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Luis Enrique, en las bodas de Canaán

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Bien está lo que bien acaba y esto ha acabado bien porque España se mete en la final a cuatro de la Nations League con una victoria de prestigio en Portugal. Fue un partido raro de España, que salió con siete cambios con respecto al de La Romareda, jugó una primera hora infumable y mejoró mucho en el último tercio del partido cuando los cambios transformaron radicalmente el equipo en intención y capacidad ofensivas, hasta ganar el partido merecidamente. Como en las bodas de Canaán, el buen vino apareció al final. Supondremos que todo fue cálculo: dejar que Portugal se cansase y sólo entonces sacar a los que podían resolver arriba y arriesgar.

Un éxito para Luis Enrique y un fracaso para Santos, que tiene jugadores para más. Especuló con el resultado, dejó que Portugal aburriera a su público (y lo hizo a conciencia) con la esperanza de cazar algún gol aprovechando un error o en un contraataque rápido. Como España tampoco estaba por aventuras, no concedió muchas oportunidades al plan de Santos, aunque sí algunas. Unai Simón hizo tres buenas paradas que nos compensaron de alguna salida mala y de esos sustillos que da cuando juega con el pie. Portugal tiene para más, desde luego. Y Cristiano ya no está en el radar del Balón de Oro, pero sigue siendo un delantero de nivelazo.

Con la media del Barça, que compareció en el 60′ junto a Jeremy Pino, más Nico Williams, cuya entrada se demoró más, España se fue arriba, conectó por fin con Morata y empezó a crear peligro. Portugal, cargada de años en algunas piezas principales y con la proximidad del final haciéndole apetecible el empate, se emplazó muy atrás. Los jovencísimos Gavi, Pedri, Nico Williams y Jeremy le dieron al equipo el filo atacante de que había carecido antes. El gol tardó, pero llegó porque tenía que llegar. Fue un balón cruzado por Carvajal que Nico le bajó a Morata, ese nueve de aire melancólico pero que sabe estar a las duras y a las maduras.