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Es uno de los momentos más míticos de Arguiñano cocinando hace más de 30 años: “Viene una cocinera perfecta”

Con un delantal que rezaba ‘El menú de Karlos Arguiñano’, una pequeña chef se presentó muy resuelta a ayudar al guipuzcoano en su programa de cocina.

Karlos Arguiñano.

Karlos Arguiñano lleva ya cuatro décadas acompañando a los más cocinitas de la casa a través de sus programas cocina en televisión y también con sus libros de recetas. Con su espontaneidad y desparpajo, y también, cómo no, sus chistes, el cocinero ha ocupado horas y horas de televisión, casi siempre solo.

En algunas ocasiones le hemos visto con su hijo Joseba, también llegó a cocinar con su hermana Eva, repostera, y hace ya más de treinta años grabó uno de sus programas más especiales, en el que chef vasco se presentó con su hija Amaia para preparar una paella en el set que ocupaba frente al mar.

Con un delantal en el que se podía leer “El menú de Karlos Arguiñano”, la pequeña y tímida Amaia se presentaba ante los telespectadores. “Es mi sexta hija. Viene una cocinera perfecta. Me va a ayudar a hacer una paella casera, como la que hacemos nosotros en casa para la familia”, decía el famoso cocinero sobre su hija.

Con ella como ayudanta, Arguiñano bromeaba en televisión: “Sabe un montón. Va a tener más novios esta…, porque cocina de maravilla. Y como es pa’ ella, es para mi hija Amaia, que la tengo aquí”, decía el chef haciendo un juego de palabras con la receta de ese día.

A qué se dedica Amaia

Sin embargo, pese a los augurios de su padre, Amaia, la sexta hija de Karlos Arguiñano y Luisi Ameztoy, no siguió los pasos del cocinero, sino que se decantó por estudiar Ingeniería Técnica Mecánica en Mondragón y, posteriormente, un grado superior de Ingeniería Industrial, con especialidad en Materiales. Una formación que la llegó a trabajar en el mundo del motociclismo, en el equipo AGR, con el que viajó por todo el mundo hasta que decidió parar a dar un nuevo rumbo a su vida.

Volvió a su tierra y después se inscribió en la Universidad de La Rioja para estudiar Dirección de Empresas Vitivinícolas, y así se hizo cargo del viñedo familiar con gran éxito, cosechando, aparte de buenos caldos, premios de la crítica. “No me pesa el apellido. Yo no tengo que demostrar que cocine bien o cuente los chistes como él, cada uno es diferente y siempre nos han enseñado en casa que tenemos que ser como somos y no tenemos que imitar a nadie. Seguramente la gente tenga alguna expectativa sobre mí, pero eso no me importa”, contaba hace unos meses a la revista Hola. “Para mí, mi padre es un gran apoyo, yo soy bastante nerviosa y exigente y me frustra cuando algo no sale como había imaginado. Él siempre me transmite su confianza, su positivismo y me recuerda que estamos haciendo lo mejor que podemos”.

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