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Flick carece de nuestros complejos

“Días de todo, víspera de nada” solía rezongar mi abuela, criada en los tiempos del hambre, cuando surgía en casa un banquete inesperado, bien regado y postreado, si vale la expresión. Tras el 7-1 al Valencia, la visita del Alavés parecía propicia para otro festín. Pero entonces, en la víspera, cayó el Madrid también inesperadamente en su visita al Espanyol, y ya se sabe que dos celebraciones seguidas son imposibles. ‘Vamos a echar de menos alguno de los goles ante el Valencia’, solté en casa ante mis hijos a modo de abuelo sabio. Antes de llegar al descanso ya me había arrepentido de presumir de agonías.

El Barça puede que gane la Liga o no. No esperen otra de un pronóstico galaico. Pero haber restado de una tacada tres puntos al Madrid con un gol y cero ocasiones más, invita al optimismo. Hay algo de certeza germánica en ese empeño de intentar lo imposible, remontar al Madrid 7 puntos en la segunda vuelta sin dejar de mirar de reojo al Atlético. Quizás sea que Flick, además de germánico, sea también cartesiano.

Quedan puntos sobrados para ser campeones de forma holgada sin caer en el derrotismo. Si conociese mejor la tradición de nuestra Liga sabría que eso suena a imposible. Este domingo dio el primer paso para romper ese lugar común que hace imbatible al Madrid cuando surfea las olas con el viento a favor. A veces es mejor desconocer el pasado para vivir el presente.

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