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Cristina Pedroche, sobre las críticas que recibe: “Digo lo que pienso y eso molesta”

La vallecana ha expuesto frente a Vicky Martín Berrocal la frustración que produce sentirse mal y que la sociedad te retire el derecho a estarlo.

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Cristina Pedroche, sobre las críticas que recibe: “Digo lo que pienso y eso molesta”

La maternidad ha sido en la vida de Cristina Pedroche un rayo de luz que, si bien le ha iluminado el rostro, también le ha hecho observar la oscuridad de su habitación a medida que el haz penetraba en la oscuridad. Este juego de luces ha querido plasmarlo la vallecana en un libro, Gracias al miedo. Una historia de valentía, descubrimiento y amor incondicional (Planeta), que ahora le lleva por incontables platós y formatos audiovisuales en la gira promocional de su salida al mercado. La última parada ha sido en el sillón de A solas con... el podcast de Vicky Martín Berrocal, donde, cómoda y sonriente, ha expuesto en una charla que su felicidad es volátil y que para estabilizarla, en resumen, debe validar sus sentimientos y enfrentar sus inseguridades.

“Estoy bien, a ratos. A la gente le molesta que todavía estoy ‘postpártica’. El postparto no es el inmediato, la cuarentena... esto dura, es largo y tendido. Tengo que adaptarme todavía, estoy todavía arrollada. La maternidad me ha arrollado por todos lados”, ha iniciado, referenciando el agobio que supone atravesar su circunstancia actual en un mar de críticas, un océano “de mucho dolor” que, en ocasiones, se ha hecho interminable.

La anécdota del coche

La clave, dice, está en revertir las malas sensaciones. “Soy una persona muy miedosa, el miedo me paraliza, pero uso ese parón para analizar todo. Lo que estoy haciendo ahora es hacerlo con miedo. Si crees que tienes que hacer algo, y crees que te da miedo, hazlo. Yo estoy así todo el rato”, expone, poniendo después un ejemplo de estos muros que se instalan en su mente: “Me da miedo montarla en el coche, pero es que si no la monto en el coche, no voy a donde tenga que ir”.

Encuentra en el coche un gran espejo donde alargar la esencia de su discurso. “Muchas veces no he ido, pero ahora poco a poco me voy haciendo más fuerte”, resume, a modo de sinopsis, relatando después la anécdota en la que todo empezó a cambiar, el día en el que afrontó el miedo de conducir yendo únicamente junto al bebé en el vehículo. “La monté en el coche, no le había contado a nadie que lo iba a intentar. Fue la semana pasada. Llevaba semanas diciendo que lo iba a intentar. David se fue a jugar al pádel y dije ‘voy a ir a verle con la niña en el coche’”, empieza a esbozar el relato.

“Cojo a la niña, la monto y se puso a llorar. Pensé que si se ponía a llorar al sacarla del garaje, me volvía y no pasaba nada. La saqué del garaje y de repente, se calló. Se quedó en silencio, le di un trozo de pan. Yo la miraba y pensaba: ‘A que se va a callar todo el rato...’”, cuenta. Todavía no había salido de casa, como quien dice. Después vendría la adrenalina: “Llegué a la primera rotonda, llego a la segunda, me meto en la carretera... Yo estaba sudando cogiendo el volante, como si me fuera la vida en ello. Yo mirando, rogando que no viniera ningún coche. Intentaba ir rápido, pero iba despacio. O sea, todo mal. Iba superlenta”.

Y arribó. El desplazamiento fue un auténtico reto por lo mental y no por lo vial. “Llego, aparco y se puso a llorar. Yo la cojo y dije: ‘ya está, lo he hecho’. Me temblaban las piernas de la tensión. Me sentí mu bien, pero físicamente muy mal”, expresa, asegurando que “David estaba muy emocionado porque lo había conseguido”.

El derecho a la tristeza

Estas pequeñas victorias son reprochadas por un ejército de personas que vierten odio en sus redes sociales en forma de comentarios y mensajes. “Soy una persona que digo lo que pienso y creo que eso molesta. Vivimos en un momento en el que todos tenemos que ser buenos, todos somos felices... Y yo, no”, juzga y critica que, en resumidas cuentas, no tenga derecho a sentirse triste y mal. Creo que tenemos que normalizar todas esas cosas. Me hubiera gustado que amigas mías me hubieran contado toda la revolución sobre el postparto. Creo que es un tema tabú”, dice.

Después resume su malestar con dos frases que retratan su confusión. “Lo que más me molesta es que la gente me diga que lo tengo todo. Sé que tengo todo, pero no sé por qué lloro”, sentencia, justo antes de confesar que trabaja en terapia y que su psicóloga ya le ha dado la clave para afrontar la vida en el terror del postparto: “Me dice que valide mis sentimientos”.

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