El centro de gravedad permanente del Espanyol

Fueron dos años de sufrimiento perico, el via crucis del descenso y la pesada obligación de tener que subir sí o sí a la primera, los que dieron rienda suelta a la liberación, la descompresión y la consiguiente resaca. Fisiológica, quizá; mental, seguro. Y, como resultado, un doloroso accidente, el pasado viernes, ante un Cartagena que parecía inocuo pero que este martes también derrotaba al Almería: el hambre por subsistir a veces supera a la ilusión por triunfar. Sin embargo, en un escenario a priori tan tosco, tan de Segunda, como El Toralín, recuperó el Espanyol su centro de gravedad permanente, que diría Franco Battiato, para acercarse al título de campeón de esta Liga Smartbank.

Ese centro de gravedad permanente es el enfado de Vicente Moreno, visible hace cuatro días e incluso todavía en la previa de este Ponferrada-Espanyol. Es el orgullo tocado de la plantilla, toda vez que se había achacado la derrota frente a los albinegros a los cinco cambios: otros cinco hubo esta vez, con un desenlace tan opuesto como la noche y el día. Tanto fueron a por faena los pericos que a los diez segundos ya se habían avanzado en el marcador. También son el centro de gravedad permanente un incombustible Darder, un intratable Puado, un jerárquico David López.

Abrazos entre David, Puado, Dimata y los jugadores del Espanyol en El Toralín.

Pero es que, contra la Ponfe, aparecieron centros de gravedad inéditos, caso de un Oier que se reivindicó con intervenciones estelares, un Lluís López líder en el eje de la zaga y un ‘Monito’ Vargas que al fin se pudo lucir y de qué manera de blanquiazul; no por la camiseta, sí por su cabellera. Y, por supuesto, Nany Landry Dimata, ese delantero torpe y lento en apariencia, pero que se mueve con solvencia y que, con sigilo pero sin detenerse en su empeño, va sumando goles –e incluso haciendo historia– desde su llegada en el mercado de invierno. Ahora lo que asoma es el verano, y el trofeo de Segunda que acaricia un Espanyol al que ya muchos se imaginan en Primera viéndolos danzar, como los zíngaros del desierto…