El Derbi

Atlético de Madrid - Real Madrid

El mal ajeno

El día del derbi madrileño había comenzado humeante, con los rescoldos de los muebles salvados por Antonio Banderas, madridista, genio y figura, en una gala de los Goya a mayor gloria de un grupo de niñas de la Zaragoza de los 90 que merecían celebrar el gol de Nayim. Para colmo de cine, el Real Madrid celebraba su 119 cumpleaños con el poema If recitado por Sir Michael Caine en un vídeo de aniversario. El mejor fichaje del Real Madrid en años, aunque más bien era una cesión de Youtube; también ahí hay buenos ojeadores. Con Banderas y Michael Caine, al fin del mundo, que se parece bastante a lo que tenemos ahora mismo.

Felipe y Benzema, en la disputa de un balón aéreo.

La clasificación de la Liga subrayaba un partido a tres. El Barça jugaba también en el Metropolitano, y hasta que marcase Suárez parecía normal, pero Ronald Koeman había marcado el partido la víspera. Pocas sensaciones tan malas alrededor del fútbol como cuando veo un partido en el que no juega tu equipo deseando que un equipo pierda por encima de todo. Suelo sufrirlo en silencio, pero, si no se cumple, es el mejor camino para la frustración. Si ocurre, es una alegría insana, un alivio que deja mal cuerpo. Y, sin embargo, lo que en otros ámbitos de la vida sería vergonzante expresar en público (como que le vaya mal en la vida a ese amor que te dejó tirado), no sólo es normal, sino que se celebra en dos ámbitos: la política y el fútbol de nuestras entretelas. Con sus balbuceos, el míster azulgrana, que hace tiempo que dejó de ser el reportero Tintín para abrazar el amarillismo, estuvo a punto de pedir lo imposible, el milagro, una derrota de sus dos rivales, su resultado perfecto. Aunque el empate le valía. Enfrente, el madridismo ahora necesita que pierdan Atleti y Barça, y eso es mucho querer.

Repasaba miserias ajenas mientras esperaba que el Mallorca pinchase para no alejarse de mi Espanyol, y, frustrado, volvía al verso de Kipling: "Si te encuentras con el triunfo y la derrota y a estos dos impostores les tratas de igual manera". De querer que pierdan los demás no decía nada. Pero ahora todo va de eso.