Messi y lo que le pasa al fútbol
Los ilusionantes fichajes de antaño y el escaparate de los torneos y las giras veraniegas han sido sustituidos por sobresaltos y conflictos.
Pocas lágrimas simbolizan de manera tan palmaria un fracaso con mayúsculas como las que vertió Messi en su despedida. Fracaso para el fútbol español, para el club y sus directivos, para la afición y para el propio jugador. Si un astro como Messi y un club más que un club como el Barça acuerdan continuar juntos tras 21 años enamorados y en unas horas todo se viene abajo para presunto beneficio de un equipo propiedad de un Estado soberano árabe es que algo grave, muy grave, aqueja a nuestro fútbol.
El venerado editor y escritor de origen ucraniano Abrasha Rotenberg, de 95 años, padre de la actriz Cecilia Roth y del músico Ariel Rot, se preguntaba estos días en AS qué habría hecho él si fuera Messi y el Barça no pudiera mantenerlo en la plantilla por su dramática situación económica. Rotenberg se dio una respuesta maravillosa, con aroma a final feliz de cuento: “Si yo fuera Messi firmaría con el Barcelona un contrato indefinido y fijaría mi salario anual en un euro”. La idea es imposible, naíf e incluso infantil en el milmillonario futbol actual, pero es difícil imaginar en el corazón de niño de cualquier aficionado un mejor final para el cuento de hadas que ha sido la relación de Messi y el Barça. De hacer algo así, Messi pasaría a la condición de santo para la parroquia azulgrana y de leyenda incomparable para el resto del mundo. Pero esto no es un cuento con final feliz. Esto es un asunto de dinero.
El resultado es que está a punto de comenzar la temporada de fútbol, la de la vuelta a los estadios, y la cosa llega con un cierto aire funesto, como de crónica de sucesos o de parte de accidentes. Los ilusionantes fichajes de antaño y el escaparate de los torneos y las giras veraniegas han sido sustituidos por sobresaltos como la salida de Messi o Ramos, conflictos de enorme tensión como la Superliga o la entrada del capital riesgo en LaLiga, o asuntos desgraciados y deprimentes para el aficionado como las mafiosas grabaciones a Florentino Pérez. De no haber sido por el buen papel de las selecciones absoluta y olímpica en la Eurocopa y en los Juegos de Tokio, respectivamente, sería inevitable pensar que alguien ha echado un mal de ojo al fútbol español. ¿Qué es lo que está pasando?
El caso Messi ofrece no pocas pistas como compendio de las disfunciones del fútbol español... El club catalán aparece como el paradigma de todos los males. El Barça inicia el campeonato en el psiquiatra, todavía grogui por la kafkiana salida de su estrella. El club pareció copiar el guion del procés independentista para convertir lo que se anunciaba como un reencuentro entre el astro y su casa de siempre en un mazazo brutal para la gent blaugrana: una promesa con pies de barro que se demostró irrealizable (retener al argentino), unas cuantas mentiras o medias verdades sobre la situación económica del club, unos líderes o directivos más preocupados por su beneficio que por la entidad mientras jugaban con los sentimientos de la afición y, como traca final, la cruda realidad desvelada en una simple nota de prensa para admitir que todo era un teatrillo y que el tótem azulgrana no tiene sitio en este Barça.
Tras meses de oír hablar de los dulces sueños de Laporta con Messi, en apenas 9 líneas el club echó el cierre a 21 años de relación entre el crack y su afición. Tremendo. Laporta ganó las elecciones porque iba a lograr retener a un Messi que había manifestado por burofax su deseo de abandonar el club. Durante meses mantuvo viva la ilusión de la renovación, dijo a los socios y simpatizantes que todo iba bien, que vendería jugadores, que rebajaría salarios, que todo el mundo estuviera tranquilo, que lograría lo que solo él podía hacer. Porque es Laporta, el mago. Y al final, en unas horas nos desveló que todo tenía truco, que el club está en la ruina y que Messi es una hipoteca inasumible. Laporta, como bien escribió Ramón Besa en EL PAÍS, ya no es Laporta, ya no puede serlo. No cumplió ninguna de sus promesas. Ligó su futuro al de Messi, pero en la hora crucial se echó a un lado. Sin el argentino, ¿debe seguir el presidente al frente del club?
Una de las terribles lecciones que ofrece esta historia, y no es la menor, es la progresiva brecha entre los clubes y sus aficiones, convertidas desde hace años en meros convidados de piedra en la toma de decisiones o en meros espectadores de los agrios conflictos entre quienes gobiernan su deporte favorito. Al contrario de otros países como Alemania o Reino Unido, la afición española ni está ni se le espera. Los clubes alemanes o británicos difícilmente tomarán alguna decisión a espaldas de sus socios, hinchas o simpatizantes. Ni siquiera aquellas entidades que son propiedad de algún magnate nacional o extranjero. Los que ven el fútbol por televisión también son aficionados, por supuesto, pero si de verdad se pretende atraer a los jóvenes, conviene llenar los estadios –cuando se pueda—de gente contenta, respetada y tenida en cuenta. Si no, acabarán levantando la voz y puede que algo más, como ya se vio en el Reino Unido con el anuncio de la Superliga.
Es difícil evitar pensar que el fútbol es propiedad de los fondos de inversión, de los agentes como Mendes o Raiola o de los clubes Estado. Frente a ellos, entidades como Madrid y Barça tienen cada día más difícil competir. LaLiga y su envidiable modernización de la mano de Javier Tebas es un buen instrumento para pelear en el teatro de los fichajes multimillonarios, la híper exposición mediática y la trasformación digital, que altera el modelo de negocio. Pero será más eficaz si logra superar una grave contradicción interna: los intereses de los grandes clubes (Madrid, Barça, Atleti…) no coinciden con los de los más modestos, sobre los que Tebas descansa su poder. Por eso unos demandan la Superliga y otros la combaten; por eso unos dan la bienvenida al fondo CVC y otros lo denuncian como una estafa. Así no se puede avanzar de forma sana.
El fútbol sufre (disfruta) de la disrupción digital como tantas y tantas actividades que, o se transforman, o desaparecen. No hay lugar ya en el fútbol para el amateurismo. Todo es hoy día una pelea a muerte que demasiadas veces acaba en los tribunales con resultados inciertos y no siempre positivos, cuando seguimos hablando de una actividad que nace en la calle, que no admite corsés y que encierra misterios maravillosos como la vida y milagros de Messi. La mala relación entre nuestros dirigentes, incluida la Federación, es una desgracia que ocupa demasiadas portadas desde hace ya demasiado tiempo. Hablemos de Pedri, no de Tebas o Rubiales. Pero pareciera que el fútbol haya hecho suyo ese mal tan español, ese gen destructivo que nos tiene siempre divididos, sea la cuestión que sea, siendo imposible construir un proyecto común, beneficioso para todos.
La conclusión es que, a la espera de la milagrosa llegada, si es que se produce, de Mbappé o Haaland, el aficionado intenta hacer una lista de los fuera de serie del campeonato y encuentra poca chicha. Modric, Griezmann, Oblak… Algún hallazgo por aquí (En-Nesyri, Koundé…), algún joven ilusionante por allá (Pedri, Ansu Fati…) y pare de contar. Al tiempo, los periódicos cuentan cómo Lukaku ha vuelto al Chelsea por 115 millones de euros o cómo el City de Guardiola se hace con Grealish por 117.
Y entre cuenta y cuenta, dudas y más dudas, interrogantes y más interrogantes sin respuesta. De nuevo el Barça encabeza la tabla: ¿qué ha sucedido realmente para que lo que estaba a punto de cerrarse, la reincorporación de Messi, saltara por los aires en apenas unas horas provocando una de las mayores conmociones en la historia del club? ¿La entrada del fondo CVC en LaLiga es una gran noticia para todos o una “estafa” como defiende el Madrid? ¿Es cierto que Laporta había celebrado con Tebas el acuerdo con CVC y luego se desdijo sin que se le moviera un pelo? ¿Realmente son las normas de LaLiga las que han echado a Messi o el deseo de los directivos del Barça de iniciar una nueva era sin él? ¿La Superliga es el bálsamo de Fierabrás para los grandes clubes de Europa o es el final del fútbol modesto?
En Can Barça intentan hacer de la necesidad virtud y cuentan a quien quiera oírlo que la salida de Messi es una medida necesaria. Afirman que el proyecto de Koeman, con una apuesta decidida por los jóvenes y un reinicio general del plan deportivo, dará sus frutos y abrirá una nueva etapa gloriosa y sostenible financieramente. Veremos. Los románticos habríamos querido retener a Cristiano, Ramos, Varane o Messi, o no ver tanto talento joven jugando fuera de España para hacerse un hueco en la selección o en un gran club. Incluso soñaríamos con una solución a la Rotenberg, con Messi jugando en el club de su vida por un euro al año. Sería bonito, pero ¿quién se cree ese cuento?