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Al Mallorca de Javier Aguirre no se le gana sin meter la quinta velocidad, no se le gana si no sales con la agresividad ni la concentración necesarias, ni tampoco si no cuentas con un plan ofensivo claro para hacer daño a ese 1-5-4-1 en fase defensiva tan bien ordenado. El equipo entró muy frío al encuentro, tanto con balón como sin él, y se pagó un precio caro. Una acción desafortunada de Nacho puso a los bermellones por delante y el Mallorca es un mal enemigo cuando se te pone por delante.

A esa estructura defensiva hay que atacarla desde la verticalidad, bien buscando pases a la espalda de la defensa (casi el único pase de este tipo provoco el penalti), conducciones agresivas para juntar rivales y liberar el lado contrario, o con pases arriesgados que rompan líneas. Esto genera mucha pérdida de pelota, con lo cual hay que estar muy preparado y mentalizado para presionar la misma, ya que puede ser también una gran opción de ataque. Solo en el descuento tuve la percepción de que el Madrid fue consciente de la trascendencia del partido. En cuanto al plano individual salvo a Camavinga. Mostró una gran competitividad, un gran esfuerzo y un gran espíritu de rebeldía para darle vuelta a la situación.