Digan Real Madrid, digan solvencia

Hay algo que no abandona al Real Madrid esta temporada: la solvencia. No necesita de actuaciones deslumbrantes para ganar partidos, y menos aún los difíciles. Sus peores registros en los últimos tres meses se han producido contra rivales que atraviesan por graves dificultades en la Liga. Empató con el Cádiz en el Bernabéu y perdió en Getafe. Por el camino ha derrotado al Barça y al Inter de Milán en dos ocasiones, al Atlético de Madrid y a su principal perseguidor en la Liga: el Sevilla. La final de la Supercopa no fue una excepción en su desempeño. Se impuso al Athletic sin excesos, pero comodidad.

El tercer partido con el Athletic en las últimas semanas le resultó más fácil que los anteriores. De la misma manera que acredita su fiabilidad esta temporada, el Madrid no suele fallar en las grandes ocasiones. No pierde ninguna de las siete finales de la Copa de Europa que ha disputado desde 1998. Por raro que parezca, sus dos derrotas más recordadas se produjeron en el Bernabéu, en la final contra el Depor en el centenario del club y en 2013 frente al Atlético de Madrid en el último partido de Mourinho como entrenador del equipo.

No se sabe si el Bernabéu le genera algún fantasma paralizante en las finales, pero el Madrid es un reloj fuera de su estadio. En Riad superó al Athletic en un partido de contrastes que medía dos modelos de equipo y de club. En el palco, Luis Enrique probablemente hizo números. En el Madrid, sólo un jugador, Lucas Vázquez, figuraba en la alineación como seleccionable. En el Athletic, los 11 titulares podían ser reclamados por el seleccionador.

Para el aficionado madridista, futbolistas como Luka Modric, Karim Benzema o Toni Kroos tienen la patente Chamberí. Llevan muchos años en el club, se les identifica con él y rinden como si hubieran nacido con el escudo en el pecho. Modric tiene los 36 mejores años que se pueden ver en el fútbol. No desfallece en su rendimiento, hasta el punto de producir un efecto sorprendente: cada día parece mejor. Hablamos de un jugadorazo que, entre otras cosas, fue elegido Balón de Oro en 2018.

El magisterio de Modric destacó en una buena actuación coral del Madrid. Nadie desentonó. En términos generales, cada uno de los futbolistas se impuso en sus duelos particulares con los del Athletic. El caso más visible fue el de Militao con Iñaki Williams. El central brasileño y el delantero del Athletic libran desde hace tres temporadas un duelo que terminará por convertirse en un clásico.

En 2020, en el San Mamés vacío por la pandemia, Militao deslumbró por su marcaje al veloz Williams. No eran los mejores tiempos para un central que estaba bajo sospecha. Aquel marcaje desveló sus fantásticas cualidades, entre ellas la velocidad y contundencia que le han convertido en indiscutible. Militao disfruta en sus duelos con Williams. Son un partido dentro del partido. En la final, ganó el central con claridad.

El ritmo de los goles —uno mediado el primer tiempo, el otro en el comienzo de la segunda parte— se identificó con la fiabilidad del Real Madrid. Aunque no se prodigó en el remate, el hilo del encuentro le favoreció hasta los últimos minutos. Sólo se incomodó en el final del encuentro, sin otro agobio que el penalti y expulsión de Militao. Si el Madrid es solvente en su recorrido, Courtois le ayuda cuando es necesario. Su rechazo en el penalti que lanzó Raúl García excedió los reflejos y la fortuna. Fue un despeje en toda regla, un batazo que envió la pelota a kilómetros de distancia del área madridista. En esa jugada, Courtois representó el estado actual del equipo.