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Futbolistas con números romanos, como papas y reyes

Los jugadores parientes con el mismo apellido se distinguían con la numeración: pasaba con padres e hijos, hermanos y hasta con tíos y sobrinos.

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Julio Gento (II), Paco Gento y Antonio Gento (III), en la única vez que jugaron juntos, en un amistoso contra el Zúrich en el Bernabéu, en enero de 1959.

Gento tuvo dos hermanos, Gento II y Gento III, que hicieron dignas carreras entre Primera y Segunda. Futbolistas con números romanos, como reyes o papas. Una costumbre muy española. Valdano me recuerda su sorpresa cuando llegó a España y leyó en La Gaceta del Norte los nombres de Rojo I y Rojo II.

El primer caso que conozco fue el de Emery, portero del Real Unión antes de la guerra, abuelo del entrenador. Apareció en las alineaciones como Emery II, porque tenía un hermano en el equipo. No me choca esa primera referencia en el País Vasco, donde se distinguía así a las dinastías de pelotaris. De allí y entonces son también los Aguirrezabala, del Athletic. El mayor fue apodado Chirri, su hermano fue Chirri II. No era norma fija: los hermanos Regueiro, vascos también, fueron conocidos como Pedro Regueiro y Luis Regueiro, pero la semilla estaba echada.

Tras la Guerra llegaron los Gonzalvo. El mayor no cuajó en el Barça, pero sí sus hermanos Gonzalvo II y Gonzalvo III, que hasta compartirían titularidad en la Selección en Brasil-50. Gonzalvo III fue el capitán del Barça de las Cinco Copas.

En los decenios siguientes los casos son abundantísimos. Se da incluso de tíos a sobrinos con Campanal y Quincoces; exjugadores legendarios, eran entrenadores respectivamente del Sevilla y el Valencia cuando llegaron sus sobrinos, que debutaron como Campanal II y Quincoces II. Pero lo general era entre hermanos, a veces hasta cuatro. Así fue con los Glaría, navarros, que jugaron todos en Primera. El mejor fue el benjamín, Glaría IV, destacado internacional del Atlético que terminaría en el Espanyol de los Delfines. Para entonces ya era Glaría a secas como solía ocurrir, por consenso tácito, con el que llegaba a figura. Como Enrique Collar. Los Collar también fueron cuatro y jugaron en el Cádiz como I, II, III y IV. El mejor fue Collar IV, que coincidió en el Atlético con Collar III. Pronto fue Collar a secas, mientras el tercero, que hizo carrera fuera del Atleti, pasó a ser Antonio Collar. También hubo cuatro Areta, primos hermanos de Alfredo Landa. El menor no llegó a Primera pero sí los otros. Areta II y Areta III fueron rivales tres años, uno en el Sevilla y otro en el Betis.

Como con los Chirri, a veces el mayor transmitía su apodo: así pasó con Marcos Alonso Imaz ‘Marquitos’, central del Madrid de Di Stéfano, internacional y padre y abuelo de internacionales. Sus hermanos, Antonio y Alfredo, fueron Marquitos II y Marquitos III.

En la 64-65 el Athletic tuvo Arieta I, Arieta II, Echevarría I, Echevarría II, Orúe I y Orúe II. Los Arieta eran hermanos, los otros no. Echevarría fue portero, uno de tantos a la sombra de Iríbar; el II fue extremo. Orúe I fue lateral titular muchos años, Orúe II un delantero fugaz. Y es que a veces bastó la mera coincidencia de apellido. Pasó con los Rodríguez I y II, compañeros en el Valladolid y el Gijón, o Torres I y II, en el Hércules. El segundo Torres sería figura muchos años en el Barça, ya sin palito; pero antes de eso estuvo cedido en el Hércules y allí fue Torres II porque cuando llegó había otro Torres. Se dieron hasta casos de numeración de nombres propios, que siempre se me hicieron raros, como José Ramón I y José Ramón II en el Elche, o Miguel Ángel I y Miguel Ángel II en el Betis.