Más Vinicius, más equipo, ningún problema

Equilibrio es la palabra más manoseada en el argot futbolístico y la que se ajusta como un guante al más reciente Real Madrid, que llegó entre críticas y malos resultados al parón internacional, pero ha regresado con una versión sólida y eficaz en todas las zonas del campo. Destruyó al Shakhtar, Ancelotti detectó la alineación más conveniente y la mantuvo en el Camp Nou. El Barça no resultó tan fácil como el equipo ucraniano. Tampoco especialmente difícil. Desde el repliegue, la cohesión general y una nota media alta, el Madrid controló el partido sin recurrir a la posesión.

Atrás quedan los días del Madrid inseguro en las cuestiones defensivas. Comenzó la temporada con un ataque festivo y una débil respuesta del sistema defensivo. En el mediocampo, la ausencia de Kroos dañaba la arquitectura del juego. Modric, Casemiro y Kroos integran desde hace años una línea extraordinaria. Se resiente cuando falta uno de ellos. Ni la edad puede con su impronta en el campo. Apenas tienen competencia en la plantilla.

El Madrid no concedió una oportunidad al Shakhtar. Courtois no hizo una parada en el Camp Nou. Recogió el balón de la red tras el gol de Agüero en el último instante del encuentro y poco más. Militao y Alaba se impusieron a los delanteros con gran autoridad. Los laterales salieron reivindicados. Mendy ganó su cuenta a Dest y Lucas Vázquez acabó el partido a lo grande. Marcó el segundo gol después de dominar el costado derecho de principio a fin.

Nadie destacó especialmente, pero todos jugaron bien. Es la noticia de la versión actual del Real Madrid, el de la alineación que se recita de memoria, la ausencia de sorpresas y el olvido de Hazard y Bale. Pueden recuperarse con tranquilidad. No se les echa de menos. Empezaron como titulares en Mendizorroza, pero el madridismo se siente más seguro en estos días con Rodrygo y sobre todo con Vinicius.

Rodrygo, Alaba, Vinicius y Kroos celebran el gol del central austriaco, el primero del Real Madrid en el Clásico del Camp Nou.

El joven brasileño amargó la primera parte a Mingueza, sustituido en el descanso, y confirmó su nueva relación con el juego: más confiada, natural y productiva. Lo explicó en su intervención en el primer gol. Alaba interceptó a Memphis y salió al galope –el delantero del Barça se hizo el longuis y no le persiguió– después de dejar la pelota en los pies de Vinicius, que condujo. Continuar la jugada con un pase vertical a Alaba tenía sentido, pero era más previsible. Cruzar un pase de 30 metros al lado contrario, donde Rodrygo estaba solo, suponía más dificultad y también la posibilidad de desarmar el repliegue defensivo del Barça.

Vinicius eligió el pase cruzado, en plena carrera y con la pierna izquierda, pase que encontró a la defensa en paños menores. Lo demás –el control de Rodrygo, el excelente pase a Alaba y la violenta precisión del austriaco en el remate– coronó la belleza de una jugada que en otro tiempo probablemente se hubiera atrancado al paso por Vinicius. Era otro Vinicius, más joven, inseguro y discutido. El que ha emergido esta temporada ofrece grandes garantías en todos los aspectos, incluidos aquellos que parecían fuera de su alcance, como la inteligencia perimetral y la finura para entender el juego. Como muestra, esa jugada, decisiva en el Camp Nou.