Iban a ser 15, eran 12, son...

El anuncio bomba de la Superliga nos hablaba de 15 conjurados, tres de ellos de inminente incorporación. Eran seis ingleses, tres españoles, otros tantos italianos y, en el registro de entrada aún, dos alemanes y un francés. Quince fundadores, los que tendrían derecho de participación asegurado. A eso se añadirían, cada año, cinco plazas por invitación de ese sanedrín. Pero en las primeras 24 horas ya supimos que los dos alemanes y el francés dicen no. Las bajas son significativas por extremas. El Bayern es emblema del fútbol ‘de toda la vida, regentado por exjugadores. El PSG es paradigma del fútbol-capricho-de-señor-rico.

Un día más y nos encontramos con que el revuelo organizado en Inglaterra, donde hasta el Príncipe Guillermo ha protestado contra la iniciativa (la víspera ya lo hizo el premier británico, Boris Johnson), ha desmantelado el asunto. Al Chelsea los aficionados le bloquearon la llegada antes del partido contra el Brighton. En el City Guardiola expresó educadas dudas sobre el modelo. Milner, capitán del Liverpool, cargó contra la idea en declaraciones a SkySports tras el partido contra el Leeds: “No me gusta y espero que no se haga”. En eso, empezaron las renuncias en cascada, del uno al seis. Los quince que eran doce se quedaron en seis convertidos en espectros.

Mientras, en Madrid un juez hacía un quite por faroles con una ‘cautelarisísima’ para blindar a la nonata Superliga frente a las amenazas de UEFA y FIFA, a las que no imagino muy impresionadas. Ya no hay caso. Bueno será que los complotados lo dejen correr y que a su vez la UEFA les dé más sitio y les ofrezca más transparencia, que también sería justo. Y si es posible, que ganen más dinero, por qué no, pero sin romper nada. Aunque también podrían administrarse mejor. Estos mismos días uno de los complotados, el Tottenham, le ha soltado a Mourinho 23 millones para quitárselo de encima. Caray con la crisis del sector...