Delitos en blau y grana

Algo huele a podrido en las alturas de la casa blaugrana. Bartomeu está siendo investigado por el uso indebido de una empresa de comunicación (por casi 200.000 euros al año) que se dedicaba a desprestigiar la imagen pública de algunos de sus jugadores. Tampoco estuvo libre de pecado su predecesor con el polémico contrato de Neymar y su familia, pero es que desde la gestora que ahora lleva las riendas de la entidad, se ha filtrado el contrato de Messi. Resulta curioso que el Barcelona, que presume de representar lo "catalán" (sea esto lo que sea), haya tenido tantos precedentes alejados del modelo de empresario catalán eficaz, discreto y mecenas de las artes. Quizá se salve Laporta, que exhibía buen vivir y copa de cava, pero hizo algo único: se jugó literalmente el cuello para expulsar a los ultras del campo, acción que luego siguieron el resto de presidentes.

El caso es que los jefazos suelen detestar a los jugadores, pero éstos tampoco se ponen en el lugar de quienes pelean en los despachos. Recordemos cómo varios jugadores pidieron la vuelta de Neymar al club. Desde el punto de vista deportivo es comprensible, pero después de la tragedia judicial que ha supuesto su fichaje, la demanda que el brasileño abrió contra el club y la forma de irse a un rival europeo directo, resulta una petición muy poco corporativa y solidaria. En el Athletic de Bilbao, también solicitaron el retorno de Llorente, pero algún directivo no olvidó lo que que costó formar a ese jugador y el impacto emocional y deportivo que tuvo su marcha a la Juventus. Por la misma razón, Núñez reprendió a Quini que perdonara públicamente a sus secuestradores. El mito asturiano había perdido un mes de su vida y una Liga con su secuestro, pero fue el presidente del club quien preparó los cien millones de pesetas para pagar su rescate.

Es cierto que los peones con sus actos demuestran que, en muchas ocasiones, sólo piensan en ellos mismos. Pero las altas esferas del Barcelona llevan demasiado tiempo ensuciando la institución.