El corazón blanco de Fede Valverde

Valverde, que empezó la temporada como un buen actor de reparto, está terminando el curso con el corazón de la protagonista en el bolsillo. Sus exhibiciones memorables en las históricas remontadas de Champions le han dado el espaldarazo definitivo para confirmar lo que muchos sospechan desde hace años en Valdebebas: estamos ante una versión excepcional de un mediocampista con las cualidades perfectas para el fútbol actual. A medida que su rol ha ido cambiando, sus prestaciones han crecido de manera exponencial.

Cuando los partidos se rompen, la pizarra vuela por los aires y los pulmones fallan, Valverde encuentra el mejor escenario para desarrollar su fútbol. Detrás de ese aspecto de tipo tímido se encuentra un futbolista con un espíritu competitivo imponente, capaz de crecerse en los momentos que marcan la diferencia. Y adornado además con la humildad necesaria para entender que ser titular indiscutible en el Madrid está muy caro y cuando le toca empezar desde el banquillo siempre está preparado. En un vestuario en el que las suplencias reiteradas son a veces motivo de abandono, el Halcón no se ha permitido ni un momento de despiste, porque sabía que lo mejor estaba por llegar.

Ancelotti se ha quitado el sombrero ante el rendimiento de un jugador que tiene que ser imprescindible en París. Ante uno de los equipos físicamente más poderosos del mundo, Valverde es la mejor opción para igualar fuerzas en el lugar más comprometido del campo. Para que la calidad de los de arriba fluya, se necesita el vigor y las piernas de un tipo que se ha ganado cada uno de los minutos. Nunca se ha desesperado, nunca ha torcido el gesto, nunca ha perdido la fe y la recompensa está siendo memorable: la finalísima de la Champions no hubiera sido posible sin la aportación de este secundario que ha terminado de protagonista.