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Los niños quieren ser Jesús Navas

Jesús Navas se despedirá mañana de un Ramón Sánchez-Pizjuán en el que abuelos, padres y niños tendrán motivos de sobra para la emoción. Los más mayores, al ver que se marcha ese chaval que hizo prender la mecha de la ilusión de un Sevilla que había languidecido demasiado tiempo. Los padres, al ver el adiós de un niño que se hizo hombre a la par que ellos y que reúne toda las virtudes del héroe del que le hablarán a sus nietos. Porque si miles de sevillistas se saben al dedillo las historias que sus abuelos les contaron de, por ejemplo, Juan Arza, no habrá un sevillista del futuro al que sus padres o abuelos no le cuenten las andanzas del niño de Los Palacios.

Y los niños. Muchos lo saben ya y otros no tardarán en saberlo, pero no hay ni un solo joven sevillista que no se calce sus botas de fútbol queriendo ser Jesús Navas. Desde el que se hace cientos de kilómetros para llegar a la Carretera de Utrera en busca de su sueño hasta el que simplemente se salta la tapia del instituto para echar una pachanguita con sus amigos y correr la banda derecha para servir un centro interminable al corazón del área. Todos.

Porque ser historia en el fútbol tiene muchos caminos. Se puede haber nacido con estrella o habérsela labrado para ganarlo todo y ser recordado por siempre. Ser una leyenda como Jesús Navas es otra cosa. Es tener el respeto de todo el mundo del fútbol, es ser el hijo del que sentirse orgulloso al verle no desfallecer y hacer de la honradez su bandera y es ser la estrella de un equipo a la que querrán imitar generaciones completas sin haberlo visto, solo escuchando batallitas de sus mayores. Hasta siempre y gracias, Jesús.

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