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Rubiales, de Lopetegui a la asonada con Vilda

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Luis Rubiales pasó su peor día desde que es presidente de la Federación. Precisamente en una fecha señalada, porque en su programa tenía marcado en rojo traer de nuevo a España a Zaragoza. Pero el ‘motín de las 15′ se lo amargó. Ni siquiera el ‘caso Lopetegui’, en puertas de Rusia 2018, la víspera de su estreno en el Ejecutivo de la FIFA en Moscú, le causó tanta desazón. La asonada de las internacionales es el mayor pulso al que se ha enfrentado. No es la primera vez que un vestuario trata de echar a un entrenador. Pero sí es la primera vez que se intenta de una manera que la RFEF considera un torpeo al principio de autoridad.

El presidente de la Federación estaba azorado, incómodo. Pero con la firme voluntad de arrancar de cuajo el problema. Se enfrentaba al dilema de hacer las cosas con la precisión requerida. Pero tenía claro que si el cisma se lo hubieran planteado quince de los jugadores de la Selección Masculina para echar a Luis Enrique hubiera planteado la misma solución: todos fuera y otros quince al Mundial. Le hubiera dado igual que hubieran sido Pedri y catorce más. O catorce y Pedri. Es una cuestión de principios y así lo entendió desde el primer momento.

La conocida como ‘presión del vestuario’ se ha llevado por delante muchos entrenadores. Esto no es nuevo. Son muchos los presidentes de clubes, y también de federaciones, que han sucumbido a las rajadas de los capitanes y de las estrellas. Básicamente porque es más fácil echar a uno sólo que a un vestuario entero. Rubiales, me consta, quiso remediarlo y propuso a las rebeldes sentarse como mediador con todas ellas y con Vilda, al tiempo, en privado, cara a cara. El tiempo que hiciera falta. Aún está esperando respuesta. Y esto lo sé con certeza. Tiene pinta de que el asunto va a acabar con Vilda confirmado en el puesto y con la autoridad de la RFEF sin mácula. Rubiales lo pasó mal, pero lo hizo bien.