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ME GUSTA EL FÚTBOL

De cómo Núñez y Gaspart casaron a Cléo

El Barça ya podía presumir: su centrocampista no era homosexual, sino un buen chico, casado (con su prima), como Dios quiere y manda, por la Iglesia

Actualizado a
De izquierda a derecha: Nuñéz, su mujer, Cléo y María José Costa Silva, el cura, Parera y Gaspart.

“¿A dónde vas si quieres una rebanada de pan?”, le pregunté. “Al panadero, supongo”. “¿A dónde vas si quieres una pata de cordero?” “Al carnicero”. “Entonces por qué sigues yendo a ese maldito club de maricones?”. Así abordó Brian Clough a su jugador Justin Fashanu. Nacido en 1961, hijo de un abogado nigeriano instalado en Londres, Fashanu tuvo un arranque de carrera formidable. Su club de origen, el Norwich, le vendió al Nottingham Forest de Brian Clough por un millón de libras, la mayor ficha pagada hasta entonces por un jugador negro, para sustituir al gran Trevor Francis. Tenía entonces 20 años. Su tendencia sexual le enfrentó al duro y cerril manager, perdió el puesto, fue cedido al Southampon y después traspasado al Notts County (rival local) por sólo 150.000 libras. Luego, una lesión de rodilla y el repudio que encontraba en general fueron apagando su carrera, rodando cada vez en equipos menores. Tenía 29 años cuando se declaró públicamente homosexual en una entrevista en The Sun, confesión en la que implicó a un parlamentario conservador casado, con el que dijo haberse acostado. Esa entrevista le enfrentó a su propio hermano. Un año después rectificaría en parte esas declaraciones, esta vez en Gay Times, diciendo que parte eran invento de The Sun con deseo de implicar a determinadas personas. Tuvo un romance sonado con la actriz Julia Goodyear, que se había declarado lesbiana. Con 37 años fue detenido e interrogado por la policía, acusado de agresión sexual por un muchacho de 17 años. El caso se cerró por falta de pruebas, pero al poco tiempo se suicidó. Aquella tragedia tiene un contrapunto un tanto bufo en nuestro fútbol. En 1982, cuando Fashanu tenía sus primeros problemas con Clough, pasó fugazmente por el Barça un jugador de peripecia singular, Cleo. Schuster había sufrido una lesión seria en San Mamés y el club le buscó un sustituto. Tras descartar a Toninho Cerezo, pagó 15 millones al Internacional de Portoalegre por un centrocampista de ataque llamado Cléo Inácio Hickman. A Udo Lattek, el entrenador alemán del Barça, no le hizo gracia. Ni lo había pedido, ni le conocía y anunció que no pensaba ponerlo. Ahí empezó la polémica. En los entrenamientos, a los que entonces acudía la prensa, tampoco parecía gran cosa. La cosa se complicó más cuando rebotó a Barcelona una aparición de Cleo en la Folha de Sao Paulo, desnudo, con la declaración “El homosexualismo no es anormal entre los jugadores, aunque nunca se practica en las conversaciones”. El revuelo fue tremendo: “¡El Barça ha fichado un maricón!” (Perdóneseme el término, que reproduce el habla de entonces, reflejo del desdén extendido entre la sociedad). Gaspart tomó cartas en el asunto. Habló con él. Le preguntó si tenía novia o algo parecido. Él le dijo que tenía una prima con la que había tenido contactos especiales. Se llamaba Maria José Costa Silva. El Barça la hizo venir y organizó una boda, sin invitados. El presidente Núñez y señora, Gaspart, que fue padrino, y Antón Parera, el joven gerente del club, fueron los únicos asistentes a la boda. Luego se difundieron las fotos. El Barça ya podía presumir: su centrocampista no era maricón, sino un buen chico, casado, como Dios quiere y manda, por la Iglesia. A Udo Lattek le dio igual, claro. No le gustaba y siguió sin jugar. A los dos meses fue devuelto al Internacional de Portoalegre. En ese tiempo había ganado cinco millones, más un Ford Fiesta regalado, se había casado y había jugado medio partido amistoso contra el Hospitalet. Volvió, curiosamente, en el Gamper de 1983, con su Internacional de Portoalegre, que salió campeón. Jugó bastante bien. Completó una buena carrera en Brasil, donde aún reside. Se dedica al traspaso de jugadores y hasta donde se sabe el matrimonio funcionó bien. Dos historias, una trágica, otra chusca, que definen la atmósfera de años atrás. Hoy, felizmente, nadie la augura malas consecuencias a Jake Daniels por declararse homosexual mientras sigue con la práctica del fútbol.