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Ester Expósito: “No puedo conocer a alguien tranquilamente porque los paparazis están detrás”

“Nadie de tu entorno vive lo mismo que tú y se crea una distancia, un abismo, que te separa del resto”, explica la joven en una entrevista con ‘El País’.

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La actriz Ester Expósito durante el 55 Sitges Festival Internacional de Cine Fantástico.

Ester Expósito se ha convertido en una de las actrices de moda y un fenómeno mundial, con casi treinta millones de seguidores en las redes sociales. Pero, tal y como confiesa ella este domingo en una entrevista a El País, su deseo era ser actriz y poder vivir de su profesión, no famosa. Pero le llegó muy pronto gracias a su participación en Élite.

“Nunca soñé con ser famosa. Yo quería ser actriz y vivir de esto, pero la fama no era una opción. Al principio la pude gestionar bien con la ayuda de mis padres. Pero ahora se me hace bola”, cuenta a Martín Bianchi.

Tanta bola que necesita volver a sus orígenes para reencontrarse con una niñez de la que quiso escapar y ahora añora: “Este verano volví a Viveiro, el pueblo de mi madre en Galicia. Ir allí es mi gasolina para el resto del año. Es mi forma de recordar que había una Ester antes de todo esto, una Ester que disfrutaba de sus botellones y sus fiestas de pueblo”.

Allí fue donde deseó con fuerza convertirse en intérprete: “Yo veía a niños trabajando en el cine y la tele y les decía a mis padres: ‘¿Por qué no puedo ser yo?’. Ellos querían que fuera al colegio, que estudiara y tuviera una niñez normal”, cuenta quien finalmente impuso sus anhelos y se apuntó con solo 13 años a la escuela de interpretación y con 19 ya era la estrella mundial que hoy conocemos gracias a la serie de Netflix.

“Siempre quise ser mayor, sentirme mayor y hacer cosas de mayor. Pero creo que idealicé la adultez y ahora siento nostalgia por la niñez. Empiezo a ser consciente de que mi vida no va a volver a ser la que era. Me dedico a lo que me gusta, pero la presión es muy fuerte. Soy una persona con mucha ansiedad y la exposición no me ayuda a gestionarla”, cuenta. “Nadie de tu entorno vive lo mismo que tú y se crea una distancia, un abismo, que te separa del resto. La fama te aísla, te hace sentir solo”.

La actriz, que sigue vivienda con sus padres pese a la independencia económica que le da el poder vivir como ella deseaba de su profesión, se queja del interés mediático que genera: “Se inventan muchas cosas, se dicen muchas mentiras sobre mí. Yo intento mirar a otro lado, pero me da rabia que se dé por cierto algo que es mentira, como cuando dijeron que estuve con un futbolista”.

“Es la parte delicada de este trabajo. La prensa puede ser muy intrusiva. No puedo conocer a alguien tranquilamente porque los paparazis están detrás y ya te endosan un novio. Tampoco puedo llorar tranquilamente tras una ruptura porque lo voy a leer en la prensa antes de que se lo pueda contar a un amigo. Parte de esta exposición me genera ansiedad. A veces pienso: qué pereza tener que pensar tanto todo lo que hago, digo o publico en mis redes”, añade.

“Soy neurótica”

Asimismo, a corazón abierto durante la charla, se confiesa una persona muy severa consigo misma. “Soy muy exigente, neurótica, casi obsesiva. Cuando hago algo y no me gusta, me cuesta salir del bucle. Me castigo mucho, más de lo que debería… No me sirven de nada las opiniones ajenas. Las agradezco un montón, pero no me sirven. Podré gustar mucho, pero si yo no me quedo contenta con un trabajo, da igual lo que digan. Los directores con los que trabajo saben de lo que hablo. Para bien o para mal, la última palabra para que me quede tranquila es la mía”.

La presión y la fama son tan difíciles de gestionar que reconoce que necesitó ayuda: “Hace dos años empecé a ir a terapia y me fue muy bien. Lo tuve que dejar por los rodajes fuera de España, pero ahora me gustaría retomar. No es fácil dar ese paso: recurrir a un desconocido y exponerte ante él y hablar de lo que te duele. Pero al final es positivo. Tengo que volver porque necesito gestionar la ansiedad. Pienso que puedo con todo, pero no puedo con todo”.

“Después del éxito de Élite vivía rodeada de un ruido constante: redes sociales, propuestas laborales, la gente en la calle… Recibía un millón de estímulos que no me dejaban decaer o hacer un viaje introspectivo. Estaba tan distraída que no podía parar y pensar. Cuando ese ruido se acalla un poco, como me pasó después de Élite, de repente me di cuenta de que estaba sola conmigo. Y enfrentarte a la soledad es duro. Ahí es cuando vuelves a encontrarte con las cosas que te duelen de la vida: asuntos sin resolver, inseguridades, dudas. Ahí es cuando la confianza se tambalea”, agrega.

Me quedé sola conmigo misma y empecé a preguntarme quién soy y quién era antes de todo esto. Fue una crisis existencial necesaria. Antes de Élite nunca dudé de mí. Siempre tuve mucha confianza en qué iba a poder hacer y conseguir todo lo que quisiera. Supongo que era una forma de animarme para llegar a mi objetivo. Después de la serie empezaron las inseguridades. No es fácil bajarse de un éxito. Parar y quedarse a solas con una misma da vértigo. Es un sacrificio en muchos sentidos. Sacrificas dinero, sacrificas proyectos, exposición…”, añade.