La distancia entre el Bayern y el Barça

No fueron 8, fueron 3, pero el partido confirmó la impresión depresiva que en estos días tiene atrapado al Barça. La plantilla se ha debilitado mucho y las lesiones, sobre todo arriba, han empeorado el efecto. Cómo será la cosa, que, a ser sinceros, tenemos que reconocer que no hubiera venido mal Braithwaite. Y desde luego, Agüero, que vino para que Messi se animara más fácilmente a renovar y se ha quedado colgado de la brocha, pero que para algo habrá de servir cuando esté bien. Tampoco estaba Ansu Fati, con el que no sé qué han hecho los médicos, ni Dembélé, que aspira a ser el Bale del Madrid. Ni Griezmann, regresado al Atlético.

Sin delanteros, Koeman confió el ataque a Memphis y Luuk de Jong, este más lento que el caballo del malo, inútil para jugar al contraataque como se vio obligado a hacer el Barça ante un equipo superior. Fue llamativo ver al Barça, tantos años dueño del balón en cualquier campo, en especial en el suyo, acosado en su área por ese Bayern, a su vez bien estructurado, fuerte, seguro, con ese aire constante y fiable con que los alemanes hacen todas las cosas, sean coches, lavadoras o equipos de fútbol. Un partido inútil y largo para el Barça, una especie de corredor de la muerte al final del cual no había otra esperanza que la derrota. Nadie podía esperar otra cosa.

Piqué pretendió dar alguna esperanza al final, e hizo bien. Faltaban jugadores, sobre todo en el ataque, dijo, y es verdad. Hay chavales muy jóvenes con buena pinta, dijo también y es igualmente verdad. Las cosas sólo pueden ir a mejor, desde luego. Pero el Barça tiene que purgar estos últimos años de delirio y derroche, en los que vivió como un irresponsable que se mete en el casino, pierde hasta el reloj y tiene que darle al taxista los gemelos para volver al hotel. Toca un año difícil, pero pesadillas como la de anoche no habrá muchas. Y dado lo que hay, no será de ningún provecho que Laporta incomode más a Koeman de lo que ya ha hecho.