Las grandes mueven sus fronteras

El Giro de Italia ha terminado el experimento de anunciar su recorrido de 2022 por fascículos, en cinco fechas diferentes que culminaron este jueves con la última pieza del puzle: una contrarreloj de 17 km que pondrá el broche en Verona, igual que lo hizo en 2019 con grato recuerdo para Richard Carapaz y el Movistar. La ronda rosa, por cierto, se ha instalado en la moda de las grandes de cribar las cronos, con sólo 26 km. El método de presentación ha gustado poco. Si bien extiende el enigma en el tiempo, la información salpicada con gotero no permite analizar el trazado hasta el mapa final, y también priva al ciclismo de esa fiesta que supone el acto en sí. El Tour de Francia sí la celebró, en octubre en París. Y la Vuelta a España completará el terceto el 16 de diciembre, en Madrid.

Los recorridos de las grandes tendrán un curioso punto en común en la próxima temporada: las tres arrancarán fuera de su país. El Tour, desde Copenhague (Dinamarca); el Giro, desde Budapest (Hungría); y la Vuelta, desde Utrecht (Países Bajos). En esta casualidad, que no lo es tanto, ha influido que el Giro y la Vuelta recuperan dos años después las salidas que tuvieron que anular por la pandemia. El hábito de visitar el extranjero lleva arraigado desde hace décadas, aunque antes se hacía con incursiones en países vecinos y de tradición ciclista. Ya, no. Ahora se atreven desde más lejos, y especialmente osado ha sido el Giro en los últimos tiempos, con salidas desde Israel, a casi 4.000 kilómetros, e Irlanda del Norte, a 2.000. La insistencia está relacionada con una cuestión económica, claro, pero también con la globalización del ciclismo. El Tour, el Giro y la Vuelta son potentes marcas internacionales, cada vez más demandadas fuera de sus fronteras, que no pierden su identidad por salir de su país, como el Dakar no ha cedido la suya aunque lleve 14 años sin pisar la capital de Senegal.