Los jugadores del Auckland son futbolistas, no panaderos

Igual que nadie habla de los hobbies del lateral del Dortmund o de la música que escucha el portero del Benfica, ¿por qué si se habla de los empleos de los futbolistas del Auckland? Que no tengan bañeras de hidromasaje, cámaras hiperbáricas ni un cocinero con estrella Michelín para hacerles el café, no significa que no entrenen bien. Que no sepan de fútbol ni que sean tercermundistas futbolísticos. El trabajo no define a una persona. Quizá el oficinista del Auckland se pase el día calculando sus macros al miligramo, cuidando estrictamente su sueño y escuchando, leyendo y consumiendo fútbol, mientras que el jugador de un gran equipo europeo está hasta las cuatro de la mañana jugando al Fortnite con la app de Glovo quemada.

En este Mundial de Clubes nos estamos cansando de escuchar opiniones desde un punto de vista extremadamente eurocentrista. Evidentemente, no es comparable el nivel del Auckland y el de los equipos de la CONMEBOL, pero estos llevan una semana demostrando que el resto de las confederaciones que no son la UEFA merecen más respeto de lo que acostumbran a recibir.

Que en algunos países el fútbol no dé para comprarse Lamborghinis no significa que allí no se trabaje bien. Ganar cuatro Champions oceánicas seguidas no lo hace cualquiera. Y no es una frase hecha. Usted, lector, piense en el amigo que mejor juegue o haya jugado al fútbol. Ese que llegó a jugar en Preferente o Primera autonómica. A ese, le bailaría y hasta le humillaría cualquier suplente del Auckland. El chico que acaba de subir de la cantera al primer equipo del Auckland metería cinco goles en cada partido de la liga local que le pille más cerca. Que no se olvide esto ante todos los comentarios cuñados que se escuchan estos días. No son panaderos, los jugadores del Auckland son futbolistas.

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