Gastronomía

El alimento que era “una tentación más fuerte que el demonio” para el papa Francisco

En diversas entrevistas, el difunto Pontífice confesó que era muy goloso y que sus padres le escondían los botes para que no se los comiera.

VATICAN CITY, VATICAN - APRIL 05: Pope Francis blesses the palms during  his Palm Sunday Mass in an empty Vatican Basilica of St. Peter's due to the Covid-19 coronavirus pandemic, on April 05, 2020 in Vatican City, Vatican. Pope Francis  greeted the
Franco Origlia
Daniel Pérez G.
Nació en Madrid en 1998. Licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la UC3M. Entró en Diario AS como becario de Actualidad en 2020, aunque también ha pasado por las secciones de Directos y Más Deporte cubriendo algún evento de ajedrez. Desde agosto de 2022 escribe en Tikitakas.
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En los días posteriores a la muerte del papa Francisco no han dejado de sucederse noticias sobre todo lo que le rodeaba. El foco no solo se ha puesto sobre su faceta profesional como Sumo Pontífice, sino que también se le ha dado mucha importancia a su persona: a Jorge Bergoglio.

Bergoglio no tuvo clara su vocación religiosa hasta entrado en cierta edad. De joven trabajó en una discoteca y en un laboratorio químico e incluso amagó con casarse con Amalia Damonte. El Papa era una persona muy familiar y tradicional que siempre cumplía en los días especiales. Entre ellos, los días 29 de cada mes, no fallaba a los ñoquis con un billete debajo del plato para llamar a la suerte.

El Papa era sencillo. Nada de virguerías culinarias. Con un poco de salsa de tomate, laurel y queso rallado se conformaba. También era fiel seguidor del bagna cauda, un plato a base de ajo y anchoas con verduras típico de Italia que su madre, Regina María Sivori, hacía a la perfección.

Sin embargo, la verdadera perdición de Bergoglio era el dulce. Podría decirse que era un goloso de manual. Como buen argentino, los alfajores eran su debilidad. Dicen las malas lenguas que siempre que le llevaban a El Vaticano alguno, se guardaba uno “para después” tras repartirlos con su séquito más cercano.

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Aunque la verdadera pasión del Papa eran, sin duda, los botes de dulce de leche. En algunas entrevistas reconoció que se lo comía a cucharadas. “Abrir un frasco de dulce de leche era una fiesta”, confesó. Incluso ya nombrado Pontífice seguía siendo “oro” para él. “Es una tentación más fuerte que el demonio”, llegó a admitir. El vicio era tal que, durante su niñez, sus padres se lo escondían para que no arrasara con él.

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