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ROLAND GARROS

Una carrera a contrapié

Rafa Nadal lucha desde sus inicios en 2004 contra el Síndrome de Müller-Weiss, que le hace sopesar ya la retirada por el dolor que le atormenta.

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Una carrera a contrapié

Rafa Nadal, campeón ya de 22 torneos de Grand Slam, ha vivido una carrera plena de éxitos, paradójicamente, siempre con una espada de Damocles sobre su cabeza. Siempre con la amenaza de que su pie izquierdo, afectado por el Síndrome de Müller-Weiss, le obligara a poner punto final a su carrera. ¿De qué se trata? Es una osteocondritis del escafoides, una enfermedad degenerativa en ese hueso de la parte media-superior del pie fundamental para la movilidad. Sin cura, al menos para la actividad de un deportista profesional.

Ya en 2004, en su primer año en el circuito, se retiró del torneo de Estoril en abril por una fractura por estrés (tres meses de baja) en el escafoides del pie izquierdo. Pero un 23 de octubre de 2005 en Madrid, en la final del Masters 1.000 en la que remontó dos sets a Ivan Ljubicic, saltaron todas las alarmas. Ganó su undécimo título del año, pero el problema se agravó. El "bultito" (tiene esa zona del pie deformada y así lo denominaba) parecía que se había partido en dos. Viajó al Masters de Shanghái pero fue incapaz de jugarlo.

Era ese Nadal, siempre dispuesto a la batalla y al intercambio cuerpo a cuerpo, que Agassi definió muy bien: "Nadal está firmando cheques que su cuerpo no podrá pagar". Su equipo decidió viajar a la sede de Nike en Estados Unidos en enero de 2006 (no jugó en Australia) y se vino con unas plantillas especiales y zapatillas a medida para mitigar ese problema, que unido al de la pronación (el pie apoya hacia adentro) empezaba a martirizarle.

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UN 42 DE PIE

El balear mide 1,85 y está por los 90 kg de peso, pero sólo calza un 42, por lo que la 'plataforma' que sostiene su cuerpo es pequeña. Según los especialistas en biomecánica, la dolencia del pie es la que ha podido provocar los recurrentes problemas de tendinitis en las rodillas que le han tenido tanto tiempo parado, ya que ha ido modificando sus apoyos naturales. En 2010 se puso en manos del doctor Mikel Sanchez y los tratamientos con factores de crecimiento (infiltraciones de su propio plasma enriquecido) le ayudaron a mejorar.

En el Masters de 2007, Nadal sólo disputó un partido a tres sets (ante Ferrer y perdió) y terminó con el rostro desencajado. "Soy mejor tenista, pero no puedo correr. Nado, corro dentro de la piscina para coger fondo, hago remo, bicicleta, elíptica... Eso se nota, tengo que coger físico a medida que juego partidos", admitía en una entrevista en Shanghái. Su tío Toni fue más allá: "El problema de Rafa es grave, muy grave". "No sé, que decida el médico", llegó a contestar su entonces técnico cuando se le preguntó por el futuro.

Pero Nadal, un estajanovista con mente poderosísima, ha sabido ir adaptando su juego para mitigar el sufrimiento: menos contraataque en carrera, pasos cortos, más agresividad para evitar puntos largos, mejoras con el saque... Un ejercicio de supervivencia que, a la vez, le ha convertido en un tenista con más recursos.

DOLOR INTENSO

Pero el año pasado, el dolor se hizo más intenso. En la semifinal que perdió en París contra Novak Djokovic, pidió que le cambiaran el vendaje que sujeta esa zona del pie. "Tengo el escafoides chafado por la mitad. Se va inflamando y duele. Ya era insoportable y por eso pedí otro vendaje", aclaró. Paró, volvió en Washington 55 días después, pero la sensación no fue buena. "Para mí lo más importante es disfrutar jugando. Y con este dolor no se puede disfrutar", sentenció entonces. Entonces, ya le rondó por la cabeza la retirada. Pero su equipo le animó a seguir. En septiembre se decidió a hacer un tratamiento "un pelín más agresivo" (se le vio con muletas) en Barcelona.

"Vamos a tope y si me rompo, me rompo", les dijo a los suyos, según reveló su entrenador Carlos Moyá. Llegó a Australia y ganó. Otro milagro. "Tengo el escafoides partido por la mitad, es un problema sin solución", dejó claro allí. "Hace mes y medio, no sabía si volvería a jugar al tenis de forma profesional", confesó. "Siempre ha tenido problemas con el pie, pero hasta ahora sólo afectaba en los entrenamientos y en momentos puntuales. Pero llegó un punto en el que los tenía con más frecuencia. No sólo entrenando, también en partidos", contaba Moyá.

Luego vino la fisura en las costillas. Y otro parón que no le sentó nada bien. Antes de llegar a París, todas las luces rojas saltaron en Roma. Frente a Shapovalov el dolor se hizo insoportable. Se le vio totalmente cojo. "No estoy lesionado, vivo con una lesión", aclaró.

No dudó en que iría a Roland Garros. Eso sí, con su doctor, Ángel Ruiz-Cotorro, al lado. El tratamiento continuo (con infiltraciones y anestesia local) le ha permitido jugar. Pero el abuso también perjudica. De ahí la insinuación sobre que podría ser su "último" Roland Garros. Nadal tiene el dolor, y su salud en el futuro, en un lado de la balanza que cada vez pesa más.