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Del manicomio al infierno para acabar en Disneyworld

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El Sevilla y su afición han dejado claro, por si algún incauto aún albergaba alguna mínima y ridícula duda, que nadie la quiere como ellos. La Europa League es su cortijo. Dice el refrán que en un cortijo grande, el que es tonto se muere de hambre. Y quizás eso se le pueda aplicar al Sevilla en una Champions a la que volverá la próxima temporada por cuarto año consecutivo. Pero en la Europa League, no señor. Mourinho con sus pamplinas antideportivas, Ten Hag con su superioridad sin haber empatado con nadie... En la Europa League, ellos son los que no prueban bocado mientras el Sevilla se empacha.

Suele señalarse, de manera demagógica en muchas ocasiones, que las aficiones son parte imprescindible en los títulos. La pandemia demostró que no hace falta tener a una banda de locos dando gritos para levantar un título. Pero eran unas circunstancias especiales, como especiales fueron las de esta temporada para el Sevilla. Porque de pelear por el título se pasó, de manera inaudita, a temer un segundazo histórico. Pero Nervión olió la sangre y se convirtió en un manicomio colorado ante un United que se empequeñeció ante una grada que ardió en un infernal fuego blanco contra la Juventus. Y en Budapest y anoche en el Sánchez Pizjuán, la grada fue lo más parecido a Disneyworld. Un mundo de felicidad y fantasía que, por séptima vez, disfrutan Sevilla y su Sevilla.