Que Sevilla y la Selección no riñan

Un amigo mío subió a un taxi para regresar de La Cartuja justo cuando Luis Enrique se quejaba en la conferencia de prensa del estado del campo. El taxista se enfadó: “¿Será posible el nota éste? Les echan de Bilbao, les recogemos aquí y encima protesta”. El asunto ha seguido durante la semana con un cruce de declaraciones en el que ha intervenido incluso la Junta, y con informaciones deslizadas por lo bajinis. Ha trascendido que UEFA y Federación alabaron el campo tras el entrenamiento y sobre todo que el domingo Luis Enrique exigió que se cortara contra el criterio de los jardineros, que temían que así retuviera menos humedad.

Quizá la verdad esté muy repartida, como decía El Guerra. El fondo del asunto es que, tras renunciar Bilbao, la Federación escogió Sevilla porque tiene en marcha un convenio de amplio espectro que empezó por las finales de Copa y se ha ampliado ahora a sede de la Selección femenina. Me pareció buena idea, aun a costa de hacer estos partidos en fechas calurosas allí. Pero tiene una pega: allí no se juega al fútbol de forma continua y el terreno no está, digamos, ‘a la última’. Los restantes campos en que estamos viendo la Eurocopa tienen mejor aspecto. Lógico: son más recientes y nacieron para el fútbol, no para el atletismo.

Pero habría que parar aquí. Habría que evitar que entre esto, los pitos a Morata, que han sentado mal al grupo, el equipo y la ciudad en que juega (de siempre sede ideal para la Selección) se den la espalda. Se partía de un hándicap: ahí no están ni Navas ni Canales. El guiño de contar con jugadores locales en lo posible siempre fue bueno. Luis Enrique ha preferido no hacerlo y en su derecho está, pero la afición tiene el derecho simétrico de perder devoción por la causa. Y si luego ocurre que Morata falla goles, le pita. Y si Luis Enrique se queja del campo, pues ya llega la reacción del taxista de mi amigo. Conviene frenar esta dinámica.