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El Athletic Club ha planteado, dentro de los actos de su 125 aniversario, un curioso homenaje a Jose Ángel Iribar, invitando a todos los porteros (y porteras), sean del club que sean, que esa jornada vistan completamente de negro, como lucía bajo la portería el bueno del txopo. Me encanta de la idea que se trate de un homenaje gremial, un homenaje de los guardametas a uno de los suyos.

Hace varios años acompañé a Iribar a un encuentro con niños en un centro escolar. Durante la conversación, uno de los pequeños le formuló una pregunta “de portero a portero”. Iribar le contestó muy serio y respetuoso. A la salida del centro, le dije al txopo que me había hecho gracia la expresión del niño. Él me señaló que los porteros son gente especial, que probablemente nacen siéndolo y que un portero lo es para toda la vida, juegue o no.

El periodista inglés Jonathan Wilson escribió en ‘The outsider’, un magnífico libro sobre la historia de los guardavallas, que “el peligro al que se enfrentan todos los porteros es pensar demasiado, ya que la propia naturaleza de su posición genera demasiado tiempo para dudar”. Tiene razón. En eso los porteros son como los filósofos: deben aprender a caminar con muchas preguntas y pocas convicciones. Pero no deja de ser cierto también que ubicarse bajo los palos es encontrar un buen lugar desde el que soñar. No es casual que Albert Camus y Eduardo Chillida fueran guardametas.

Andoni Zubizarreta cuenta que fijó los pies para siempre bajo el larguero imaginándose a Iribar, mientras de fondo le llegaba el retrato del gran portero del Athletic Club a través de las palabras de la radio. “Nadie fue mejor que ese Iribar soñado por Zubizarreta”, escribió Juan Villoro.

La de portero es una posición con poco prestigio en el patio del colegio. Canceladores del gol, los guardametas son los diferentes, los raros, los otros. Escribió Galeano que en el fútbol moderno el arquero consuela su soledad disfrazado con fantasías de colores. Me parece precioso que el Athletic Club invite a todos los porteros a unirse en comunidad vestidos de riguroso negro.