El 15 de diciembre de 1995 se produjo un terremoto judicial, no inesperado, que modificó los cimientos sobre los que se asentaba el fútbol. "Fueron cinco años de batalla legal en el que tuvimos la oposición de la UEFA, la FIFA y abogados de gran prestigio. Afortunadamente, no nos rendimos y nos movimos por el entusiasmo y la fe de lograr reformas profundas", recuerda Luc Misson, el titular del despacho de abogados culpable de establecer un nuevo orden en el fútbol mundial hace ya más de 20 años. Jean-Marc Bosman, un jugador belga nacido en 1964 cuya carrera nunca alcanzó una trascendencia considerable, entabló contacto con su despacho, especializado en derecho comunitario, a través de Jean-Louis Dupont, que hacía prácticas allí. Un vecino le animó a presentarles su caso.
Nos remontamos a 1990. Bosman jugaba en el Lieja y esa temporada el club belga le ofreció una renovación con una reducción de su salario en un 75 por ciento y un tijeretazo de sus primas. Él no estaba de acuerdo con ese contrato por lo que decidió fichar por el Dunquerque de la segunda francesa. El Lieja se acogió al derecho de retención y exigió una cantidad desmesurada (más de 400.000 euros actuales) para permitir su libertad. Bosman se sintió desprotegido. Ante ese escenario resolvió acudir a los tribunales con el propósito de revertir la situación. "Dupont me presentó al señor Bosman. Poco antes había hablado con Dupont sobre el asunto de la libre circulación de futbolistas en la Unión Europea (UE). En realidad, la libre circulación de trabajadores en la UE era una cuestión que me interesaba de siempre y sobre la que ya había trabajado. La casualidad quiso que apareciese Jean-Marc Bosman a los escasos días", rememora Misson. Iniciaron un procedimiento de petición de medidas provisionales en los órganos jurisdiccionales con el fin de que Bosman pudiese continuar con su carrera y, a su vez, elevaron una pregunta al Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) con el objetivo de que los jugadores de fútbol pudieran ser reconocidos como trabajadores con derecho a la libre circulación en la UE. La línea de defensa se fundamentaba en la vulneración de un derecho fundamental. "Seguimos el argumento del quebranto del derecho de la libre circulación de trabajadores recogido en el Tratado de Roma. La idea era que el sistema de transferencias, creado por las federaciones deportivas nacionales e internacionales, constituía un obstáculo ilegal que no permitía a los profesionales acceder a otros trabajos disponibles en otros estados miembros de la UE. Ese sistema trataba a los seres humanos como meras mercancías. Pensamos que sería un juicio simple y que ganaríamos fácilmente...", explica Misson.
En 1990, Bosman jugaba en el Lieja y esa temporada el club belga le ofreció una renovación con una reducción de su salario en un 75 por ciento y un tijeretazo de sus primas
El frente común de los clubes y la UEFA, contrarios a rectificar la estructura de fichajes, dificultó y alargó el proceso. Misson alude a la campaña de oposición que llevaron a cabo: "Presionaron políticamente y alertaron a los medios de comunicación de que, si se cambiaba el modelo de transferencias, sus balances financieros correrían peligro. Un futbolista podría abandonar un club al terminar su contrato sin que hubiese un pago compensatorio, algo que entendían como un desastre económico para ellos. En todas las industrias no existe esa contraprestación. Era una tesis poco creíble". El recorrido judicial se extendió durante cinco años, ganando la causa de instancia a instancia, con una repercusión mediática casi inaudita. "Un momento especialmente duro fue cuando el Tribunal de Apelación de Lieja retiró la cuestión prejudicial. Tuvimos que empezar todo de nuevo y eso retrasó el proceso, que tuvo final feliz", detalla.
El pleito acabó en el TJUE, con sede en Luxemburgo. Este tribunal estableció que el artículo 48 del Tratado de Roma "se opone a la aplicación de las reglas dictadas por las asociaciones deportivas por las que un jugador de fútbol profesional procedente de un Estado miembro, cuando su contrato con un club expira, no puede ser empleado por otro club de un Estado miembro si este no ha entregado al club de origen una indemnización por traspaso, formación o promoción". La sentencia también legisló la libre circulación de jugadores en la Unión Europea y moldeó el aura proteccionista del mundo del fútbol. Supuso un verdadero maremágnum que se calmó con el paso del tiempo. "Se han producido varios efectos interesantes como el aumento de la remuneración de los jugadores, la agudización de las diferencias entre los clubes más ricos y los más pobres, la pérdida de capacidad competitiva de ligas como la holandesa, belga...", analiza Misson. La hegemonía económica de clubes como el Real Madrid, Barcelona, Juventus o Manchester United se acentuó y también aparecieron nuevos ricos como el Chelsea (el primer club que jugó un partido sin ningún futbolista nacional en el año 2000) o el Manchester City. Sin Bosman no existirían como hoy se conocen.
"La 'sentencia Bosman' es un éxito colectivo. Estoy orgulloso de haber luchado por ideas justas y progresistas. Hay que resaltar el trabajo del señor Dupont y los letrados Marc-Albert Lucas, Françoise Baert y François Santos-Rey. Sin embargo, no podría estar del todo satisfecho a menos que estuviera seguro de que a mi cliente le haya ayudado a tener éxito en la vida", sostiene, con cierto halo de melancolía, Misson.
A Bosman no le fueron bien las cosas. Obtuvo de la Federación belga una indemnización superior a los 400.000 euros y la ayuda de FIFPRO, el sindicato de futbolistas, cuando apenas tenía recursos. Aun así, su carrera quedó destruida y entró en una espiral negativa que tocó el divorcio, la depresión, el alcohol e incluso se vio envuelto en un supuesto episodio de violencia de género del que fue exculpado. Bosman es hoy un parado de larga duración que no tiene derecho al subsidio de desempleo. A Luc Misson, su abogado, le persigue cierto sentimiento de pesadumbre. "Considero que el papel de un abogado, básicamente, consiste en ayudar a la gente a ser feliz. No sólo ayudarles a ganar (o perder) un juicio, sino traerles la paz y, al menos, satisfacción. No puedo decir nada más en este momento, excepto que Jean-Marc Bosman merecía algo mejor".