertiría en la pista más mítica del automovilismo, una megaconstrucción de 2.262.273 metros cuadrados donde, por ejemplo, se puede jugar al golf. Dos años después, el 30 de mayo de 1911, se celebró la primera edición de las 500 Millas que ya reunió cerca de 90.000 espectadores.

A. J. Foyt, uno de los mitos de la Indy 500, en su victoria en 1967, año que salió AS.

Todo en el mítico óvalo es histórico y superlativo: desde la yarda original de ladrillo rojo que ha quedado como línea de meta, pasando por las cuatro curvas con una inclinación exacta de 9 grados y 12 minutos, hasta la impresionante torre de control (La Pagoda), inspirada en la arquitectura japonesa, que tiene más de mil puestos para Prensa.

Tradición y leyenda encajan como un puzle en esta cita de la Indycar que tiene tres grandes referentes en el brindis con leche del ganador (salvo cuando ganó Emerson Fittipaldi que lo hizo con zumo de naranja para promocionar una empresa de su propiedad, la famosa frase: “Ladies and Gentlemen, start your engines...” (señoras y señores enciendan sus motores) o el trofeo Borg Warner, convertido en uno de los más legendarios del deporte. Encargado en 1936 al diseñador Robert J. Hill y a la joyería Spaulding-Gorham de Chicago fue realizado en plata de ley, mide 165 centímetros y pesa cerca de los 50 kilos. Costó 10.000 dólares, pero hoy se calcula que rondaría el millón. Actualmente el vencedor se lleva una réplica reducida... además de cerca de 3 millones de euros.

500 Millas de Indianápolis.

Fernando Alonso aterriza en la Indy 500 cuando AS cumple 50 años, una fecha fantástica para la que sería la primera victoria de un piloto español, y la segunda de uno de habla hispana ya que el único hasta el momento es el colombiano Juan Pablo Montoya, vencedor en 2001 y 2015 y que también estará presente el 28 de mayo. El asturiano entraría en un selecto club que tiene tree nombres en lo alto del pedestal con cuatro triunfos: A. J. Foyt (la de 1967 precisamente con el dorsal 14 que es el número fetiche del español de Mclaren Honda), Al Unser y Rick Mears. De los pilotos en activo sólo el brasileño Helio Castroneves, que lleva tres, está en disposición de convertirse en mito y leyenda de una prueba que en su edición 101, el 28 de mayo, contará por primera vez en la historia con dos españoles: Alonso y el catalán Oriol Serviá.