A Xavi no le arranca la moto

Veo a Xavi como a aquellos que muchos años atrás trataban de arrancar la moto una y otra vez, pateando el pedal de arranque. Motos viejas que tardaban en responder. A veces la patada no producía el menor efecto; otras, producía un pedorreo prometedor que el esforzado trataba de alimentar con sacudidas al acelerador, pero pronto moría. Insistiendo, insistiendo, al final arrancaba, inundando de humo y ruido el entorno y el propietario se montaba feliz y desaparecía por el fondo de la calle en busca de la novia. Así me represento a Xavi en el Barça, pateando el pedal de arranque una y otra vez, con amagos prometedores que pronto cesan.

Me pareció temerario que Xavi aceptara el encargo, pero lo hizo por patriotismo culé y por una convicción absoluta en el modelo Barça, un estilo de juego cultivado desde la cantera. Con ese modelo el Barça consiguió hace poco éxitos clamorosos y fue punta de la vanguardia del fútbol. Pero ese modelo estaba servido, bajo la mano de Guardiola, por el manejo de Xavi e Iniesta y los desparramos de Messi. Y con la contribución de otros ocho, cuatro de los cuales aún quedan pero no son los mismos. El tiempo ha pasado por ellos. La fórmula es la misma, pero los ingredientes no. Xavi va chocando con la realidad pero no le queda otra que insistir.

Se fue LaLiga, se fue la Supercopa, se fue la Copa. Quedan la Europa League y el objetivo de mínimos, el cuarto puesto en LaLiga, del que está más cerca ahora que con Koeman. Es menos de lo que Xavi y el mundillo esperaban cuando llegó, pero es que la receta no es una varita mágica. Un buen modelo servido por jugadores demasiado mayores o demasiado jóvenes, por holandeses desencantados (traer entrenadores y jugadores de esa nacionalidad es la otra fijación) y por algún caprichoso intratable como Dembélé, no es lo mismo. Así que hubo que rebajar el discurso, armarse de paciencia y admitir que sí, que este será un año de transición.