Guardiola ya era bueno

Desde demasiadas tribunas, a Pep Guardiola se le pedía que alcanzara las últimas rondas de la Champions League para reconocerle su buen trabajo en Mánchester. Le ocurrió algo parecido en Múnich, donde su Bayern alcanzó una riqueza táctica incluso superior a la que había exhibido su gran Barcelona campeón, pero esa evolución estratégica quedó oculta y casi ridiculizada porque el día a día lo valoran poco aquellos que sólo miran de vez en cuando. Ahora que con el City sí ha llegado a la final de la Copa de Europa regresan los elogios. Bienvenidos sean, aunque siguen basándose en el día concreto más que en el recorrido. Salvo su primer año en Inglaterra, que fue efectivamente malo y que podría haberle costado el cargo si se hubiera tratado de otro técnico, el resto de su mandato en el banquillo sky blue ha sido exitoso y productivo, además de especialmente atractivo para aquellos con inquietudes metodológicas.

A veces, para juzgar a los técnicos no hacemos suficiente hincapié en la calidad de la que disponen. Al Liverpool de Klopp, que tenía en sus primeros años menos fructíferos la misma idea que cuando se convirtió en una máquina de ganar, lo transformó la llegada de Van Dijk. El máximo nivel defensivo para sostener una estructura osada fue clave para que un conjunto imperfecto se acercara a la infalibilidad. Al City le ha ocurrido algo similar con Rúben Dias, que ha mejorado a los zagueros que se mueven a su alrededor, siendo especialmente llamativa la metamorfosis de un John Stones que ya no parece ni blando ni tendente al error. Guardiola lleva años trabajando una estructura que busca minimizar la pérdida del balón, pero ahora además posee una red de seguridad para aquellas ocasiones en las que irremediablemente ocurre lo que se quiere evitar a toda costa. Concede muy poco, y eso frustra a rivales como el PSG, que salió impetuoso y agresivo en los dos partidos, casi dominante, pero que pronto quedó anestesiado por un engranaje que acabó escondiéndole la pelota.